sábado, 29 de diciembre de 2018

Carteles para Enapol

Odio, cólera e indignación

El tema que convoca al Enapol 2019 nos concierne especialmente.

Invitamos  a quienes estén interesados en estudiarlo a formar parte de un cartel. Los carteles se inscribirán en  la investigación que lleva adelante el VEL, guiados por la convocatoria del Encuentro.
El abordaje del tema será especialmente clínico. El desafió es ubicar el  odio, la cólera y la indignación en el analizante. Teniendo en cuenta el discurso que pone al sujeto en la escena de la civilización, pero sabiendo que el sujeto sube a la escena con su propio libreto.

Quien además de formar parte del cartel, quiera participar activa y personalmente  del Encuentro en San Pablo, lo puede hacer presentando  su trabajo individual.

Graciela Ruiz
graciela.ruiz0@gmail.com


Enapol 2019 - Português

martes, 25 de diciembre de 2018

"El problema de la violencia sexual es político, no moral”

La antropóloga Rita Segato, una estudiosa de la violencia machista  (Publicado en Página 12, 16 de Diciembre de 2018)

"El problema de la violencia sexual es político, no moral”

  El País marcha contra la sentencia del caso Lucía Pérez "Advirtió sobre los peligros de la “glamorización” de la violencia sexual en la pantalla y de la “despolitización de lo que está sucediendo”, en relación al impacto que generó el caso en la sociedad. 


Por Mariana Carbajal

“La noticia de una agresión sexual se instala como un espectáculo en los medios y eso tiene que cambiar”, dice la antropóloga Rita Segato, una de las grandes intelectuales latinoamericanas, al analizar el tratamiento que tuvo en televisión la denuncia de violación de Thelma Fardin contra Juan Darthés.
También llamó la atención sobre el riesgo de que se produzca un efecto imitación como ocurre con las noticias de suicidios, y sobre la necesidad de correr a la actriz del lugar de víctima. “No quiero solamente consolar a una víctima que llora.
El punto es cómo educamos a la sociedad para entender el problema de la violencia sexual como un problema político y no moral”, señaló Segato.
La autora de “La guerra contra las mujeres” (Madrid: Traficantes de Sueños, 2016), está además preocupada por lo que viene llamando “un feminismo del enemigo”. “El feminismo no puede y no debe construir a los hombres como sus enemigos ‘naturales’”, expresó. Y a su vez, cuestionó los “linchamientos” en redes sociales para denunciar violencias machistas entre pares, adolescentes. “Debemos preparar a nuestras y nuestros jóvenes para que puedan tramitar sus relaciones con su propia palabra y con sus propios gestos”, alentó. Y quiso dejar como mensaje una frase que le dijo un jefe de la policía de El Salvador, donde estuvo trabajando durante una gran parte de este año: “Que la mujer del futuro, no sea el hombre que estamos dejando atrás”.
Es una de las voces más lúcidas de la región a la hora de pensar la violencia machista en sus distintas formas y circunstancias. Su pensamiento es provocador. Empuja a la reflexión. Segato nació en Argentina y vivió también en Venezuela, Irlanda, Estados Unidos y Brasil. Tiene una extensa trayectoria académica. Este año, la Universidad de Brasilia le concedió el título de Profesora Emérita de la institución, y recibió tres Doctorados Honoris Causa de universidades argentinas.
Es autora de numerosos libros, el último, “Contra-pedagogías de la Crueldad” (Buenos Aires: Prometeo, 2018). Cuando empezó a trabajar primero con los presos condenados por violación en la penitenciaria de Brasilia, pensó que sería una situación excepcional y pronto abandonaría el tema. Cuando fue invitada, luego de publicar el libro “Las estructuras elementales de la violencia” (2003, Prometeo), para aplicar su modelo de la fratria masculina, del club de hombres, al caso de las mafias de Ciudad Juárez, pensó también que estaba ante un caso excepcional, raro, que rápidamente ese tema iba a desaparecer de la historia. Y siente una tremenda frustración porque no consigue abandonarlo.
Este año, fue convocada por la Policía Nacional Civil de El Salvador, tal vez el país más violento del continente, para elaborar un diagnóstico sobre crímenes de género al interior de la institución.

