sábado, 19 de marzo de 2016

Departamento de Estudios Psicoanalíticos sobre Violencia Texto colectivo

Compartimos la elaboración colectiva de un texto que es el resultado de dos años de trabajo del Departamento de Estudios Psicoanalíticos sobre la Violencia (VEL).  En este periodo el Departamento se dedicó a la investigación de “Los lazos sexuales en el siglo XXI. Violencia de género y femicidio”  

(primera parte)

Violencia de Género
El género y los cuerpos sexuados
Una historia de los “Estudios de Género” ya fue desplegada en varias publicaciones[1], a modo de introducción  sólo puntuaremos algunas nociones de dos de sus representantes más importantes.
Judith Butler, en “El género en disputa”, discute las cuestiones del género alejándose de las posiciones esencialistas y constructivistas.
Buscando un instrumento de deconstrucción del “poder hegemónico heterocentrado” subraya el carácter performativo de la sexualidad y del género, entendido como el poder reiterativo y referencial  del discurso para producir los fenómenos que regula e impone. Este proceso, vinculado con la hegemonía heterosexual, produce cuerpos que importan y cuerpos abyectos, rechazados, impensables, que son invisibilizados y no alcanzan inteligibilidad cultural (gays, lesbianas, transexuales, intersexuales, minorías raciales, etc.)
Beatriz Preciado en “Testo Yonqui” vincula la invención de la categoría de género con lo que denomina el “nuevo régimen fármaco pornográfico”, desarrollando un análisis sexo-político de la economía mundial. 
La desidentificación crítica.
Preciado comunica los efectos de una experiencia que denomina “ensayo corporal” que consiste en la autoadministración de testosterona. Luego de adquirir una serie de caracteres masculinos, pasó a nombrarse Paul.
Siendo crítica al género masculino, justifica este “ensayo” desplegando su goce de la disidencia de género. Nunca se sintió mujer, pero no busca ser hombre, puesto que se postula como una especie de ateo del sistema sexo-género. Lo dice así: “No creo que exista la feminidad ni la masculinidad, sólo son ficciones políticas normativas. (…) Para mí la masculinidad no es un origen; yo no estoy buscando el hombre que yo era (…) esto de la reversibilidad está clarísimo: alguien puede tomar dosis de hormonas seis meses, dejarlas, retomarlas, volver a tener la regla, quedar embarazado… Es decir, en principio, nada impediría que alguien pudiera estar en un proceso de producción y modulación de género”.[2]
Ciencia y Capitalismo
Según Preciado “la era fármaco pornográfica” sitúa a la industria farmacéutica y  la pornografía como los medios a través de los cuales las burocracias gubernamentales desarrollan una nueva gestión política y técnica del cuerpo, del sexo y de la sexualidad.
El dispositivo pornográfico promueve una sexualidad para el espectáculo, donde lo público implica siempre la posibilidad de su comercialización, asegurando un consumo que se encuentra a disposición de cualquiera que tenga acceso a la red a través de múltiples soportes: televisión, computadoras, telefonía celular etc. 
De la industria farmacéutica se destacan los bajos costos de la fabricación y los montos importantes que se dedican a la investigación y desarrollo de nuevos productos, no por necesidades sanitarias sino según los cálculos de rentabilidad. 
La testosterona, junto con la oxitocina, la serotonina, el estrógeno, son un conjunto de moléculas disponibles para fabricar la subjetividad y sus afectos. Por fuera de estas ecologías somatopolíticas que regulan el género y la sexualidad, no hay hombres ni mujeres, del mismo modo que no hay heterosexualidad ni homosexualidad. La biotecnología y las técnicas quirúrgicas intervienen sobre el cuerpo, los órganos, los tejidos y las moléculas, a partir de las que se fabrica una nueva apariencia de naturaleza.
Más allá de sus diferencias, Butler y Preciado, coinciden al criticar a las nominaciones identitarias.  
Los géneros lacanianos
Los psicoanalistas, un poco azorados, asistimos en la actualidad a una especie de pulverización, un estallido del significante “género”.
En este apartado nos ubicaremos en un tiempo anterior y posterior al de la sexuación. Rescataremos algunas elaboraciones de Lacan sobre el género para demostrar que en ellas hay muchos argumentos para responder, antes y ahora, a los “estudios de género y sus políticas.” Con más de veinte referencias, el género en Lacan ha caído en el olvido, perdiéndonos algunas intervenciones significativas que permitirían renovadas respuestas.
Tomemos cuatro indicaciones de manera muy breve.
El género en relación a la histeria
En el Seminario 24, comentando las equivocaciones de género en el lenguaje, Lacan dice: “Pues es mi caso. Yo también, no tengo más que un inconsciente (...) Eso no quiere decir nada más. Yo no consisto más que en un inconsciente en el cual pienso noche y día, lo que hace que l'une-bévue devenga inexacta — ¡hago tan pocas equivocaciones (bévues)!. Por supuesto, las cometo cada tanto, me sucede decir en un restaurante. La señorita está reducido a no comer sino cangrejos a nado. En tanto que llegamos a cometer un error de este género, eso no va lejos. Al fin de cuentas, soy un histérico perfecto, es decir sin síntomas, salvo cada tanto este error de género. De todos modos, hay algo que distingue a la histérica de mí. Voy a tratar de presentárselos”
Esta histeria de Lacan, llamada por él mismo histeria perfecta, es la que no tiene síntomas, por   eso los errores de género que comete no van lejos, es decir, no llaman al sentido, al cuestionamiento por el ser o por el género, al contrario de las histerias de conversión freudianas que llaman a la interpretación, convirtiendo esos “errores” en lapsus que buscan sentido.
