¿Cómo ha podido pasar? (Bosquejos sobre el discurso del odio en la política de hoy)
¿Cómo ha podido pasar?
(Bosquejos sobre el discurso del odio en la política de hoy)
Daniel Cena*
La encarnación del
Kakon
Hace 19 años se produjo un acontecimiento crucial
en la cultura moderna: el 9 de noviembre de 1989 los alemanes del este
comenzaron a cruzar la frontera de la Alemania democrática sin necesidad de
contar con un permiso especial. Este acto que se conoce como la caída del muro
de Berlín, en realidad significó el fin de una época y el inicio de una nueva
etapa política marcada por una nueva ética.
Sus efectos inmediatos fueron una serie de
acontecimientos políticamente trascendentales: la reunificación de Alemania, la
descomposición de la Unión Soviética, el fin de la guerra fría, la creación en
1993 de la comunidad europea y la puesta en vigor del tratado de Maastricht.
El resultado final fue el triunfo de los Estados
Unidos y la entronización del neoliberalismo a nivel planetario.
Diecinueve años después, el mundo se enfrenta a
una serie de desafíos impensables en aquel momento. En Europa uno de los
síntomas políticos fundamentales es el auge de la extrema derecha y el
neofascismo. En septiembre de 2018 la liga norte y el movimiento cinco estrellas
pactaron un gobierno de coalición en Italia. La liga norte obtuvo el mejor
resultado de su historia con más del 17% de los votos emitidos, para su triunfo
colaboraron otros partidos de marcado carácter fascista como “Los hermanos de
Italia”.
El regreso del discurso del odio y de la
intolerancia es hoy una realidad innegable. En muchos países de la unión europea
los partidos tradicionales se encuentran disputando el espacio electoral a una
serie de partidos “ultras”.
El triunfo de Brexit es otro de los resultados de
los efectos de los discursos nacionalistas y xenófobos. Una de las derivaciones
inmediatas del mismo ha sido una oleada de manifestaciones xenófobas con ataques
dirigidos contra musulmanes, polacos, españoles y otros extranjeros residentes
en el Reino Unido. Un informe del gobierno británico en octubre de 2016 daba
cuenta de que los crímenes de odio habían aumentado un 41% después del
referéndum. Los partidos de ultraderecha, algunos de ellos con una trayectoria
de años, como el Frente Nacional en Francia (llamado en la actualidad Agrupación
nacional), han incrementado el número de votantes a partir de una serie de
postulados: el rechazo de la inmigración ilegal, el aumento de la inseguridad
ciudadana, los efectos de la política de austeridad económica llevada a cabo por
Bruselas.
Una serie de circunstancias dramáticas, también
han favorecido este crecimiento: los efectos de la crisis financiera de 2008, la
corrupción de las instituciones, las consecuencias de la desestabilización del
mundo árabe y los efectos migratorios desde África hacia Europa. Y sin lugar a
duda los crueles atentados contra la población civil cometidos por el terrorismo
islámico.
La llegada de miles de refugiados procedentes en
su mayoría de Siria, a Alemania, Austria, y otros países de la Unión europea
produjo sin duda reacciones de solidaridad por una parte de la población local.
Pero también, fue utilizada por la extrema derecha, para transmitir una visión
amenazante en donde se ponía en juego la propia identidad nacional como
consecuencia de lo que consideraban una invasión en toda regla.
La acogida masiva de refugiados en Alemania
produjo un malestar profundo en gran parte de la población sobre todo en las
regiones del este. La aparición del movimiento,” Patriotas Europeos contra la
islamización de Occidente”, conocido por las siglas PEGIDA (Patriotische
Europäer gegen die Islamisierung des Abendlandes), fundado en Dresde en 2014, es
una muestra de ello.