La conversación transcurre en su departamento de San Telmo.
 –¿Cómo analiza lo que pasó a partir de la denuncia de Thelma Fardin?
 –Es fundamental vincularlo con lo que pasó dos semanas antes con el fallo sobre el femicidio de Lucía Pérez, donde un tribunal dijo que no hay ninguna relación de poder entre dos hombres adultos que le proveen droga a una adolescente. La sociedad que se escandaliza porque otra adolescente, de la misma edad que Lucía, fue violada por un varón de mayor y de más poder, les está diciendo a esos jueces de Mar del Plata que están equivocados y que han traicionado las expectativas de la sociedad con relación a la justicia. Es importantísimo vincular las dos escenas, ponerlas en relación.
En segundo lugar, estamos viendo que la sociedad está siendo avisada y se está volviendo más sensible en relación a las agresiones, a los acosos, a las distintas formas de abuso de género y esa es una buena noticia.
 –¿Cómo ve el rol de los medios en el abordaje del tema?
 –Tenemos un problema con el espectáculo de la noticia. Es indispensable ver cómo los medios pueden informar sobre este fenómeno. Lo que hemos aprendido de feminicidios y escándalos sexuales anteriores es que aunque los medios muestren la monstruosidad del agresor, ese monstruo para otros hombres resulta una figura tentadora, porque el monstruo es potente. El monstruo es un personaje predador, rapiñador, como debe ser el sujeto masculino formateado por el mandato de masculinidad. Y lo que el hombre quiere mostrar siempre es que puede serlo, porque es su forma de mostrar que es potente. Ha sucedido en otras situaciones, como en el caso de Wanda Taddei, que la monstruosidad quiere ser imitada.
Hoy en día existir bajo el lente mediático parece ser para muchas personas la única forma de existir. Es un fenómeno de nuestro tiempo. Así como en el caso del suicidio fue revisado el rol de los medios y hay una pauta mediática que decidió no mostrarlos ni hablar del tema porque ya se sabe que se va a repetir, se deberían repensar las coberturas en casos de agresiones sexuales.
 –¿Cuál es su propuesta?
 –Profesores de comunicación, formadores de periodistas y editores de medios tienen que convocarse a una gran convención, diría latinoamericana, donde se debata en profundidad la pauta mediática para las agresiones sexuales, y donde también se rediscuta el suicidio como pauta. Porque no informar, es decir, desinformar, también es problemático. Esa discusión es indispensable. No se puede seguir así.
En este caso de Thelma es clarísimo: aparece una niña llorando, linda, actriz, que en su momento fue famosa. Se la muestra como una heroína de cuentos de hadas. Pero no debe ser mostrada así. Es peligroso. Porque las heroínas del cuento de hadas reviven al final la ilusión del príncipe salvador. –¿Cómo se la debería mostrar?
 –Se la debe mostrar como una sujeta que está descubriendo su propia capacidad política de modificar una estructura, que es la estructura desigual del Patriarcado. Ese es su papel. Y por encima de todo como una sujeta que no necesitó de un príncipe: hay un colectivo de actrices que la secunda, que promueve su denuncia, que la acompaña políticamente. Entonces, no basta la posición de víctima. El victimismo no es una buena política para las mujeres.
Lo más importante en esta noticia y lo que los medios deberían destacar y repetir sin reserva y hasta con exceso es que quien rescata a Thelma es un grupo de mujeres, son sus pares, sus colegas, sus amigas, sus hermanas en el proceso político que estamos viviendo en Argentina y en el continente: mujer salva mujer y muestra al mundo lo que tiene que cambiar. No hay un príncipe valiente. Hay política, que es más lindo, más heroico y más verdadero. La mano salvadora viene de nuestra amistad y alianza. Sin embargo, lo que destacan y repiten es la escena sin límite de la víctima describiendo la agresión y exhibiendo su dolor “mariano”.
Se comprende la emoción reviviendo aquel momento y no debe estar ausente, pero la presentación de una sujeta acusadora solamente a partir de su dolor moral por lo que le ha sucedido –que es lo que los medios mostraron– no debería substituir ni desdibujar o anteponerse a la escena de una mujer que se ha vuelto una sujeta política y por eso denuncia.
 –¿No cree que si una víctima no muestra públicamente el sufrimiento que le causa el recuerdo de la violación que sufrió, la opinión pública pondría en duda sus palabras? Hay un modelo de víctima ideal: si no es sufriente pierde credibilidad para cierto público…
 –Claro, pero eso lo tenemos que cambiar. La víctima no necesita ser buena y pura para ser comprendida como víctima, solo necesita ser persona. Entender la diferencia es dar el giro político que la sociedad necesita para que este tipo de cosa no vuelva a sucederle a nadie.
 –Pero, ¿cómo movemos eso de ahí?
 –Ése es el punto. Lo tenemos que mover porque incluso es chocante para quien está dentro de una crítica y un proyecto político, que es mi proyecto: la intención es cambiar al mundo, el orden político patriarcal, que hace a todo el mundo, hombres y mujeres, tanto daño. Les estamos diciendo a los hombres que se corran, se desmarquen y desmonten el mandato de masculinidad. Muchos lo están haciendo, me consta, porque están percibiendo que ese mandato los mata primero, los enferma primero, y que también son pobres e incautas víctimas de ese orden corporativo autoritario y cruel que impera al interior de la propia corporación masculina. Porque dentro de esa corporación, como en todas, hay hombres que son más hombres y hombres que son menos hombres, es jerárquica, es maligna, obliga a dar pruebas de narcisismo y de crueldad todo el tiempo.
Es por eso que la visión política, la manera de hacer política en estilo femenino se está recomponiendo después de un largo tiempo de rasura, de censura, de olvido compulsorio. Hay un fenómeno de afloramiento de la politicidad femenina después de un largo tiempo de su negación como política. Eso es lo que vemos en las calles. Y es también, afortunadamente, lo que se ve en el apoyo masivo que Thelma ha recibido de las mujeres de su gremio, y también de la sociedad argentina. Tenemos que celebrarlo. Basta de llanto. No queremos solamente consolar a una víctima que llora. El punto es cómo educamos a la sociedad para entender el problema de la violencia sexual como un problema político y no moral. Cómo mostramos el orden patriarcal, que es un orden político escondido por detrás de una moralidad. El problema es que está siendo mostrado en términos de moralidad. Y es insuficiente mostrarlo así por varias razones.
–¿Cuáles?
 –Aparece y lo he visto mucho en estos días, que solo el hombre es sujeto del deseo sexual; la mujer, no. El hombre desea, la mujer se rinde. No es esa mi propuesta de un mejor momento para las mujeres. La mujer es un sujeto pleno del deseo. La noticia es presentada como si la mujer no lo fuera, y fuera solo víctima del deseo masculino. Tengo un miedo terrible a esa posición porque es tremendamente conservadora, es decir, no nos saca del lugar de la pasividad. –Pero la denuncia es importante porque abrió una puerta que ya no se va a cerrar y confirma lo que desde el movimiento de mujeres hemos venido diciendo desde hace tiempo: la naturalización y la impunidad frente a la violencia sexual en distintos ámbitos …
 –Sí, pero que no se malogre con el aspecto de espectáculo que tiene esto. La glamorización de lo sucedido es contraproducente. Es importantísimo lo que está pasando. Muestra que la sociedad, muchas mujeres y hombres también estamos insatisfechas con el orden de las cosas.
 –¿Cómo enlazarlo con lo que viene sucediendo a partir del Ni Una Menos, los paros de mujeres, la lucha por el aborto, ese camino de las mujeres hoy?
 –Volviéndolo político, retirándolo de lo moral, y haciendo ver que se trata de una escena, de una situación, de una posición en que nosotras, las mujeres nos hemos encontrado muchas veces en el trabajo, en la escuela, en la universidad y en la vida en relación. La escena de género es una escena de poder, no podemos más dudarlo. La sociedad no lo duda más… y el derecho debe asimilarlo. Hemos tenido un maravilloso éxito político al demostrarlo y las joven llevarán adelante en la historia esta lucidez que la sociedad ha alcanzado….. no sin dolor, o, mejor dicho, a través del dolor de los feminicidios. Pues cada feminicidio es un ataque a toda la sociedad, un dolor de todos.
 –¿En su evaluación, entonces, es un gran momento para nosotras?
 –Sin duda alguna. Es un viraje de la historia, lo estamos viendo en varios escenarios distintos que estamos consiguiendo dar vuelta a una página de la historia con el movimiento que estamos haciendo las mujeres. Los relatos que están aflorando y haciéndose públicos muestran claramente que estamos librándonos de un cierto mandato paterno, patriarcal, cruel, abusador, narcisista y castigador. Y es por la desestabilización de ese mandato que se cambia el rumbo, que se cambia el mundo. Es un gran momento inédito y de una intensidad impar. Pero, por otro lado, por la intensidad de este momento tenemos que tener mucho cuidado.
 –¿Cuáles son sus alertas?
 –1. Cuidado con lo que vengo llamando “un feminismo del enemigo”, pues todas las políticas que se arman a partir de la idea de un enemigo caen irremediablemente en el autoritarismo y en formas de accionar fascistoides. El feminismo no puede y no debe construir a los hombres como sus enemigos “naturales”. El enemigo es el orden patriarcal, que a veces está encarnado por mujeres.
2. Cuidado con los linchamientos, pues hemos defendido por mucho tiempo el derecho al justo proceso, que no es otra cosa que el derecho al contradictorio, a la contradicción, al contraargumento en juicio. Linchamiento y escrache no son lo mismo. El escrache, como lo habilitamos en Argentina cuando el Estado se volvió genocida, y en realidad podríamos volver a habilitar ahora, porque constatamos, como en el caso de Lucía Pérez o el caso del jury al Juez Rossi (que había dejado en libertad, a pesar de tener condena por violación, a quien mató luego a Micaela García), que la justicia nos traiciona, se elabora a través de un “proceso”, que es de justicia aunque no de justicia estatal. Cuando la justicia estatal falla, otras formas de justicia aparecen, pero no son espontáneas, pues hay deliberación, consulta, escucha, y la consideración por parte del colectivo de que se puede estar cometiendo un error –eso es el contradictorio, eso es el espacio para la posibilidad de la contradicción–. El linchamiento es una forma de ejecución sin ninguna de esas garantías. Es una ejecución sumaria, y extrajudicial en el sentido de que no está sometida a ningún tipo de deliberación, ni estatal ni de la colectividad en cuanto tal.
 3. Cuidado con entregar la gestión y negociación de las relaciones entre las personas y, muy especialmente, de la sexualidad, al estado. No es propio de nuestras sociedades, de nuestra forma de ser en el continente latinoamericano, curvarnos a la judicialización de la gestión de la vida, de las relaciones interpersonales, y no creo que sea un buen propósito. Debemos preparar a nuestras y nuestros jóvenes a que puedan tramitar sus relaciones con su propia palabra y con sus propios gestos. La entrega de esa gestión de las relaciones a otras instancias puede ocurrir cuando los intentos de hablar del deseo y del no deseo interpares se muestre imposible. Las y los jóvenes deben reaprender a conversar.
4 .Y  por último. te comparto la extraordinaria frase que me dijo un jefe de la policía de El Salvador, donde estuve trabajando durante una gran parte de este año: “Que la mujer del futuro, no sea el hombre que estamos dejando atrás”.

lunes, 24 de diciembre de 2018

Sobre el discurso del odio en la política de hoy. Publicación de Zadig España

¿Cómo ha podido pasar?  (Bosquejos sobre el discurso del odio en la política de hoy)  

¿Cómo ha podido pasar?

 (Bosquejos sobre el discurso del odio en la política de hoy)


