viernes, 3 de julio de 2009

"No le digan pasión es asesinato"







"Asesinato, cuchillos, balazos. Sin embargo, como ocurren dentro de una pareja, son llamados "crímenes pasionales". No hay un asesino, hay un apasionado. Vamos de nuevo: ¿Quién no quiere una pasión?Justamente: pasión es algo que va más allá de uno, que te sacude y te hace otro. Un otro romántico, loco por amor, desgarrado, herido, excusable.Vamos despacio: ¿locura de amor? Si de algo es víctima el victimario no será de su gran corazón sino de una larga tradición, ensalzada en el cancionero popular, que indica que las mujeres les pertenecen a los hombres, de una vez y para siempre: cuando están de novias, comprometidas, casadas. Y después, por qué no. Una tradición que indica que el honor de los varones se juega, en parte, en el manejo de esas mujeres. Y que ese honor, esa hombría, esa identidad, se irán al tacho si la mujer "se les retoba". Honor, derecho de propiedad, poder de uno sobre otro. Si no hace falta embellecer un crimen, ¿por qué hablamos de pasión? Porque si de eso se tratara: ¿Será que -como decía la abuela- las mujeres somos menos apasionadas, que nos toca casi siempre morir, casi nunca matar en este contexto? Gracias, de ese pasión, paso."

http://www.clarin.com/diario/2009/07/03/opinion/o-01951505.htm

El cliché "crímenes pasionales" connota una causa subjetiva, la explicación no se agota en un mero impulso criminal. Lacan en su escrito "Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología" (1950) plantea que el psicoanálisis irrealiza el crimen y no deshumaniza al criminal. En el mismo sentido, afirma la inexistencia de los "instintos criminales" por un lado y al crimen como irreductiblemente subjetivo por el otro. Estas reflexiones hechas dentro del discurso analítico lejos están de desresponsabilizar al sujeto de su acto y van más allá de la descripción del nivel fenoménico. Para el psicoanálisis se parte de la evidencia del hecho, pero se interroga al sujeto en cuestión. La nota señalada reniega porque las relaciones entre los sexos estan determinadas por la dominación y el sentimiento de propiedad, del poder de uno sobre otro. Atribuyendo este interés en exclusividad a los hombres, y explicando así el acto de violencia del hombre hacia la mujer "que se retoba". Sabemos sobre las razones de estructura de este sentimiento que no es solo del hombre, ni tampoco de la relación de pareja y que en el caso de la mujer puede encontrar su máxima expresión en la relación madre- hijo. Vale la pregunta ¿Porqué las mujeres mayormente no comenten actos de violencia tan evidentes en las circunstancias de pérdida del objeto de amor?

martes, 30 de junio de 2009

Vergüenza y culpabilidad

NOTA SOBRE LA VERGÜENZA / Jaques-Alain Miller (fragmento)
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¿Qué sucede con el psicoanálisis cuando no hay más vergüenza, cuando la civilización tiende a disolver, a hacer desaparecer la vergüenza? Lo cual no deja de ser paradójico, pues es tradicional plantear que la civilización va aparejada con la instauración de la vergüenza.

Quizás podemos formular que la vergüenza es un afecto primario de la relación al Otro. Decir que este afecto es primario es sin dudas querer diferenciarlo de la culpabilidad. Si quisiésemos adentrarnos en esta vía, diríamos que la culpabilidad es el efecto sobre el sujeto de un Otro que juzga, por lo tanto un Otro que protege los valores que el sujeto habría transgredido. Diríamos de la misma manera que la vergüenza tiene relación con un otro anterior al Otro que juzga, un Otro primordial, no que juzga sino que solamente ve o da a ver. Es por ello que la desnudez puede ser tomada como vergonzosa y ser recubierta -parcialmente si la vergüenza cae sobre uno u otro órgano- independientemente de todo aquello que sería del orden del delito, del daño, de la transgresión, a lo que daría lugar. Es por otra parte de esta manera inmediata como ella es introducida en una de las grandes mitologías religiosas que condiciona el movimiento, o condicionaba, el movimiento de nuestra civilización. Podríamos plantear también que la culpabilidad está en relación con el deseo mientras que la vergüenza está en relación con el goce que toca lo que Lacan llama, en su Kant con Sade, "lo más íntimo del sujeto". Lo enuncia a propósito del goce sadiano en tanto que atravesaría la voluntad del sujeto para instalarse en lo más íntimo de él, lo que le es más íntimo que su voluntad, para provocarlo más allá de su voluntad y más allá del bien y del mal, alcanzando su pudor - término que es el antónimo de la vergüenza -.