La lista de partidos de extrema derecha en la
Europa comunitaria es amplia: Acampada nacional radical en Polonia, el
Movimiento para una Hungría mejor, (Jobbik) en Hungría, Agrupación Nacional
(Rassemblement national, RN) en Francia, la liga norte en Italia, el Partido por
la libertad en Holanda, Interés Flamenco (Vlaams Belang) en Bélgica, UKIP
(United Kingdom Independence Party) en el Reino Unido, Aurora Dorada en Grecia,
Partido Popular Danés (DF)en Dinamarca, Demócratas de Suecia
(Sverigedemokraterna), Alternativa para Alemania (AfD), el Partido de la
libertad de Austria (FPÖ), Vox en España. Algunos de ellos están agrupados en el
Eurogrupo llamado:” la Europa de las Naciones y las Libertades (ENF)”.
Esta lista por cierto no es exhaustiva, pero es
lo suficientemente amplia para hacerse una idea de lo extendido del fenómeno y
de la creciente amenaza para los valores supranacionales, multiculturales y de
tolerancia que aspiraba a representar la Unión Europea.
Fenómeno que como todos podemos verificar no se
limita al continente europeo, mientras escribía este artículo Jair Bolsonaro
obtenía el triunfo en las elecciones de Brasil.
Lo que ha sido denominado como “Neofascismo”
utiliza un discurso emocional y engañoso con relación a los grandes problemas
que debe resolver nuestra sociedad. Todos ellos exaltan un nacionalismo
excluyente que utiliza la segregación como un elemento central de su discurso.
Las variantes de la consigna “Primero, el propio pueblo” (por ejemplo, el ya
famoso eslogan del presidente Trump: America First!) acompañado de un discurso
de miedo y exclusión que conduce al rechazo del otro (bajo la lógica del
narcisismo de las pequeñas diferencias) o del racismo.
La función del pharmakos o del chivo expiatorio
se aplica sobre la población que carece del reconocimiento legal como ciudadanos
en los estados en el que residen: son los llamados “sin papeles” condenados por
lo tanto a la máxima exclusión social.
Los seguidores de estos partidos no son una clase
social, son un movimiento transversal que abarca numerosos estamentos sociales.
Son parte de los “expulsados de su lugar”, ellos mismos segregados por el
sistema. El rasgo que los identifica es la precariedad económica y el riesgo de
exclusión social. La angustia por un porvenir incierto y el estrago social
causado por las políticas neoliberales ha derivado en la solución del “chivo
expiatorio”. Esa angustia como señalaba Zygmunt Bauman se relacionaba con
fuerzas misteriosas de nombres desconcertantes como: “mercados financieros”,
“comercios globalizados “o “la prima de riesgo”. Los partidos de ultraderecha
han logrado encausar el malestar y el resentimiento de los segregados nativos
identificando a los extranjeros como los representantes de un goce nocivo a los
que hay que expulsar para salvaguardar el bienestar nacional. Su estrategia es
la de dividir a las clases populares mediante el discurso del odio y del pánico
identitario.
La ostentación del odio
En agosto de 2018 en Chemnitz, ciudad alemana
situada en el estado de Sajonia, la ultraderecha convocó a manifestarse contra
los inmigrantes por el asesinato de un ciudadano alemán en una reyerta con
extranjeros. La convocatoria se realizó a través de las redes sociales de grupos
neonazis llamando a manifestarse públicamente para demostrar “a los extranjeros
quién manda aquí”. La manifestación finalizó con graves disturbios
protagonizados por una turba que se lanzó a cazar inmigrantes.