Daniel Cena*


La encarnación del Kakon
Hace 19 años se produjo un acontecimiento crucial en la cultura moderna: el 9 de noviembre de 1989 los alemanes del este comenzaron a cruzar la frontera de la Alemania democrática sin necesidad de contar con un permiso especial. Este acto que se conoce como la caída del muro de Berlín, en realidad significó el fin de una época y el inicio de una nueva etapa política marcada por una nueva ética.
Sus efectos inmediatos fueron una serie de acontecimientos políticamente trascendentales: la reunificación de Alemania, la descomposición de la Unión Soviética, el fin de la guerra fría, la creación en 1993 de la comunidad europea y la puesta en vigor del tratado de Maastricht.
El resultado final fue el triunfo de los Estados Unidos y la entronización del neoliberalismo a nivel planetario.
Diecinueve años después, el mundo se enfrenta a una serie de desafíos impensables en aquel momento. En Europa uno de los síntomas políticos fundamentales es el auge de la extrema derecha y el neofascismo. En septiembre de 2018 la liga norte y el movimiento cinco estrellas pactaron un gobierno de coalición en Italia. La liga norte obtuvo el mejor resultado de su historia con más del 17% de los votos emitidos, para su triunfo colaboraron otros partidos de marcado carácter fascista como “Los hermanos de Italia”.
El regreso del discurso del odio y de la intolerancia es hoy una realidad innegable. En muchos países de la unión europea los partidos tradicionales se encuentran disputando el espacio electoral a una serie de partidos “ultras”.
El triunfo de Brexit es otro de los resultados de los efectos de los discursos nacionalistas y xenófobos. Una de las derivaciones inmediatas del mismo ha sido una oleada de manifestaciones xenófobas con ataques dirigidos contra musulmanes, polacos, españoles y otros extranjeros residentes en el Reino Unido. Un informe del gobierno británico en octubre de 2016 daba cuenta de que los crímenes de odio habían aumentado un 41% después del referéndum. Los partidos de ultraderecha, algunos de ellos con una trayectoria de años, como el Frente Nacional en Francia (llamado en la actualidad Agrupación nacional), han incrementado el número de votantes a partir de una serie de postulados: el rechazo de la inmigración ilegal, el aumento de la inseguridad ciudadana, los efectos de la política de austeridad económica llevada a cabo por Bruselas.
Una serie de circunstancias dramáticas, también han favorecido este crecimiento: los efectos de la crisis financiera de 2008, la corrupción de las instituciones, las consecuencias de la desestabilización del mundo árabe y los efectos migratorios desde África hacia Europa. Y sin lugar a duda los crueles atentados contra la población civil cometidos por el terrorismo islámico.
La llegada de miles de refugiados procedentes en su mayoría de Siria, a Alemania, Austria, y otros países de la Unión europea produjo sin duda reacciones de solidaridad por una parte de la población local. Pero también, fue utilizada por la extrema derecha, para transmitir una visión amenazante en donde se ponía en juego la propia identidad nacional como consecuencia de lo que consideraban una invasión en toda regla.
La acogida masiva de refugiados en Alemania produjo un malestar profundo en gran parte de la población sobre todo en las regiones del este. La aparición del movimiento,” Patriotas Europeos contra la islamización de Occidente”, conocido por las siglas PEGIDA (Patriotische Europäer gegen die Islamisierung des Abendlandes), fundado en Dresde en 2014, es una muestra de ello.
La lista de partidos de extrema derecha en la Europa comunitaria es amplia: Acampada nacional radical en Polonia, el Movimiento para una Hungría mejor, (Jobbik) en Hungría, Agrupación Nacional (Rassemblement national, RN) en Francia, la liga norte en Italia, el Partido por la libertad en Holanda, Interés Flamenco (Vlaams Belang) en Bélgica, UKIP (United Kingdom Independence Party) en el Reino Unido, Aurora Dorada en Grecia, Partido Popular Danés (DF)en Dinamarca, Demócratas de Suecia (Sverigedemokraterna), Alternativa para Alemania (AfD), el Partido de la libertad de Austria (FPÖ), Vox en España. Algunos de ellos están agrupados en el Eurogrupo llamado:” la Europa de las Naciones y las Libertades (ENF)”.
Esta lista por cierto no es exhaustiva, pero es lo suficientemente amplia para hacerse una idea de lo extendido del fenómeno y de la creciente amenaza para los valores supranacionales, multiculturales y de tolerancia que aspiraba a representar la Unión Europea.
Fenómeno que como todos podemos verificar no se limita al continente europeo, mientras escribía este artículo Jair Bolsonaro obtenía el triunfo en las elecciones de Brasil.
Lo que ha sido denominado como “Neofascismo” utiliza un discurso emocional y engañoso con relación a los grandes problemas que debe resolver nuestra sociedad. Todos ellos exaltan un nacionalismo excluyente que utiliza la segregación como un elemento central de su discurso. Las variantes de la consigna “Primero, el propio pueblo” (por ejemplo, el ya famoso eslogan del presidente Trump: America First!) acompañado de un discurso de miedo y exclusión que conduce al rechazo del otro (bajo la lógica del narcisismo de las pequeñas diferencias) o del racismo.
La función del pharmakos o del chivo expiatorio se aplica sobre la población que carece del reconocimiento legal como ciudadanos en los estados en el que residen: son los llamados “sin papeles” condenados por lo tanto a la máxima exclusión social.
Los seguidores de estos partidos no son una clase social, son un movimiento transversal que abarca numerosos estamentos sociales. Son parte de los “expulsados de su lugar”, ellos mismos segregados por el sistema. El rasgo que los identifica es la precariedad económica y el riesgo de exclusión social. La angustia por un porvenir incierto y el estrago social causado por las políticas neoliberales ha derivado en la solución del “chivo expiatorio”. Esa angustia como señalaba Zygmunt Bauman se relacionaba con fuerzas misteriosas de nombres desconcertantes como: “mercados financieros”, “comercios globalizados “o “la prima de riesgo”. Los partidos de ultraderecha han logrado encausar el malestar y el resentimiento de los segregados nativos identificando a los extranjeros como los representantes de un goce nocivo a los que hay que expulsar para salvaguardar el bienestar nacional. Su estrategia es la de dividir a las clases populares mediante el discurso del odio y del pánico identitario.
La ostentación del odio
En agosto de 2018 en Chemnitz, ciudad alemana situada en el estado de Sajonia, la ultraderecha convocó a manifestarse contra los inmigrantes por el asesinato de un ciudadano alemán en una reyerta con extranjeros. La convocatoria se realizó a través de las redes sociales de grupos neonazis llamando a manifestarse públicamente para demostrar “a los extranjeros quién manda aquí”. La manifestación finalizó con graves disturbios protagonizados por una turba que se lanzó a cazar inmigrantes.
En un artículo publicado por el diario el País de Madrid, la periodista y filósofa alemana Carolin Emcke, declaraba: “Se odia más abiertamente. Se ha abierto la veda. Ahora la gente exhibe con orgullo su rechazo a los extranjeros. En la televisión y en la calle, el racismo ha llegado al centro de la sociedad. Se ha roto el tabú. No solo en Alemania. El rechazo al diferente y el repliegue identitario son “fenómenos globales”.[1]