Lacan califica este pudor, de manera sorprendente y al mismo tiempo enigmática, de ser "amboceptivo de las coyunturas del ser". Amboceptivo quiere decir que el pudor está atado, que se toma, tanto del lado del sujeto como del lado del Otro. Él está doblemente enganchado en el sujeto y en el Otro. En cuanto a las coyunturas del ser, es la relación al Otro la que hace la coyuntura esencial del ser del sujeto y que como tal se demuestra en la vergüenza. Lacan lo explicita diciendo que "el impudor de uno basta para constituir la violación del pudor del otro".

En esta relación inaugural, no hay vergüenza solamente de lo que soy o de lo que hago, sino que si el otro atraviesa los límites del pudor, es el mío el que por ese mismo hecho se ve alcanzado. Es una manera de dar vergüenza que no es exactamente la que indica Lacan al final de su seminario. La experiencia de la vergüenza descubre aquí una ambocepción o una pseudo-coincidencia del sujeto y del Otro.
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lunes, 29 de junio de 2009

De eso no se habla II


Déborah Fleischer
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2. Abuso sexual y criminalidad infantil
Si bien ya los tribunales victorianos tuvieron bastantes casos de delitos sexuales con niños, la seducción o la violencia no eran catalogadas como crueldad contra los niños. El discurso de la época no ligaba ambos hechos. En 1961-1962, llegó el sintagma “abuso infantil” a EE.UU. Un grupo de pediatras de Denver llamaron la atención sobre reiteradas lesiones en niños pequeños. Lo anunciaron como el síndrome del niño apaleado. Una vez lanzado el grito de alarma, los niños apaleados entraron en un subconjunto de la clase “abuso infantil”, que acogió posteriormente en su seno el “abuso entre hermanos”. Los juegos sexuales entre niños con una diferencia de edad considerable sugirió la violencia entre niños. Otra cara de la cuestión fue el uso que se dio a “tocamientos indecentes” en el centro de rencorosas disputas en procesos de divorcio. Se plantearon cuestiones que llevaron a diferenciar “tocamientos” buenos y malos y cómo enseñar a los niños a diferenciarlos. La prostitución infantil no figuró durante mucho tiempo como abuso infantil. Una de las consecuencias más importantes de sacar a la luz el abuso infantil en la familia es que retroactivamente muchos hombres y mujeres se ven ahora como alguien de quien se ha abusado sexualmente. Se da el fenómeno de ver retrospectivamente como abusos unos sucesos que no fueron conscientemente experimentados como tales. ¿Por qué no fueron denunciados en su momento? ¿Porque se gozó de ellos? Freud en el caso Emma de Estudios sobre la histeria, la pequeña que volvía a la panadería donde le habían tocado los genitales, describe dos momentos del trauma. El momento en que ocurrió realmente y cuando se resignifica posteriormente, siendo este segundo el que desencadena síntomas por episodios que en su momento no fueron “malos” y sólo retroactivamente fueron interpretados así (Hacking, 2001). Goodman en 1990 dirá “Alguien se ve ahora a sí mismo como sometido a abusos porque tiene un nuevo concepto en cuyos términos comprenderse a sí mismo”. Esto inaugura dos perspectivas: una, que los sucesos fueron vividos como “malos” en su momento y reprimidos, otra, que los sucesos no fueron “malos” en su momento, abriendo un interrogante sobre la responsabilidad del sujeto en esos acontecimientos.
El aumento de la violencia ya no de los adultos, sino infantil, se atribuye a los desplazamientos migratorios, primero, a los trabajos urbanos con exigencias extrañas a los ritmos rurales, después, a la incorporación de niños y adolescentes al trabajo extra-doméstico, a la participación de aquellos en episodios transgresores, a la no injerencia del Estado en los asuntos de familia. Los primeros tribunales de menores se crearon en Estados Unidos, en el estado de Illinois, en 1899. Anthony Platt, en su libro Los salvadores del niño o la invención de la delincuencia, afirma que estos tribunales representaban un intento punitivo, romántico e intrusivo de fiscalizar la vida de los adolescentes urbanos de clase baja y mantenerlos en su status de dependencia. Anticipo de lo que actualmente se llama Labelling approach, etiquetamiento. (Ver Intebi, 1998)
Actualmente en Gran Bretaña la quinta parte de los delitos son cometidos por menores. En EE.UU. mueren 16 niños por día por armas de fuego.
La respuesta tradicional por parte de las autoridades americanas ante el incremento de criminalidad ha ido en el sentido de acentuar el rigor del castigo. Luis Seguí (2000) afirma que se está retrocediendo más de un siglo al condenar a niños y adolescentes, pretendiendo bajar la edad penal a los once años en algunos estados, y relaciona esta política con la negativa de los Estados Unidos de suscribir la Convención Internacional sobre los derechos de la infancia.
Hay diversas hipótesis “científicas” sobre el aumento de la criminalidad en los niños difundidas elementalmente por los medios masivos de comunicación:
a) El profesor Brandon Certer Wall de la Escuela de Medicina Comunitaria de Washington dice: “si no hubiera televisión, hoy habría 10.000 asesinatos, 70.000 violaciones y 700.000 asaltos menos en EE.UU
b) Randy Nelson y Edward de Maeyer recurren a factores genéticos para explicar lo que conduciría a la violencia en el hombre. Enunciado de esta manera no explica el aumento. Es una afirmación muy general.
c) El decano del Instituto de Investigaciones Antropológicas de México dice que la violencia corresponde a factores educativos y culturales y no genéticos.
d) El profesor Fabricio Calvano propone como temas de futuro la disciplina y la autoridad. Así planteado no parece ser una causa o explicación de la criminalidad de la niñez –o su aumento.

