Compartimos la elaboración
colectiva de un texto que es el resultado de dos años de trabajo del
Departamento de Estudios Psicoanalíticos sobre la Violencia (VEL). En este periodo el Departamento se dedicó a la
investigación de “Los lazos sexuales en el siglo XXI. Violencia de género y
femicidio”
(primera parte)
Violencia de Género
El género y los cuerpos
sexuados
Una historia de los “Estudios de Género” ya fue desplegada en varias
publicaciones[1],
a modo de introducción sólo puntuaremos
algunas nociones de dos de sus representantes más importantes.
Judith Butler, en “El género en disputa”, discute las cuestiones del
género alejándose de las posiciones esencialistas y constructivistas.
Buscando un instrumento de deconstrucción del “poder hegemónico
heterocentrado” subraya el carácter performativo de la sexualidad y del género,
entendido como el poder reiterativo y referencial del discurso para producir los fenómenos que
regula e impone. Este proceso, vinculado con la hegemonía heterosexual, produce
cuerpos que importan y cuerpos abyectos, rechazados, impensables, que son
invisibilizados y no alcanzan inteligibilidad cultural (gays, lesbianas,
transexuales, intersexuales, minorías raciales, etc.)
Beatriz Preciado en “Testo Yonqui” vincula la invención de la
categoría de género con lo que denomina el “nuevo régimen fármaco pornográfico”,
desarrollando un análisis sexo-político de la economía mundial.
La desidentificación
crítica.
Preciado comunica los efectos de una experiencia que denomina
“ensayo corporal” que consiste en la autoadministración de testosterona. Luego
de adquirir una serie de caracteres masculinos, pasó a nombrarse Paul.
Siendo crítica al género masculino, justifica este “ensayo” desplegando
su goce de la disidencia de género. Nunca se sintió mujer, pero no busca ser
hombre, puesto que se postula como una especie de ateo del sistema sexo-género.
Lo dice así: “No creo que exista la
feminidad ni la masculinidad, sólo son ficciones políticas normativas. (…) Para
mí la masculinidad no es un origen; yo no estoy buscando el hombre que yo era
(…) esto de la reversibilidad está clarísimo: alguien puede tomar dosis de
hormonas seis meses, dejarlas, retomarlas, volver a tener la regla, quedar
embarazado… Es decir, en principio, nada impediría que alguien pudiera estar en
un proceso de producción y modulación de género”.[2]
Ciencia y Capitalismo
Según Preciado “la era fármaco pornográfica” sitúa a la industria
farmacéutica y la pornografía como los
medios a través de los cuales las burocracias gubernamentales desarrollan una
nueva gestión política y técnica del cuerpo, del sexo y de la sexualidad.
El dispositivo pornográfico promueve una sexualidad para el
espectáculo, donde lo público implica siempre la posibilidad de su
comercialización, asegurando un consumo que se encuentra a disposición de
cualquiera que tenga acceso a la red a través de múltiples soportes:
televisión, computadoras, telefonía celular etc.
De la industria farmacéutica se destacan los bajos costos de la
fabricación y los montos importantes que se dedican a la investigación y
desarrollo de nuevos productos, no por necesidades sanitarias sino según los
cálculos de rentabilidad.
La testosterona, junto con la oxitocina, la serotonina, el
estrógeno, son un conjunto de moléculas disponibles para fabricar la
subjetividad y sus afectos. Por fuera de estas ecologías somatopolíticas que
regulan el género y la sexualidad, no hay hombres ni mujeres, del mismo modo
que no hay heterosexualidad ni homosexualidad. La biotecnología y las técnicas
quirúrgicas intervienen sobre el cuerpo, los órganos, los tejidos y las
moléculas, a partir de las que se fabrica una nueva apariencia de naturaleza.
Más allá de sus diferencias, Butler y Preciado, coinciden al
criticar a las nominaciones identitarias.
Los géneros
lacanianos
Los
psicoanalistas, un poco azorados, asistimos en la actualidad a una especie de
pulverización, un estallido del significante “género”.
En este apartado nos ubicaremos en un tiempo anterior y
posterior al de la sexuación. Rescataremos algunas elaboraciones de Lacan sobre
el género para demostrar que en ellas hay muchos argumentos para responder,
antes y ahora, a los “estudios de género y sus políticas.” Con más de veinte
referencias, el género en Lacan ha caído en el olvido, perdiéndonos algunas
intervenciones significativas que permitirían renovadas respuestas.
Tomemos cuatro
indicaciones de manera muy breve.
El género
en relación a la histeria
En el
Seminario 24, comentando las equivocaciones de género en el lenguaje, Lacan
dice: “Pues es mi caso. Yo también, no tengo más que un inconsciente (...)
Eso no quiere decir nada más. Yo no consisto más que en un inconsciente en el
cual pienso noche y día, lo que hace que l'une-bévue devenga inexacta — ¡hago
tan pocas equivocaciones (bévues)!. Por supuesto, las cometo cada tanto, me
sucede decir en un restaurante. La señorita está reducido a no comer sino
cangrejos a nado. En tanto que llegamos a cometer un error de este género, eso
no va lejos. Al fin de cuentas, soy un histérico perfecto, es decir sin
síntomas, salvo cada tanto este error de género. De todos modos, hay algo que
distingue a la histérica de mí. Voy a tratar de presentárselos”
Esta histeria
de Lacan, llamada por él mismo histeria perfecta, es la que no tiene síntomas,
por eso los errores de género que
comete no van lejos, es decir, no llaman al sentido, al cuestionamiento por el
ser o por el género, al contrario de las histerias de conversión freudianas que
llaman a la interpretación, convirtiendo esos “errores” en lapsus que buscan
sentido.