La violencia ejercida en Chemnitz llevó a la escritora a interrogarse sobre una novedad en la cultura actual: la ostentación del odio expresado con un exhibicionismo desvergonzado: “Si hace unos años me hubiesen preguntado si me podía imaginar que alguna vez se volvería a odiar con tanta arrogancia, a hablar y a acosar de esta manera en nuestro país, me habría parecido imposible. ¿Cómo ha podido pasar?[2]
La ostentación sin pudor del odio rompe el consenso social alcanzado en Alemania en la postguerra con relación a los crímenes cometidos por el nacional socialismo durante el transcurso de la segunda guerra mundial. Delata en acto el olvido colectivo de la experiencia trágica de dicha política sobre la humanidad. La ostentación del odio manifiesta el declive del sentimiento de vergüenza y de la culpa en la civilización contemporánea. Como ya ha sido señalado, Jacques Lacan anticipó en los años sesenta el declive del sentimiento de vergüenza. Dicho declive está íntimamente relacionado con los efectos de “evaporización” de la función paterna en la época de la globalización.
La exhibición del “placer de odiar” es otro indicio del cambio en la relación con el goce de la sociedad. Un goce que irrumpe introduciendo el desorden en el vínculo social.
 El discurso del odio y las redes sociales.
Uno de los elementos de los que no se puede prescindir al considerar la difusión en la actualidad de los discursos de odio es su “transferencia” en las redes sociales. Creadas en la década de los noventa como modo de enlace entre antiguos compañeros de colegios o universidades se han transformado en el devenir de estos años, en un fenómeno global que desempeña en la actualidad un papel decisivo en la difusión de todo tipo de ideas. En la actualidad los políticos no pueden prescindir de su uso para programar sus campañas. La psicología de masas del siglo XXI se realiza en gran medida mediante la utilización de WhatsApp, Twitter, Facebook y otras plataformas sociales. Por su intermedio se propagan los fenómenos de sugestión e identificación que se producen en la actualidad. Y por supuesto la propagación de mensajes: anónimos, violentos, obscenos, pornográficos o de incitación al odio. Esta irrupción de goce indica que no se trata solamente de palabras; el ardor, la pasión, la violencia que circula por las redes denota la deriva pulsional en todos sus registros.
El periódico norteamericano “The New York Times” publicaba el 2 de noviembre de 2018, un artículo titulado “El discurso del odio inunda las redes sociales y no hay respuesta para combatirlo”. En él analiza y describe el lado oscuro de las redes sociales difundidas por las compañías de Silicon Valley. Las dificultades para consolidar una política apropiada contra el discurso del odio es algo que produce verdaderos quebraderos de cabeza en Twitter, Facebook, o You Tube
Como ejemplos recientes, se mencionan en dicho artículo, el diluvio de imágenes y videos antisemitas divulgados el 29 de octubre en la plataforma Instagram después de los asesinatos en la sinagoga “Tree of life” en Pittsburgh. O lo acontecido en Brasil durante la campaña electoral con la difusión masiva de información falsa contra el candidato Fernando Haddad.
El uso del anonimato en la difusión de mensajes en las redes ha facilitado la posibilidad de hacer circular los mensajes de odio o difamatorios en forma masiva. Cualquier lector de periódicos o publicaciones que admiten los comentarios de sus lectores por internet puede comprobar que esto también sucede bajo la cobertura del seudónimo. La mayoría de dichos comentarios son vulgares, violentos y descalificadores. Mediante el anonimato o la cobertura del seudónimo se despoja el uso de la palabra de todo tipo de inhibiciones, a tal punto que muchos usuarios han comparado su efecto al resultado producido por el alcohol o las drogas. De hecho, está práctica sirve para vehiculizar un más allá de la palabra, sirve para transferir un verdadero goce pulsional.
Si la identificación es el mecanismo clave de la política; en las redes se puede constatar que se trata de la propagación de una identificación sobre la base pulsional, en donde está en juego el cuerpo.
Alteración de los ideales
El predominio del empuje al goce se manifiesta en las redes como un goce especial y un modo de vincularse con el otro en donde se prescinde de la responsabilidad subjetiva bajo la máscara del anonimato o el seudónimo con efectos negativos para el vínculo social.
El marco ideológico que alimenta al odio desde la extrema derecha se ha globalizado, nutre las posiciones nacionalistas o excluyentes que aspiran al Uno y a la eliminación de lo heterogéneo.
Nacionalismo, identidad y racismo vuelven nuevamente a cobrar un protagonismo amenazante para la convivencia en la diversidad de goces que constituye la lógica de la sociedad democrática.
La exhibición sin disimulo del odio en la cultura contemporánea se extiende en forma planetaria en un sinfín de enunciaciones y actos de la política de hoy. La incitación al odio ha pasado a ser expresada por las autoridades políticas sin ningún tipo de vergüenza. La calumnia, las noticias falsas o la difamación constituyen hoy los “medios” corrientes que se utilizan en la lucha contra el adversario político.
Este “uso” de la palabra cortocircuita una de sus funciones que es la de mediación en la relación entre el sujeto y el otro, la degrada a la vertiente del goce expresada en el insulto o en la injuria.
Sabemos por la clínica que el insulto se manifiesta en los momentos del desfallecimiento del Otro como lugar del significante y que aspira a la reducción del otro al lugar del desecho, del objeto (a), como modo de cernir lo indecible. Acompaña en muchas ocasiones a los estados de cólera. En la psicosis es un fenómeno derivado de la forclusión del nombre del padre.
Este síntoma que se repite sin cesar en la confrontación política contemporánea, planteada en los términos de “nosotros” o” ellos”, o “amigo” o “enemigo” sitúa la acción política en el plano imaginario del estadio del espejo. Ya no se trata del debate ideológico o de ideas. Lo constatable es que la incitación al odio se ha establecido en el momento actual de la cultura como una práctica y un modo de vincularse en el límite mortal de la confrontación especular.
Los líderes políticos de extrema derecha se presentan hoy como el reverso de “los muchachitos sonrientes” de los años noventa que encarnaban un nuevo tipo de liderazgo. Las características de esos políticos al estilo de Tony Blair o Bill Clinton eran descriptas como: amigables, sociables, parlanchinas, y de pares de todos.[3] En año 2018, podemos ver que los semblantes han cambiado, basta como ejemplo el presidente de los Estados Unidos: Donald Trump.
*Psicoanalista de la AMP (ELP)
Fotografía seleccionada por el editor del blog
 Bibliografía consultada
 Beck Ulrich- Una Europa alemana- Ediciones Paidós- (2012)
Zygmunt Bauman “En busca de la política” Fondo de cultura económico- México. 2002
Jacques-Alain Miller “Nota sobre la Vergüenza” Revista Freudiana nº39- Barcelona 2004
 Jacques-Alain Miller. “El otro que no existe y sus comités de ética” Paidos Ibérica 2005
 Eric Laurent- “La vergüenza y el odio de sí” Revista Freudiana nº39-Barcelona 2004
 Eric Laurent “El reverso de la biopolítica” Grama ediciones-Olivos-2016
[1] Entrevista realizada a Carolin Emcke en el diario El País de Madrid el 26 de mayo de 2017 con motivo de la publicación de su libro “Contra el odio”
[2] Carolin Emcke “La normalización del odio” diario el El País. Madrid 23 de septiembre de 2018
[3] Jaques-Alain Miller con la colaboración de Eric Laurent- “El otro que no existe y sus comités de Ética” Paidos Ibérica 2005
Advertisement