Como vemos, distintas hipótesis científicas difundidas en forma elemental por los medios masivos de comunicación hacen que por la irrupción del delito en niños y adolescentes quede cuestionada la institución moderna de la infancia inocente, haciendo de ese modo vacilar uno de los supuestos del discurso jurídico: la inimputabilidad del niño. Esta infancia inocente fue cuestionada a principios de siglo por Sigmund Freud cuando introdujo un revulsivo intelectual, develando que existía una sexualidad infantil y que los niños lejos de ser aquellos seres ingenuos y asexuados que los puritanos habían inventado, son sujetos capaces de desear, de erotizarse, de buscar la satisfacción de sus pulsiones, e incluso de hacer el mal.
Estas cuestiones nos llevan a preguntarnos por el secreto profesional
1) Si bien ubicamos al niño como sujeto responsable, ¿desresponzabiliza esto a la familia? Podemos indicar que el eslabón más sufrido de estos fenómenos, el de la infancia, suele volverse inquietante puesto que la falta de coordenadas estables consigue agitar la violencia familiar al afectarse el circuito de los intercambios por la mutación de los lugares asignados.
2)Está comprobado que el Estado interviene cuando el niño es un peligro, pero ¿quién detecta cuando el niño está en peligro?
3)En relación con el secreto profesional, éste no rige cuando el consultante está en un serio riesgo, al punto de que la omisión de la denuncia puede constituir un delito de abandono de persona.
En el abuso sexual, otro nombre de la violencia ejercida sobre los cuerpos, el psicoanálisis se topa con un borde que requiere, como siempre, necesariamente la no neutralidad del analista, quien debe decidir con un acto. La decisión oscila entre, por una parte, el “ya no creo en mi neurótica” freudiano, cuando descubre que muchas veces el padre perverso de la histérica es una versión ligada a la fantasía inconsciente y, por otra parte, las circunstancias de la realidad que pueden poner en riesgo a la persona que consulta.
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