La histeria perfecta no está sostenida en el amor al padre, sin embargo, no está libre de los errores del género en el lenguaje.
Constatamos así dos errores de género muy distintos: uno que apunta a la identidad sexual y el otro puramente gramatical.
El género con relación al incauto
En el Seminario 21 Lacan construye la oposición entre incautos y no incautos. El incauto acepta ser tomado por el saber inconsciente, en cambio el no incauto rechaza estar tomado por el inconsciente.
El incauto del inconsciente se ubica del lado del error, de los desechos de la vida anímica situados por Freud. También está del lado de la repetición y de lo imposible.
El no incauto del inconsciente, al no pasar por el significante, su determinación queda del lado de la errancia. Quizás podamos ubicar aquí a los representantes de los Estudios de género, en tanto parecen desconocer al sujeto del inconsciente.
El género con relación al lenguaje
En el Seminario 19 dice: “Ellos (la niña y el niño) no se reconocen como seres hablantes (…) Lógicamente, lo importante es que se distinguen. Yo no lo negaba, pero es un deslizamiento. Lo que yo no negaba no es justamente eso. Se los distingue, no son ellos quienes se distinguen”.
Se los distingue por medio del lenguaje.
Actualmente los teóricos del género y de la teoría queer no sólo inventaron nuevos géneros sino que han creado nuevas formas de nombrar al género o la no identidad con el lenguaje. Por ejemplo se usa la @ en el lugar de la vocal que ubica al género, entonces se escribe: niñ@, tod@s, ell@s, nosotr@s pero existen dificultades para los pronombres singulares (él o ella) y para el lenguaje oral, porque el signo @ no se lo puede decir, entonces inventaron “todes” en lugar de todos. Se intenta romper con las nominaciones identitarias inventando otras formas de nombrar. 
Lacan mantiene la cuestión del género como semblante y no con el reduccionismo nominalista de los estudios de género.
Bassols plantea[3] que lo femenino es neutro y singular, no tiene género y escapa a cualquier intento de simbolización del lenguaje por lo que no se puede pluralizar. Para la teoría del género y la teoría queer la diferencia sexual está en el género como un significante amo, en cambio para Lacan la diferencia sexual es lo que no está en el significante.
La identidad de género
Lacan en el Seminario 18[4] comenta:“La identidad de género no es otra cosa que lo que acabo de expresar con estos términos, el hombre y la mujer…Para comprender el hincapié que se hace a estas cuestiones, en esta instancia debe percibirse que lo que define al hombre es su relación con la mujer, e inversamente. Nada nos permite extraer estas definiciones del hombre y de la mujer de la totalidad de la experiencia hablante…Para el muchacho, se trata en la adultez de hacer de hombre. Esto es lo que constituye la relación con la otra parte”
Constatamos que Lacan define a la identidad de género por el semblante, esto es por “el hacer de”, por el “dar signos de que se lo es”, más allá de toda identificación nominalista.
¿La violencia de género es una epidemia?
La violencia de género puede sostenerse en dos formas de epidemias.
La freudiana, que se contagia por identificación y que, como plantea Bassols, se puede propagar según el tratamiento que se le otorgue (por ej. el mediático).
Otra forma de epidemia es mediante la nominación. Una nominación que en lugar de cumplir una función de anudamiento limitando el goce, por el contrario “esparce goce” [5]
Como lo señala E. Laurent, el soporte del despliegue de las epidemias actuales son las nominaciones sociales. En la época del Otro que no existe el goce ya no es regulado por la nominación simbólica que introduciría únicamente el Nombre del Padre, en su lugar se producen nominaciones contemporáneas como estilo de goces que se juntan en comunidades o agrupamientos más o menos parecidos.[6] Como efecto producen “fabricaciones de clases inestables” cuya función es “etiquetar” el goce del síntoma del sujeto, tal como sucede con el DSM.
Laurent agrega: “La tendencia de este nominalismo contemporáneo sería la de inscribir los cuerpos en un sistema clasificatorio de modo tal que encuentren su lugar, su estilo de goce, dentro de una distribución dispuesta por el sistema del derecho”.[7]
Observemos que muchas mujeres que pasan por distintas situaciones de violencia quedan situadas como “víctimas de la violencia”, nominación imaginaria que resulta una trampa o una limitación de su propia palabra que queda reducida a la denuncia, o sólo como un testimonio que sirva para la verificación de los hechos como mera verdad de lo acontecido.
Hay casos notables en los que el sujeto toma al hecho de violencia como aquel que le da una identidad inmediata. Según la tesis de Pierre Rosanvallon la sociedad no ofrece soportes estables mediante los cuales los individuos puedan construir sus identidades constituyéndose así un vacío que se tiende a completar con nuevos semblantes, bajo la promoción de nuevas identidades. Es lo que se denomina una “demiurgia social”.[8] 




[1] Blog del VEL, ver artículos sobre el tema.
[2] Revista Ñ Nº612.
[3] Bassols Miquel, Lo femenino, entre centro y ausencia
[4] Lacan, J:  Seminario 18, p. 31
[5] Graciela Brodsky, Epidemias contemporáneas Revista Efecto Mariposa p.71
[6] Laurent E: El reverso del síntoma histérico p. 21
[7] Idem: p.22
[8] Mandil, Ram: Las epidemias y la demiurgia de lo social Revista Efecto Mariposa.

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