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Psicoanalaisis Lacaniano . Jacques-Alain Miller Niños violentos



Niños Violentos


NIÑOS VIOLENTOS*
Intervención de clausura de la 4ta Jornada del Instituto del Niño
Por Jacques-Alain Miller
18 de marzo del 2017

Niños violentos es el título que escogí en diálogo con Daniel Roy para la próxima jornada del Instituto Psicoanalítico del Niño. Las dos palabras están escritas en plural, el niño violento no es un ideal-tipo. D. Roy me pidió abrir algunas pistas de trabajo para la preparación de esta jornada en el Instituto; le devolví este honor y el me proporcionó una lista de temas que va a merecer ser publicada.
El síntoma, en la encrucijada
Mi primer pensamiento fue de preguntarme si la violencia en el niño era un síntoma. A menudo es mi método -partir de la primera idea que me vino a la cabeza, sin juzgar si ella es buena o mala. Es un principio que puede autorizarse por el psicoanálisis. Dado que se trata de abrir un trabajo, desarrollaré mi hilo de pensamiento a partir de ese punto de partida. Si presentase delante de ustedes un trabajo terminado antes que pistas de trabajo, al final de mi exposición comenzaría la elaboración de un trabajo finalizado. Como método, pienso en esa frase del General De Gaule en sus Memorias: “Hacia el Oriente complicado, volaba con ideas simples”. Soy, yo también, partidario de volar con ideas simples. Lacan lo permite pues, cuando se aborda un tema a partir de su enseñanza, se aplica a menudo enseguida la repartición entre real, simbólico e imaginario. El solo hecho de aplicar esa grilla sobre una cuestión les da generalmente un punto de partida. Cuando una pregunta es complicada, soy de partir de ideas simples; cuando una pregunta es simple, estoy para complicarlas -complicándolas, se produce un cierto efecto caótico de donde pueden surgir ideas.
Mi punto de partida fue entonces preguntarme si la violencia en el niño era un síntoma, y por qué. Ya que dicho síntoma en Psicoanálisis se llama desplazamiento de la pulsión, o en términos freudianos, sustitución de una satisfacción de la pulsión -lo que, en lacaniano, puede traducirse por goce. Además, ¿la violencia no se produce justamente cuando no hay ese desplazamiento, esa sustitución, ese Ersatz, como se expresaba Freud? He ahí la pregunta que me hice: ¿la emergencia de la violencia no es el testimonio que no hay una sustitución de goce?
En esa perspectiva, quise asegurarme de la definición freudiana del síntoma. Para encontrar los lugares donde Freud habla del síntoma, tuve la debilidad de tomar el Vocabulario del psicoanálisis y, con gran estupefacción, me di cuenta -les cuento mi pequeño viaje- que no hay una entrada “síntoma” en el Vocabulario… de Laplanche y Pontalis, al menos en la edición que dispongo y que debe ser la primera. A falta de la ayuda de Laplanche-Pontalis, tuve que dirigirme directamente a Freud y, para simplificar, a Inhibición, síntoma y angustia que me gusta bastante sobre “Los modos de formación de los síntomas” -Lacan lo sigue con mucha exactitud en su texto La dirección de la cura y los principios de su poder. En el capítulo II de Inhibición, síntoma y angustia, Freud define el síntoma como Anzeichen und Ersatz, es decir, “signo y sustituto”, einer Triebberfriedigung, “una satisfacción de la pulsión”. Freud añade un adjetivo, unterbliebenen, que se encuentra en el diccionario Harrap´s francés-alemán -reconocemos ahí el prefijo unter, que significa “abajo” o “por debajo”, pero que implica también otro sentido, notablemente “lo que no tuvo lugar, lo que no se reproduce más”. En su excelente traducción de Inhibición, síntoma y angustia, Michel Tort traduce esa frase por “el síntoma sería el signo y el sustituto de una satisfacción pulsional que no tuvo lugar”[1]. Si tuviera que haberla traducido, habría dado un pequeño acento heideggeriano al adjetivo diciendo “una satisfacción no advenida”.
El goce rechazado
El síntoma se define aquí como el Ersatz, diría, de un goce rehusado. Emplearía ese adjetivo porque tengo en la cabeza la frase de Lacan sobre la cual se termina Subversión del sujeto…, poco después que Lacan haya hablado del “narcicismo supremo de la Causa perdida”. La última frase es la siguiente: “La castración quiere decir que el goce es rechazado, para que pueda ser alcanzado en la escala invertida de la Ley del deseo”[2]. Esa definición de la castración merecería figurar en un Vocabulario lacaniano. La castración no es aquí definida a partir del falo, está definida directamente a partir del goce, es decir a partir de la pulsión. Está definida a partir de lo que Lacan designa muy precisamente como rechazo del goce, lo que introduce una referencia a la iniciativa del sujeto, en el cuadro de una elección -se acepta o se rechaza.
Me viene a la cabeza una imagen icónica de Hércules en la encrucijada, debiendo escoger, en la fábula de Prodicos de Ceos, entre el camino del vicio y el camino de la virtud. Es un paradigma barroco al cual Erwin Panofsky consagró un estudio, un pequeño libro[3]. Es Hércules, si puedo decirlo, después de la infancia, en el umbral de la edad adulta, situado delante de la elección de la virtud, camino arduo que pasa por el trabajo, o de la voluptuosidad. Esta historia conoció varias representaciones, en el final del siglo XIV y el siglo XV. Consulté entonces en Google indicando simplemente “Hércules en la encrucijada” y encontré un artículo muy interesante que ustedes encontrarán si lo desean[4].
Así, castración = rechazo del goce, en lo siguiente el goce no tendrá lugar. Lacan introduce un razonamiento marcado de la dialéctica, el goce debe ser rechazado para ser alcanzado. El goce no debe tener lugar para advenir. Se creería que es una artimaña del goce como Hegel habla de artimaña de la razón. Se trata del hecho que la castración es un desplazamiento del goce, que el goce debe ser rechazado sobre un cierto plano para ser alcanzado en el nivel de la ley. Debe ser rechazado en lo real para ser alcanzado bajo la égida de lo simbólico. Es lo que Lacan llama la ley del deseo, es precisamente ese rechazo del goce en lo real, el pasaje del goce hacia debajo. Es lo que la metáfora paterna repercute, que es la traducción en términos edipianos del proceso de la represión, y que puede ser generalizado si se pone que el operador esencial de la represión es el lenguaje mismo, la palabra, que opera ese pasaje hacia debajo del goce, en el sentido donde bloquea su advenimiento.
El precio que pagar de este proceso, el resultado del proceso de represión, como se expresa Freud, es precisamente el síntoma. El precio a pagar de la represión es la formación del síntoma como signo y sustituto de un goce no advenido. Dicho de otra manera, la legalización del goce se paga con la sintomatización. El ser humano como parlêtre está destinado a ser sintomático.
De este hecho, el goce es siempre un goce desplazado, como se habla de personas desplazadas -el goce no en el mismo lugar, no en su lugar original, totalmente exiliado. No es sin relación a nuestra actualidad. Digamos solamente que los migrantes vienen a buscar en Occidente lo que para ellos es otro goce- se espera a cientos de millones de personas a lo largo del siglo XXI, ese será un fenómeno a la vez masivo y esencial en la restructuración de nuestras sociedades. De ese modo, esas grandes migraciones son un síntoma del malestar en la cultura en el mundo civilizado, tanto en su civilización como en la nuestra. Dejo de lado esto en el marco de esta exposición. Me contento con decir que es el fondo sobre el cual aprecio las frases de Lacan citadas muy recientemente por Antonio di Ciaccia, quien termina su artículo escribiendo: “Si queremos recurrir a una brújula, recordemos con el escrito “Joyce el Síntoma” de Lacan, que “la historia no es nada más que una fuga, de la cual no se cuentan sino los éxodos” y que “no participan en la historia sino los deportados.”[5]”. Se trata del éxodo del goce, del goce que fue deportado.
Diez puntos sobre la violencia en el niño
Una vez fijadas estas ideas simples, propondré algunos puntos que conciernen la violencia en el niño.
  1. Primer punto, punto de partida que pondré en cuestionamiento en lo que sigue, la violencia en el niño no es un síntoma.
  2. Es lo contrario de un síntoma.
  3. No es el resultado de la represión, sino más bien la marca de que la represión no operó.
  4. Hagamos un paso más preguntándonos ¿de qué pulsión la violencia, y especialmente la violencia en el niño, sería la satisfacción? Probaré esta respuesta –la violencia no es el sustituto de la pulsión, ella es la pulsión. No es el sustituto de una satisfacción pulsional.
La violencia es la satisfacción de la pulsión de muerte. Remarquemos en efecto que el adversario de Eros, en el mito al que Freud se refiere, el adversario del amor no es el odio, es la muerte, Tánatos. Hay que diferenciar la violencia y el odio. El odio está del mismo lado que el amor. El dio como el amor están del costado de Eros. Es la razón por la cual Lacan justifica hablar de odionamoración, vocablo afortunado. El amor como el odio son modos de expresión afectiva de Eros.
  1. El odio está del costado de Eros, en efecto es un lazo al otro muy fuerte, es un lazo social eminente.
Leí recientemente en algún lugar un Llamado contra los partidarios del odio. Me dije que no soy un partidario del odio. A Marine Le Pen no la odio; de cierta manera, no la quiero tanto como para odiarla. En ese orden de ideas, soy más bien llevado a mofarme.
Al contrario, en la corriente en la que está tomada, una odionamoración hacia los judíos es muy legible. Se les da poderes fantásticos. El pueblo judío es objeto de una extraordinaria fascinación, antiguo pueblo que ha sobrevivido a la persecución gracias a su relación a la letra, al litoral de la letra. Es a la vez un objeto de fascinación y de repulsión, mientras que, por mi parte, no odiando a los fachos, estoy sin embargo llevado a una violencia según su óptica.
  1. La violencia está del costado de Tánatos. Para retomar el título de un libro célebre de La Boétie, el amigo de Montaigne, es el goce del Contr’un[6]. En Freud, clásicamente, Eros fabrica el Uno, pone en vínculo, mientras que Tánatos deshace los Unos, desliga, fragmenta, hasta diría que desarma a lo rompecabezas, para retomar una famosa frase de los Tontons flingueurs.
El niño violento, es aquel que rompe y que encuentra una satisfacción en el simple hecho de quebrar, de destruir. Habrá que interrogarse sobre el goce que está ahí implicado y sobre lo que se podría llamar “el puro deseo de destrucción”. Cuando se denuncia los camorristas, se denuncia a fin de cuentas el puro goce de romper. No se denuncia la política de los camorristas, se denuncia el plus-de-goce implicado en la violencia de los camorristas.
A propósito de eso -les doy mis asociaciones de ideas-, se le ha reprochado mucho a André Breton la frase en la cual, en el “Segundo manifiesto del surrealismo”, define el acto surrealista. Todas las almas bellas están ahí implicadas, siendo una de las primeras la de Albert Camus, quien le consagró algunos reproches. Por mi parte, me gusta mucho esa frase de A. Breton -en el contexto de hoy, no se la pueda confiar a todo el mundo. “El acto surrealista más simple consiste, con revólveres en puño, en descender en la calle y disparar al azar, lo que más se pueda en la multitud”. Después del Bataclan y de otros incidentes pasados, presentes y por venir, evidentemente, es problemático. Esa frase fue muy reprochada a A. Breton. ¡Imagínense un poco si dijera eso hoy!