En un artículo publicado por el diario el País de
Madrid, la periodista y filósofa alemana Carolin Emcke, declaraba: “Se odia más
abiertamente. Se ha abierto la veda. Ahora la gente exhibe con orgullo su
rechazo a los extranjeros. En la televisión y en la calle, el racismo ha llegado
al centro de la sociedad. Se ha roto el tabú. No solo en Alemania. El rechazo al
diferente y el repliegue identitario son “fenómenos globales”.[1]
La violencia ejercida en Chemnitz llevó a la
escritora a interrogarse sobre una novedad en la cultura actual: la ostentación
del odio expresado con un exhibicionismo desvergonzado: “Si hace unos años me
hubiesen preguntado si me podía imaginar que alguna vez se volvería a odiar con
tanta arrogancia, a hablar y a acosar de esta manera en nuestro país, me habría
parecido imposible. ¿Cómo ha podido pasar?[2]
La ostentación sin pudor del odio rompe el
consenso social alcanzado en Alemania en la postguerra con relación a los
crímenes cometidos por el nacional socialismo durante el transcurso de la
segunda guerra mundial. Delata en acto el olvido colectivo de la experiencia
trágica de dicha política sobre la humanidad. La ostentación del odio manifiesta
el declive del sentimiento de vergüenza y de la culpa en la civilización
contemporánea. Como ya ha sido señalado, Jacques Lacan anticipó en los años
sesenta el declive del sentimiento de vergüenza. Dicho declive está íntimamente
relacionado con los efectos de “evaporización” de la función paterna en la época
de la globalización.
La exhibición del “placer de odiar” es otro
indicio del cambio en la relación con el goce de la sociedad. Un goce que
irrumpe introduciendo el desorden en el vínculo social.
El discurso del odio y las redes
sociales.
Uno de los elementos de los que no se puede
prescindir al considerar la difusión en la actualidad de los discursos de odio
es su “transferencia” en las redes sociales. Creadas en la década de los noventa
como modo de enlace entre antiguos compañeros de colegios o universidades se han
transformado en el devenir de estos años, en un fenómeno global que desempeña en
la actualidad un papel decisivo en la difusión de todo tipo de ideas. En la
actualidad los políticos no pueden prescindir de su uso para programar sus
campañas. La psicología de masas del siglo XXI se realiza en gran medida
mediante la utilización de WhatsApp, Twitter, Facebook y otras plataformas
sociales. Por su intermedio se propagan los fenómenos de sugestión e
identificación que se producen en la actualidad. Y por supuesto la propagación
de mensajes: anónimos, violentos, obscenos, pornográficos o de incitación al
odio. Esta irrupción de goce indica que no se trata solamente de palabras; el
ardor, la pasión, la violencia que circula por las redes denota la deriva
pulsional en todos sus registros.
El periódico norteamericano “The New York Times”
publicaba el 2 de noviembre de 2018, un artículo titulado “El discurso del odio
inunda las redes sociales y no hay respuesta para combatirlo”. En él analiza y
describe el lado oscuro de las redes sociales difundidas por las compañías de
Silicon Valley. Las dificultades para consolidar una política apropiada contra
el discurso del odio es algo que produce verdaderos quebraderos de cabeza en
Twitter, Facebook, o You Tube
Como ejemplos recientes, se mencionan en dicho
artículo, el diluvio de imágenes y videos antisemitas divulgados el 29 de
octubre en la plataforma Instagram después de los asesinatos en la sinagoga
“Tree of life” en Pittsburgh. O lo acontecido en Brasil durante la campaña
electoral con la difusión masiva de información falsa contra el candidato
Fernando Haddad.
El uso del anonimato en la difusión de mensajes
en las redes ha facilitado la posibilidad de hacer circular los mensajes de odio
o difamatorios en forma masiva. Cualquier lector de periódicos o publicaciones
que admiten los comentarios de sus lectores por internet puede comprobar que
esto también sucede bajo la cobertura del seudónimo. La mayoría de dichos
comentarios son vulgares, violentos y descalificadores. Mediante el anonimato o
la cobertura del seudónimo se despoja el uso de la palabra de todo tipo de
inhibiciones, a tal punto que muchos usuarios han comparado su efecto al
resultado producido por el alcohol o las drogas. De hecho, está práctica sirve
para vehiculizar un más allá de la palabra, sirve para transferir un verdadero
goce pulsional.
