María Elisa Banzato, Gustavo Kroitor,
Patricia Sawicke y Susana Masoero.
Hace
más de 7 años cuando comenzábamos con el
departamento de violencia, entendíamos que el punto de partida en un departamento de investigación, consistía
en una posición de ignorancia sobre aquello que vamos a investigar.
El
término “violencia” no es un concepto
propio del psicoanálisis, lo que implica un esfuerzo de elaboración para poder
trabajar con él.
El
tema que nos convoca hoy en estas jornadas es “Machismo, Feminismo, el género
en cuestión”, Y por supuesto, en relación a estos temas hablar de “violencia”.
Para
comenzar quisiéramos referirnos a la necesidad de poner en cuestión que quieren
decir estos términos, ya que como todo significante que se usa masivamente es
posible que no todos nos estemos refiriendo a lo mismo cuando hablamos de ello.
Los significantes adquieren distinta significación social a través de las
épocas.
Tenemos
la impresión que el uso habitual, el de la calle si quieren, al referirse al
feminismo, le da una connotación positiva, al referirse con ello a la lucha de
los derechos de las mujeres, mientras que cuando se habla de machismo, tiene
una connotación negativa, y se lo relaciona con la violencia hacia las mujeres.
A
partir de esta idea, “Violencia de genero” se piensa como la violencia ejercida
por los hombres en contra de las mujeres por el hecho de ser mujeres.
Pensar
desde el psicoanálisis sobre estas cuestiones, no consiste en oponernos, sino
en pensar de que manera podemos contribuir al debate desde lo que es especifico
de nuestro campo.
En
este sentido Freud en el curso de su investigación sobre la feminidad tuvo que
salir a aclarar que no tenía ninguna intención de degradar a la mujer. Dijo:
“No es
ocioso, quizá, que lo asegure: nada más lejos de mí, en esta pintura de la vida
amorosa femenina, que la tendencia a menospreciar a la mujer… estoy dispuesto a
conceder que un número indeterminado de mujeres aman según el modelo masculino
y también despliegan la correspondiente sobrestimación sexual”[1].
Desde
este momento de la teorización de Freud a las formulas de la sexuación en Lacan
no hemos hecho otra cosa que darle un lugar al misterioso goce femenino.
Desde
luego, estamos de acuerdo con lo que la ONU ha dado en llamar el empoderamiento
de la mujer, lo que significa el acceso a condiciones igualitarias de
producción. Decimos que estamos de
acuerdo en la igualdad de derechos, el derecho a votar, a tener igual salario
por igual trabajo, igual trato ante la justicia, etc., etc. Pero tal como lo plantea Patricio Alvarez
ante la ONU, sólo podemos pensar en esta igualdad a partir de reconocer sus
diferencias. Diferencias que en psicoanálisis, especialmente en la orientación
lacaniana se van a ubicar respecto del goce.
Para
el psicoanálisis siempre se trató de una diferencia, que impactó a Freud por el
simple hecho de que se le ocurrió escuchar a las mujeres. Su trabajo lo llevó a
señalar lo inubicable del goce femenino que se manifiesta en algunas frases
como:
“…la
expresión «libido femenina» carece de todo justificativo”[2]
“…la vida sexual de la mujer adulta sigue siendo un dark continent {continente negro} para la psicología”[3]
“Pues bien; el psicoanálisis, por su particular naturaleza, no pretende describir qué es la mujer -una tarea de solución casi imposible para él”[4]
“…la vida sexual de la mujer adulta sigue siendo un dark continent {continente negro} para la psicología”[3]
“Pues bien; el psicoanálisis, por su particular naturaleza, no pretende describir qué es la mujer -una tarea de solución casi imposible para él”[4]
Lacan
en su seminario Aun nos muestra sus formulas de la sexuación que son formulas
para introducir la diferencia en los modos de gozar. Así al hombre lo ubicó con relación al modo
de goce fálico que consiste en un goce contable y localizable, en la ética del
justo medio, fetichista y atado al plus de gozar, medible y cuantificable, ordenado por una ley.
En definitiva, por un goce unido al lenguaje y a lo simbólico. No hay aquí ningún
machismo, ya que el goce del lado hombre supone una debilidad al estar atrapado
en los enredos del lenguaje. Mientras que el goce femenino es más opaco, no
decible ni localizable, infinito, excesivo, ilimitado, llamado “Otro goce”. Este
es un goce del que no se puede decir, así
Lacan, sostiene que se lo mal-dice[5].