Pero hay que decir la segunda frase: “Quien no ha tenido, al menos una vez, ganas de terminar la especie con el pequeño sistema de envilecimiento y de cretinización en vigor en su lugar tan marcado en la multitud, vientre en alto de cañón”. La segunda frase hace comprender la primera. Hace comprender que no se trata sino de un fantasma. Breton dice que hay que haber tenido ganas al menos una vez. No dice que hay que haberlo hecho. El acto surrealista, como lo dice, es el acto terrorista, pero por medio del semblante. El surrealismo no es un terrorismo. O es “el terror de las letras”, como se expresa Jean Paulhan. Es una postura literaria.
Los surrealistas han estado animados por el deseo de pasar en los inferiores de la civilización para rencontrar el mundo no alterado de la pulsión, para poner la escritura en el diapasón de la pulsión. Es un sueño, pues piensan alcanzarlo, no por el manejo de las armas, sino por un cierto uso del lenguaje, el cual es no obstante el resorte primero de la represión.
Leo que “revolver” está en plural y “puño” en singular en la fórmula “revólveres en puño”. Si se tratase verdaderamente de revólveres, habría que poner “puños” en plural, ya que no se puede tener dos revólveres en la misma mano. No he visto eso en ninguna película del Viejo Oeste. Revólveres en puño quiere decir esferos a la mano. En la representación cinematográfica común de los asesinos, el asesino de la mafia dispara fríamente, sin frase precisamente. Breton había tomado todas esas precauciones, ya que añadía en una nota que su “intención no era el recomendarlo”. No veo lo que habría que reprocharle. No hacía sino dar un eco sensacional a lo que André Gide había puesto en escena en Las cuevas del Vaticano -que, pensémoslo, son de 1914, antes de una gran masacre que no fue sino semblante -, a saber, que el acto gratuito es precisamente aquel de Lafcadio arrojándose del tren el pobre Amédée Fleurissoire. Los surrealistas estuvieron fascinados por ese pasaje del acto gratuito en Gide. No desarrollaré lo que Marguerite Bonnet (a quien conocí en la mesa de Lacan), erudita en cuanto a Breton, señaló en esa época.
El acto gratuito, es decir el acto gratuito de la violencia, fascinaba, porque Gide hacía de él precisamente un asesinato irracional, que presentaba como colmo de la libertad porque estaba suelto de cualquier causa. Si lo imaginamos, es una versión de la causa perdida. Se trata en ese imaginario de un acto sin razón que se opone al principio de razón de Leibnitz que quiere que nada no sea sin razón. Es a lo que Angelus Silesius respondió por adelantado en su famoso verso, comentado por Heidegger y citado por Lacan –La rosa es sin por qué.
Tratándose de los niños violentos, no hipnotizarse sobre la causa. Hay una violencia sin porqué que es su propia razón para ella misma. Es solamente en un segundo tiempo que se buscará un determinismo, la causa, el plus-de-goce que es la causa del deseo de destruir, de la activación de ese deseo. Como le decía, se la encuentra por regla general en una falla del proceso de represión o, en términos edipianos, en un fracaso de la metáfora paterna.
  1. Tratemos de introducir una pragmática del abordaje de los niños violentos en nuestro campo. Puede que la violencia del niño anuncie, exprese una psicosis en formación. A mi modo de ver, hay que interrogarse sobre los puntos siguientes: a)¿La violencia en el niño es una violencia sin frase? ¿Es la pura irrupción de la pulsión de muerte, un goce en lo real? b) ¿El paciente puede ponerla en palabras? ¿Es un puro goce en lo real o bien está simbolizado o es simbolizable? c) Que sea un puro goce en lo real no señala necesariamente una psicosis. No constituye necesariamente una promesa de psicosis. Traduce en todos los casos un desgarro en la trama simbólica en la cual se trata de saber si es puntiforme o extendida. d) Si se trata de una violencia que puede hablarse -hay algunas veces violencias parlanchinas-, que por saber qué dice. Se buscan entonces lo que llamaré una traza de la paranoia precoz.
Un colega vino ayer a exponerme en control el caso de un joven adulto a propósito del cual se preguntaba “¿psicosis o no?”. Hablando, encontramos en su historia el hilo de una posición de aislamiento, de un sentimiento de estar aparte con el esbozo de un “ellos hablan” –ellos: sus compañeros, los otros alumnos-, “ellos hablan mal de mí”, es decir un ligero y más bien muy ligero afecto de difamación. Nada más que eso, que era muy sostenido, pues la colega no me lo había señalado al comienzo, constituía ya un empuje-a-la-mujer infantil. De adulto joven, lo encontramos locamente enamorado de un antiguo camarada de clase, al punto que la colega me hablaba de erotomanía, pero no en el sentido de de Clérambault, ya que era él que amaba a ese chico.
En el encuadre de nuestra búsqueda sobre los niños violentos, buscamos las trazas discretas de paranoia precoz, no olvidando que el sujeto aparece, que el niño nace bajo la égida de la paranoia. Como lo indica Lacan en “Posición del inconsciente”, el sujeto, “eso habla de él, y es ahí que se lo aprehende.[7]” La “Observación sobre el reporte de Daniel Lagache…”[8] conlleva también un pasaje importante sobre la determinación del sujeto por el discurso que le es anterior. Antes que aparezca, eso habla de él.
Por un lado, se puede utilizar la visión determinista del niño. Hay la causa de la violencia cuando, buscando clásicamente en la relación, el diálogo de los padres, el discurso del ambiente, uno se da cuenta que el niño puede estar asignado desde muy temprano al lugar del violento, del camorrista; el analista le permitirá entonces tomar distancia con el significante asignado por el Otro. Por otro lado, el sujeto debe ser considerado como lugar de indeterminación; nos preguntamos entonces “¿Qué elección hizo? ¿Qué orientación tomó?”; ahí, la respuesta no es deducible, la causalidad no puede ser señalada. Eso no se aborda sino retroactivamente, de ahí la necesidad de ser muy minucioso en la lista de propósitos de ese niño.
La violencia que habla puede ser de orden paranoico como puede ser de orden histérico. Se dirá que es de orden histérico cuando tenga valor de demanda de amor o de queja por la falta-en-ser, es decir cuando se sitúe en el registro de Eros. En el registro de Eros, la violencia del niño es el sustituto de la satisfacción no-advenida de la demanda de amor. Ahí, en efecto, la violencia es un síntoma, y, se puede decir, un mensaje invertido -lo que corrige el carácter absoluto de lo que había presentado en el punto 1.
  1. En lo que concierne propiamente la represión de la Triebbefriedigung, tomando en cuenta al Freud posterior a Inhibición, síntoma y angustia, se debe también interrogar sobre la defensa en el lugar de la pulsión, una defensa que se inscribe más acá del nivel de la represión. Hay que distinguir cuando la violencia vuelve a salir por un fracaso del proceso de represión o una falla en el establecimiento de la defensa. Evidentemente, se la espera más fácilmente en el primer caso que en el segundo. Aún si la violencia en el niño es de orden psicótico, se puede intentar implantarle un significante de autoridad, un Ersatz que haga oficio se significante-amo. Eso puede encontrarse a veces cuando se trata de un niño criado por una pareja de mujeres. Una de ellas toma en general la función, el valor, de S1. Eso puede encontrarse en los matrimonios de lesbianas contemporáneas, pero también cuando un niño es criado por su madre y su abuela, como es el caso de un hombre de política distinguido que habla de ello de buen grado y que parece haberse desarrollado normalmente, aun si tiene una relación difícil con la difamación.
  2. Hemos evocado el pasaje de la violencia del real a lo simbólico, no olvidemos lo imaginario. Para acercarse a los dos primeros registros, hay que distinguir la violencia como emergencia de una potencia en lo real y la violencia simbólica inherente al significante que cabe en la imposición de un significante-amo. Cuando esa imposición de un significante-amo falta, el sujeto puede encontrar un Ersatz marcándose él mismo -escarificación, tatuaje, piercing, diferentes maneras de cortarse, de torturarse, de hacer violencia a su cuerpo.
Hoy, está tan generalizado que eso está en la moda, es un fenómeno de civilización, es superficial, pero diría que es el síntoma de la perturbación que conoce el orden simbólico heredado de la tradición. Esos síntomas vuelven a resurgen a lo que, delante del público que forman, llamaré en esta circunstancia “la psicosis civilizacional normal”, es decir compensada, con suplencia.
Dicho esto, queda saber por qué ciertos sujetos son más sensibles que otros al punto de tener que ejercer una violencia a sus cuerpos. Por ejemplo, hoy los transgéneros, que se manifiestan a menudo muy temprano en la infancia, han obtenido un reconocimiento social y jurídico que era antaño rechazado aun a los homosexuales. No impide que toda modificación deseada del cuerpo propio por un acto quirúrgico justifique una visión analítica. Se me dirá –En fin, bueno…los implantes capilares, la cirugía dentaria, la cirugía estética, ¿no irá a poner al psicoanálisis a ese nivel? Hay que ver…Se sabe que en efecto hay actos de cirugía estética que resurgen a la corrección neurótica de la imagen del cuerpo, pero que otros están claramente inspirados por la psicosis.
  1. En lo que concierne a la violencia en lo imaginario -no lo desarrollaré-, nos referiremos al estadio del espejo, que es una forma sincrética entre la observación de un hecho clínico por un psicólogo, el profesar Henri Wallon, y la dialéctica del amo y del esclavo en Hegel, puesta en relieve por Alexandre Kojève, dicho de otra manera, es un bricolaje genial de Lacan entre Wallon y Kojève. Ese bricolaje, se constata que anda, que funciona…Es una idea simple que pondremos en juego en nuestras investigaciones sobre los niños violentos. He ahí lo que me inspiran los primeros puntos que señaló D. Roy: cuando el otro eres tú y tú eres el otro (transitivismo); cuando el otro es un intruso y roba el objeto más precioso (el término lacaniano de celogoce[9], que fusiona celos y goce). Les dejo la tarea de releer el artículo de Lacan sobre “El estadio del espejo…” y aquel sobre “La agresividad en psicoanálisis”. Se trata evidentemente de un registro muy diferente cuando, como lo dice D. Roy, el niño se golpea la cabeza contra los muros…del lenguaje, ya que el fenómeno traduce entonces el fracaso del proceso de defensa.
Concluyo. Dejo en blanco la violencia en el niño considerado como un sinthoma, en el otro cabo de la enseñanza de Lacan. Recordaré simplemente que hay que hacer su lugar a una violencia infantil como modo de gozar, aun cuando es un mensaje, lo que quiere decir no entrar en él de frente. Jamás olvidar que no pertenece a un analista ser el guardián de la realidad social, que tiene el poder reparar eventualmente una falla de lo simbólico o de reordenar una defensa, pero que, en los dos casos, su efecto propio no se produce sino lateralmente. El analista debe, a mi criterio, proceder con el niño violento de preferencia con dulzura, sin renunciar a maniobrar, si hay que decirlo, una contra-violencia simbólica.
No se aceptará a ojo cerrado la imposición del significante “violento” por la familia o la escuela. Ese puede ser solamente un factor secundario. No hagamos negligencia a que hay una revuelta del niño que puede ser sana y distinguirse de la violencia errática. Esa revuelta, estoy para acogerla, porque una de mis convicciones se resume en lo que el presidente Mao había expresado en estos términos: “Se tiene razón en rebelarse”[10].