La histeria
perfecta no está sostenida en el amor al padre, sin embargo, no está libre de
los errores del género en el lenguaje.
Constatamos
así dos errores de género muy distintos: uno que apunta a la identidad sexual y
el otro puramente gramatical.
El género
con relación al incauto
En el
Seminario 21 Lacan construye la oposición entre incautos y no incautos. El
incauto acepta ser tomado por el saber inconsciente, en cambio el no incauto
rechaza estar tomado por el inconsciente.
El incauto del
inconsciente se ubica del lado del error, de los desechos de la vida anímica
situados por Freud. También está del lado de la repetición y de lo imposible.
El no incauto
del inconsciente, al no pasar por el significante, su determinación queda del
lado de la errancia. Quizás podamos ubicar aquí a los representantes de los
Estudios de género, en tanto parecen desconocer al sujeto del inconsciente.
El género
con relación al lenguaje
En el
Seminario 19 dice: “Ellos (la niña y el niño) no se reconocen como seres
hablantes (…) Lógicamente, lo importante es que se distinguen. Yo no lo negaba,
pero es un deslizamiento. Lo que yo no negaba no es justamente eso. Se los
distingue, no son ellos quienes se distinguen”.
Se los
distingue por medio del lenguaje.
Actualmente
los teóricos del género y de la teoría queer no sólo inventaron nuevos géneros
sino que han creado nuevas formas de nombrar al género o la no identidad con el
lenguaje. Por ejemplo se usa la @ en el lugar de la vocal que ubica al género,
entonces se escribe: niñ@, tod@s, ell@s, nosotr@s pero existen dificultades
para los pronombres singulares (él o ella) y para el lenguaje oral, porque el
signo @ no se lo puede decir, entonces inventaron “todes” en lugar de todos. Se
intenta romper con las nominaciones identitarias inventando otras formas de
nombrar.
Lacan mantiene
la cuestión del género como semblante y no con el reduccionismo nominalista de
los estudios de género.
Bassols plantea[3]
que lo femenino es neutro y singular, no tiene género y escapa a cualquier
intento de simbolización del lenguaje por lo que no se puede pluralizar. Para
la teoría del género y la teoría queer la diferencia sexual está en el género
como un significante amo, en cambio para Lacan la diferencia sexual es lo que
no está en el significante.
La
identidad de género
Lacan en el
Seminario 18[4]
comenta:“La identidad de género no es
otra cosa que lo que acabo de expresar con estos términos, el hombre y la
mujer…Para comprender el hincapié que se hace a estas cuestiones, en esta
instancia debe percibirse que lo que define al hombre es su relación con la
mujer, e inversamente. Nada nos permite extraer estas definiciones del hombre y
de la mujer de la totalidad de la experiencia hablante…Para el muchacho, se
trata en la adultez de hacer de hombre. Esto es lo que constituye la relación
con la otra parte”
Constatamos
que Lacan define a la identidad de género por el semblante, esto es por “el
hacer de”, por el “dar signos de que se lo es”, más allá de toda identificación
nominalista.
¿La violencia
de género es una epidemia?
La violencia
de género puede sostenerse en dos formas de epidemias.
La freudiana,
que se contagia por identificación y que, como plantea Bassols, se puede
propagar según el tratamiento que se le otorgue (por ej. el mediático).
Otra forma de
epidemia es mediante la nominación. Una nominación que en lugar de cumplir una
función de anudamiento limitando el goce, por el contrario “esparce goce” [5]
Como lo señala E.
Laurent, el soporte del despliegue de las epidemias actuales son las
nominaciones sociales. En la época del Otro que no existe el goce ya no es
regulado por la nominación simbólica que introduciría únicamente el Nombre del
Padre, en su lugar se producen nominaciones contemporáneas como estilo de goces
que se juntan en comunidades o agrupamientos más o menos parecidos.[6]
Como efecto producen “fabricaciones de clases inestables” cuya función es
“etiquetar” el goce del síntoma del sujeto, tal como sucede con el DSM.
Laurent agrega: “La tendencia de este nominalismo
contemporáneo sería la de inscribir los cuerpos en un sistema clasificatorio de
modo tal que encuentren su lugar, su estilo de goce, dentro de una distribución
dispuesta por el sistema del derecho”.[7]
Observemos que muchas
mujeres que pasan por distintas situaciones de violencia quedan situadas como
“víctimas de la violencia”, nominación imaginaria que resulta una trampa o una
limitación de su propia palabra que queda reducida a la denuncia, o sólo como
un testimonio que sirva para la verificación de los hechos como mera verdad de
lo acontecido.
Hay casos notables en
los que el sujeto toma al hecho de violencia como aquel que le da una identidad
inmediata. Según la tesis de Pierre Rosanvallon la sociedad no ofrece soportes
estables mediante los cuales los individuos puedan construir sus identidades
constituyéndose así un vacío que se tiende a completar con nuevos semblantes,
bajo la promoción de nuevas identidades. Es lo que se denomina una “demiurgia social”.[8]
No hay comentarios:
Publicar un comentario