No se lo puede poner en palabras, pero se lo rechaza.
J.A.
Miller nos dice que el racismo no es
otra cosa que el odio al goce del Otro[6],
y en este sentido, podemos pensar que el goce femenino siempre es Otro Goce. La
segregación de la mujer no es otra cosa que una forma de racismo.
Pero
también nos advierte Miller que el Otro es Otro dentro de mi mismo[7]
lo que nos permite pensar que en la
segregación a la mujer hay un odio al propio goce.
Hablemos
de violencia
Nos
parece que mientras habitualmente se
considera a la violencia como un hecho de excepción, Freud muestra que es constitutiva del ser humano,
del ser hablante.
En el malestar en la cultura Dice:
“el prójimo no es solamente un
posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la
agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin
su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle
dolores, martirizarlo y asesinarlo. ¿Quién,
en vista de las experiencias de la vida y de la historia, osaría poner en
entredicho tal apotegma?”[8]
Como
sabemos, la violencia es cuestión de la pulsión de muerte, y en consecuencia
inseparable de las cuestiones del goce.
En
este sentido Lacan se refirió tempranamente en su seminario sobre las
formaciones del inconsciente, a la
violencia como lo contrario de la palabra, y nosotros tomamos su definición de
violencia como una guía en nuestro trabajo.
Dice:
“Para recordar cosas inmediatamente
evidentes, la violencia es ciertamente lo esencial en la agresión, al menos en
el plano humano. No es la palabra, incluso es exactamente lo contrario. Lo que
puede producirse en una relación interhumana es o la violencia o la palabra. Si
la violencia se distingue en su esencia de la palabra, se puede plantear la
cuestión de saber en qué medida la violencia propiamente dicha…puede ser
reprimida”[9]
Y
como dijimos anteriormente el goce femenino por estar fuera de la palabra puede
convocar a fenómenos de violencia.
La
relación sexual no existe, es la forma de
decir sobre este desarreglo entre los sexos pensando desde las formas de
Gozar, y en este sentido el goce femenino, puede resultar insoportable para un varón.
(Para quien este del lado hombre de las formulas). Así de esta forma podemos
coincidir (irónicamente) con la teoría del femicidio, donde se trata de matar a
una mujer por el hecho de ser mujer, de una violencia desencadenada no contra
las mujeres, sino contra un Modo de
gozar.
A
partir de esto “Machismo” “Feminismo”
“Violencia” son términos que desde el psicoanálisis tenemos que repensarlos a
partir del goce.
Desde
las formulas de la sexuación, a nivel del inconsciente hay un rechazo de lo
femenino en la representación del goce. Por eso el hombre, mejor dicho, quien
está del lado hombre (Una mujer puede estarlo si le place[10])
aborda a la mujer como objeto. Es por esto por lo que el hombre no se relaciona
con la mujer sino con una parte. Así,
junto a las cuestiones del goce debemos
considerar las cuestiones del falo y del objeto.
La
relación sexual no existe, lo repetimos una y otra vez. Como no existe se
requiere un contexto social para organizarla, la ley que dice qué se puede y
qué no se puede. Es la ley la que
introduce la igualdad de los sexos al nivel del significante. El discurso del derecho es un discurso sobre el reparto de goce, pero
bajo el modo masculino, es decir bajo el
modo simbólico[11].
El discurso jurídico es un discurso de la igualdad a nivel del significante dejando
de lado lo que llamamos “El Otro goce”. El sujeto puede decidir ir a la justicia o al
psicoanalista[12]
para encontrar un modo más soportable de vivir la pulsión. Cualquier
explicación sobre los fenómenos de violencia entre los sexos debe tener en
cuenta esta consideración.
Hablemos
de violencia de Género, o mejor dicho de violencia entre los sexos. J.A. Miller
propone pensar en diferentes tipos de de pareja[13]
: La pareja imaginaria, la simbólica, la fantasmática, la sintomática, y
finalmente la que nos parece de mayor importancia, “el partenaire síntoma”
Consideramos
especialmente el sintagma “Partenaire
síntoma” ya que el síntoma es lo que permite que los dos sexos se vuelvan
parteniare. Es decir que el modo de gozar de uno debe tener consonancia con el
modo de gozar del otro. Entendemos que para
explicar los fenómenos de violencia hay que ubicarla a partir de cómo coexisten
los goces.