*Traducido por Patricio Moreno Parra (Comentarios a pachuko84@hotmail.com)
[1] S. Freud. “Inhibición, síntoma y angustia”, in Obras completas, volumen XX. Buenos Aires : Amorrortu Ediciones, 2010.
[2] J. Lacan. “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”, in Escritos, tomo II. México: Siglo XXI Editores, 2013.
[3] Cf. E. Panofsky. Hercule à la croisée des chemins. Et autres matériaux figuratifs de l’Antiquité dans l’art plus récent. París: Flammarion, 1999.
[4] M.-P. Harder. “Hercule à la croisée des chemins, figure exemplaire de la conscience baroque ?”, Silène, revue du Centre de recherches en littérature et poétique comparées de Paris Ouest-Nanterre-La Défense, 18 septembre 2008 (www.revue-silene.com).
[5] A. di Ciaccia. “Contre une dérive si funeste”, Lacan Quotidien, no 636, 20 de marzo del 2017.
[6] Cf. La Boétie É. de, De la servitude volontaire ou Contr’un. París : Gallimard, 1993.
[7] J. Lacan. “Posición del inconsciente”, in Escritos, tomo II. México: Siglo XXI Editores, 2013.
[8] J. Lacan. “Observación sobre el informe de Daniel Lagache: Psicoanálisis y estructura de la personalidad”, in Escritos, tomo II. México: Siglo XXI Editores, 2013.
[9] Jalouissance: en francés neologismo formado a partir de jalousie (celos) y jouissance (goce).
[10] Véase el artículo de J.-A. Miller. “Comment se révolter”, in La Cause freudienne, no 75, julio 2010, pp. 212-217.