Si la identificación es el mecanismo clave de la
política; en las redes se puede constatar que se trata de la propagación de una
identificación sobre la base pulsional, en donde está en juego el cuerpo.
Alteración de los ideales
El predominio del empuje al goce se manifiesta en
las redes como un goce especial y un modo de vincularse con el otro en donde se
prescinde de la responsabilidad subjetiva bajo la máscara del anonimato o el
seudónimo con efectos negativos para el vínculo social.
El marco ideológico que alimenta al odio desde la
extrema derecha se ha globalizado, nutre las posiciones nacionalistas o
excluyentes que aspiran al Uno y a la eliminación de lo heterogéneo.
Nacionalismo, identidad y racismo vuelven
nuevamente a cobrar un protagonismo amenazante para la convivencia en la
diversidad de goces que constituye la lógica de la sociedad democrática.
La exhibición sin disimulo del odio en la cultura
contemporánea se extiende en forma planetaria en un sinfín de enunciaciones y
actos de la política de hoy. La incitación al odio ha pasado a ser expresada por
las autoridades políticas sin ningún tipo de vergüenza. La calumnia, las
noticias falsas o la difamación constituyen hoy los “medios” corrientes que se
utilizan en la lucha contra el adversario político.
Este “uso” de la palabra cortocircuita una de sus
funciones que es la de mediación en la relación entre el sujeto y el otro, la
degrada a la vertiente del goce expresada en el insulto o en la injuria.
Sabemos por la clínica que el insulto se
manifiesta en los momentos del desfallecimiento del Otro como lugar del
significante y que aspira a la reducción del otro al lugar del desecho, del
objeto (a), como modo de cernir lo indecible. Acompaña en muchas ocasiones a los
estados de cólera. En la psicosis es un fenómeno derivado de la forclusión del
nombre del padre.
Este síntoma que se repite sin cesar en la
confrontación política contemporánea, planteada en los términos de “nosotros” o”
ellos”, o “amigo” o “enemigo” sitúa la acción política en el plano imaginario
del estadio del espejo. Ya no se trata del debate ideológico o de ideas. Lo
constatable es que la incitación al odio se ha establecido en el momento actual
de la cultura como una práctica y un modo de vincularse en el límite mortal de
la confrontación especular.
Los líderes políticos de extrema derecha se
presentan hoy como el reverso de “los muchachitos sonrientes” de los años
noventa que encarnaban un nuevo tipo de liderazgo. Las características de esos
políticos al estilo de Tony Blair o Bill Clinton eran descriptas como:
amigables, sociables, parlanchinas, y de pares de todos.[3] En año 2018, podemos ver que los semblantes han cambiado,
basta como ejemplo el presidente de los Estados Unidos: Donald Trump.
*Psicoanalista de la AMP (ELP)
Fotografía seleccionada por el editor del
blog
Bibliografía consultada
Beck Ulrich- Una Europa alemana- Ediciones
Paidós- (2012)
Zygmunt Bauman “En busca de la política” Fondo de
cultura económico- México. 2002
Jacques-Alain Miller “Nota sobre la Vergüenza”
Revista Freudiana nº39- Barcelona 2004
Jacques-Alain Miller. “El otro que no existe y
sus comités de ética” Paidos Ibérica 2005
Eric Laurent- “La vergüenza y el odio de sí”
Revista Freudiana nº39-Barcelona 2004
Eric Laurent “El reverso de la biopolítica”
Grama ediciones-Olivos-2016
[1] Entrevista realizada a Carolin Emcke en el diario El País de
Madrid el 26 de mayo de 2017 con motivo de la publicación de su libro “Contra el
odio”
[2] Carolin Emcke “La normalización del odio” diario el El País.
Madrid 23 de septiembre de 2018
[3] Jaques-Alain Miller con la colaboración de Eric Laurent- “El
otro que no existe y sus comités de Ética” Paidos Ibérica 2005
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