Partenaire
síntoma quiere decir también que el síntoma permite que el
amor se dirija a algo distinto de la imagen y la palabra del Otro. En el caso
del hombre se dirige al objeto a, por eso hace de una mujer un síntoma. “El
hombre hace el amor con su icc”[14]
Así Lacan con las formulas de la sexuación conserva
al falo pero redefinido en términos de goce.
Si se llevan tan mal ¿por qué no se separan? Porque
de lo que no se pueden separar, es de la pareja de goce. Pensamos que en toda consideración sobre la violencia en la pareja no puede dejarse de
lado está cuestión.
Según
el diccionario de la Real Academia, Genero: Conjunto de seres que tienen uno o
varios caracteres comunes. Clase o tipo al que pertenecen personas o cosas.
Es
decir que género apunta al conjunto, y para el psicoanálisis se trata de una
por una y no de un conjunto que constituya un género. Entonces el genero es una
cuestión de lo social.
La
posición femenino-masculino no es un determinismo biológico. Es una
distribución como efecto de la castración y como una modalidad de goce, fálico,
no-fálico. Fálico-castrado
Entonces
el psicoanálisis por ser el único que se ocupa de las experiencias de Goce, se
distingue de otras formas de abordar la
cuestión de la violencia, en especial la de género, no en contra de estas
teorías, pero al menos por otros carriles.
Por
último no podemos dejar de tener en cuenta como la cultura aborda la cuestión
de la violencia de género.
Entendemos
que lo que se puede observar tanto en los medios de comunicación, como en las
redes sociales, en las conversaciones con personas bien intencionadas y
progresistas, es que La Mujer es víctima, víctima de una sociedad machista,
víctima de un trato desigual, víctima de la violencia del hombre.
A
pesar de comprender las buenas intenciones, subrayamos que para el
psicoanálisis es fundamental que
nuestros pacientes no se identifiquen al lugar de víctima, sino que salgan de
esa posición de víctima para asumir una responsabilidad (No una culpabilidad,
pues los neuróticos ya se sienten culpables de antemano) Entendiendo que esa
responsabilidad para el sujeto consiste en tomar una posición respecto de su
relación con el goce.
Como lo señala muy bien E. Laurent[15], Lacan
prefiere el término estrago al de masoquismo. No es porque las mujeres sean
masoquistas que pueden llegar a dejarse
maltratar (En todo caso eso es el fantasma del hombre), sino que al no estar el
límite de la castración, pueden llegar a ser más decididas para poner el
cuerpo, y alcanzar el punto en que se aseguran el goce del Otro, se aseguran
que el “tú me pegas” les vuelve en forma invertida.
Como lo
expresa de manera brillante la pluma de lacan:
“Así, el universal
de lo que ellas desean es locura; Todas las mujeres están locas, como se dice.
Es incluso por eso por lo que no son todas, es decir, no locas del todo…,
acomodaticias más bien; hasta el punto de que no hay límites a las concesiones
que cada una hace para un hombre: de su cuerpo, de su alma, de sus bienes”[16]
[1] Introducción del narcisismo. T. XIV p. 86
[2]Freud S. Conferencia 33. La
feminidad. T. XXII p. 122
[3] Freud S. ¿Pueden los legos ejercer el análisis?n Dialogos con un
juez imparcial. T. XX p. 199
[4] Freud S. Conferencia 33.
La feminidad. T. XXII p. 108
[5] Lacan J. Seminario 20. Aun. p. 103.
[6] Miller J.A. Extimidad. P. 53
[7] Miller J.A Extimidad p 55
[8] Freud S. El malestar en la cultura. T XXI p. 108
[9] Lacan J. Seminario 5. Las formaciones del inconsciente P. 468
[10] Lacan J. Seminario 20. Aun p. 88
[11] Miller J. A . El hueso de un análisis p. 83
[12] Musachi Graciela. Mujeres en movimiento. P. 80
[13] Miller J.A. La pareja y el amor p 18-20
[14] Lacan J. Seminario 23. El sinthome. P. 125
[15] Eric Laurent. Posiciones femeninas del ser. P. 70
[16] Lacan J. Televisión, en Otros escritos, p 566
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