Bassols M. "Acto de violencia" en Rayuela 4, publicación virtual.

ACTO DE VIOLENCIA _Miquel Bassols Tomo el título para este breve texto de una conocida novela de Manuel de Pedrolo[1] escrita en 1961 en pleno franquismo y cuyo argumento es tan simple como efectivo. Toda una ciudad, oprimida desde hace años bajo el poder del dictador, se moviliza para derrocarlo a partir de una simple consigna que ha empezado a circular de mano en mano en un panfleto anónimo: "Es muy sencillo: quedaros todos en casa". Tres días bastan para que el poder cambie de lugar sin verter una sola gota de sangre. La gran "movilización" es pues una detención de todo movimiento, de toda acción, de toda respuesta agresiva, pero el resultado es, en efecto, un verdadero acto de violencia. La novela tenía un primer título, "Rompamos los muros de cristal", que fue desestimado por su autor seguramente porque invocaba, a pesar de la invisibilidad de la fuerza opresiva, una acción agresiva que no quería animar. Sirva esta referencia para señalar de entrada la necesidad de distinguir, a la hora de considerar el tema de los niños violentos, el acto de la acción, y la violencia de la agresión. No toda acción es un acto, no toda violencia implica una agresión. Es la distinción que Lacan subrayó en distintos momentos de su enseñanza y sin la cual, tanto el fenómeno de la violencia, como el de la acción agresiva quedan difuminados en una misma y confusa conducta. Una acción motriz sólo se convierte en un acto si después de ella hay una modificación del sujeto, sujeto que es en realidad el efecto de este acto más que su causa. El ejemplo, tomado por Lacan, de Julio César atravesando el Rubicón no puede entenderse como una simple acción motriz sino como un verdadero acto después del cual el propio sujeto se ha modificado para ser ya Otro en relación a sí mismo, y para modificar a la vez su vínculo con el Otro ante el que sostendrá su acto. Por otro lado, sin ser en sí mismo un acto violento, tampoco podemos decir que sea ésta una acción agresiva. Pero la violencia que implica no deja de ser inherente a la modificación radical del sujeto en el acto de travesar la frontera que el río simboliza. Así, entre acto de violencia y acción agresiva se abre un abanico de singularidades que debemos tener en cuenta a la hora de tratar la violencia, tanto en la infancia como más allá de ella. Tal como señala Jacques-Alain Miller en el texto que preside nuestras elaboraciones sobre el tema[2], el plural de "niños violentos" implica entonces que "el niño violento no es un ideal-tipo", que hay violencias muy distintas y que es preciso distinguirlas según cada caso. Por ejemplo, no tiene nada que ver la violencia del niño autista, pura defensa ante lo real que invade su cuerpo sin sostén alguno en una imagen especular, con la violencia del paranoico, que rompe precisamente esta imagen especular en la que ha encontrado a su Otro perseguidor. Y nada tienen que ver estas dos, en lo que pudieran tener en común, con la del niño neurótico que atraviesa la ventana de su fantasma con un pasaje al acto que realiza la tensión agresiva que ese fantasma mantenía en una escena imaginaria. Y, aún, deberemos distinguir cada una de éstas de la violencia contenida en la misma tensión agresiva que podrá desplazarse a otras acciones, exentas de agresión pero que no dejarán de llevar la marca de aquella violencia inicial. Señalemos por otra parte que no hay nunca un verdadero acto, con la separación que supone necesariamente de su objeto, sin cierto grado de violencia, aunque más no sea la que implica la castración simbólica, aquella que hace posible que "el goce sea rechazado para que pueda ser alcanzado en la escala invertida de la Ley del deseo"[3], según la sentencia de Lacan evocada en ese mismo texto. Si todo acto verdadero tiene siempre un rasgo de automutilación, de separación del objeto que se llevaba, por así decirlo, pegado al cuerpo, no es por la mayor o menor brutalidad de esta separación como podremos medir su carácter de violencia sino por las consecuencias que tenga para el propio sujeto. Volvamos de nuevo al niño autista para encontrarlo preso de una violencia extrema ante la sola separación del objeto que lo acompaña necesariamente de un lugar a otro, separación que en sí misma no parecerá violenta para aquél que lo esté observando o, incluso, para aquel que esté forzando esta separación. Y, al revés, preguntemos al mismo observador su impresión sobre la violencia que supone la autolesión que otro niño se produce a sí mismo con un daño irreversible pero sin dar señales de dolor alguno. La violencia es cada vez un fenómeno subjetivo que tiene distintas vinculaciones con la acción de agresión efectiva y manifiesta, o con la tensión en la que queda contenida de manera no menos agresiva. Sea en un extremo o en el otro de este amplio abanico clínico, la violencia tiene siempre, sin embargo, un mismo rasgo señalado muy pronto por Lacan: "¿No sabemos acaso que en los confines donde la palabra dimite empieza el dominio de la violencia, y que reina ya allí, incluso sin que se la provoque?"[4] El dominio de la violencia empieza allí donde se rompe el pacto simbólico de la palabra, allí donde la pulsión deja de tener su amarre en el significante para aparecer como lo que es siempre en su límite, pura pulsión de muerte. Pero la frontera entre los dos dominios no es tan nítida y simple como querría la buena voluntad del mediador para rehacer ese pacto roto de la palabra y devolver sus límites al goce de la pulsión. Porque, tal como indica Lacan, la violencia reina también en esos mismos confines, incluso sin que nadie la provoque y la desencadene con cualquier chispa, ya que esa chispa puede ser la palabra misma. Hay pues una violencia inherente a lo simbólico. En realidad, al contrario de lo que se suele pensar, la violencia es un producto, nada natural, de lo simbólico mismo, del malestar en la cultura al que Freud dedicó su texto inaugural para sacar definitivamente al "buen salvaje" de su paraíso. Es por ello que al hablar de niños violentos debemos distinguir —como indica Jacques-Alain Miller— "la violencia como emergencia de una potencia en lo real y la violencia simbólica inherente al significante que cabe en la imposición de un significante-amo"[5]. Incluso podemos llegar a decir que el significante, el significante que es el soporte de la lengua y de sus formas de satisfacción pulsional, es la primera violencia ejercida sobre el cuerpo. Violencia más o menos suave, violencia más o menos dulce según sea una canción de cuna o un feroz imperativo sin nadie todavía que pueda obedecerlo, pero violencia al fin y al cabo. Ya sea en un caso como en otro, la violencia inherente al significante es una violencia que puede ser rechazada por el sujeto, antes mismo de que llegue a obedecer a su sentido. Volvemos por ahí al caso del niño autista que se rehúsa al vínculo que el significante establece con el Otro y que a partir de ahí sentirá como una violencia intolerable. Así los fenómenos de la violencia, y muy especialmente en la infancia, no son separables de la relación que el sujeto mantiene con la pulsión y con aquello que limita el goce pulsional. Este límite, subrayó Lacan, no podemos encontrarlo en la Ley, por muy distinta a la simple norma que la supongamos, no podemos encontrarlo tampoco en la prohibición clásicamente atribuida a la función simbólica del padre. No es la Ley ni la prohibición la que puede poner límite a la violencia y al goce de la pulsión de muerte. Esa Ley, indica Lacan, "hace solamente de una barrera casi natural un sujeto tachado"[6]. Es decir, la ley simbólica, la ley misma de la castración, no tiene en sí misma la posibilidad de limitar el goce, más bien a veces puede empujar al sujeto hacia ese territorio, como bien vemos en el caso de Sade en su relación con la ley kantiana estudiada por Lacan. La ley no hace otra cosa que inscribir eso que Lacan llama ahí "una barrera casi natural" —y todo el problema es ese "casi"— como un sujeto tachado, como un sujeto dividido entre deseo y goce. Ahí donde hay deseo hay siempre una pérdida inevitable de goce. Esa "barrera casi natural" no es otra que lo que Freud llamó "principio del placer" que, lejos de igualarse a una voluntad de goce, lo limita. "Pues es el placer el que aporta al goce sus límites, el placer como nexo de la vida, incoherente", sigue escribiendo Lacan allí. La violencia del goce no sigue pues el principio del placer, como se podría suponerse según una concepción demasiado rápida del "instinto violento", sino que se sitúa más allá de ese principio. Entonces, el principio del placer tiene sus razones para limitar la violencia del goce o el goce de la violencia. No son razones distintas a las que Lacan evoca al final del texto, señalado por Jacques-Alain Miller de nuevo, en la figura de la Ley del deseo, la que implica esa pérdida de goce necesaria para renunciar a la violencia como "emergencia de una potencia en lo real". Creo que podemos encontrar una figura de esta Ley del deseo en una noción que Lacan no indica de forma explícita pero que me parece pertinente señalar en relación a la problemática de los "niños violentos". Es la figura de la autoridad, que no es necesariamente la de la autoridad paterna o la autoridad de la norma legal, incluso puede oponerse a ella. Es la autoridad de la autorización del sujeto en su deseo y en la cesión del poder a la palabra. Encontramos esta referencia en alguien que fue un maestro de Lacan en la lectura de Hegel, el filósofo Alexandre Kojève. Creo que su lectura puede ser de gran actualidad en muchos puntos, especialmente la de su libro "La noción de la autoridad"[7]. Es un libro escrito justo después de la Segunda Guerra Mundial y de la constatación de una crisis generalizada de las formas clásicas de autoridad, crisis a partir de la que se vieron surgir las más siniestras figuras del autoritarismo. Alexandre Kojève, además de señalar que la Legalidad es el cadáver de la Autoridad, sostiene allí lo siguiente: "Ejercer una autoridad no sólo no es lo mismo que emplear la fuerza (la violencia), sino que ambos fenómenos se excluyen mutuamente. De manera general, no hay que hacer nada para ejercer la Autoridad. El hecho de estar obligado a hacer intervenir la fuerza (o la violencia) prueba que no hay Autoridad en juego. A la inversa, no se puede —sino a la fuerza— hacer que la gente haga lo que no haría espontáneamente (por sí misma) sin hacer intervenir a la Autoridad."[8] Se trata aquí de la violencia como un uso de la fuerza que no es necesariamente física, tampoco como una emergencia súbita de lo real. Es más la violencia como un producto de lo simbólico mismo en la imposibilidad de resolver los impasses de lo imaginario, de la rivalidad y de sus tensiones agresivas. Es una violencia correlativa a la pérdida de autoridad del significante amo como tal. Digamos que en la medida que el sujeto no puede autorizarse en la Ley del deseo sostenida en ese significante amo, hay un recurso necesario a la violencia, también a la violencia de lo simbólico que ya reina allí, en los confines de la palabra. Desde esta perspectiva, acoger la división del sujeto en relación al significante amo, obtener esa división que de hecho inscribe, transcribe en lo simbólico la división del sujeto ante la pulsión, es un modo de tratamiento posible de la violencia. En todo caso es el modo que el psicoanálisis puede ofrecer en el polo opuesto en el que se colocaría un "guardián de la realidad". En lugar de pretender tratar la violencia desde el "principio de realidad", posición que encontramos con frecuencia en los modos de tratamiento por adiestramiento o modificación conductual, se trata de hacer al propio sujeto —y ello empezando por el niño considerado como sujeto responsable de sus actos— guardián del principio del placer como verdadero límite del goce de la violencia. No es una tarea fácil ni cómoda pero es la única forma analítica de acoger y tratar el recurso a la violencia para encontrar en ella la división del sujeto, división que implica estar en el mundo como un ser hablante. 6 de mayo de 2018 NOTAS Pedrolo, M. de. Acte de violència. Editorial Sembra, Valencia, 2016. Miller, J.-A. Niños violentos. Conferencia de clausura de las IV Jornadas del Instituto del Niño. París 2017 en Carretel nº 14. Revista de la DHH-NRC. Bilbao. 1917. p. 9-17. Lacan, J. "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano". Escritos, Ed. Siglo XXI, p. 807. Lacan, J. "Introducción al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud". Escritos, ed- Siglo XXI, México 1971, p. 360. Miller, J.-A. Opus cit. p. 10. Lacan, J. "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano". Escritos, Ed. Siglo XXI, p. 801. Kojève, A. La noción de la autoridad. Ed. Nueva Visión, Buenos Aires 2006. Kojève, A. Opus cit. p. 38.

miércoles, 14 de marzo de 2018

Seminario 2018


"El orden simbólico en su dimisión y en su eficacia. ¿Qué consecuencias tiene en los fenómenos de violencia?

                                                                                                         Por Graciela Ruiz
                                       
En el 2017, estudiamos los primeros textos de  Lacan, una período de pasaje, denominado pre-estructuralista, del Lacan psiquiatra al  Lacan psicoanalista. También un periodo en el cual los fenómenos de violencia aparecen de una manera muy explícita, articulados a la locura yoica. La violencia contra el orden del mundo, vivido como desorden, como la única salida del encerramiento narcisista. La agresión suicida del narcisismo. Nos detuvimos en los efectos psíquicos del modo imaginario. El cuerpo oscila entre la imagen del estadio del espejo y la pulsión mortífera del narcisismo.

Este año 2018, damos un paso más, los primero textos sugeridos, responden al periodo del goce en lo imaginario, tal como J.-A. Miller lo articuló[1], en el llamado Primer Paradigma del goce.  La diferencia con el momento anterior es que Lacan ya no se centra tanto en el “yo” como sede de ese goce imaginario sino en el registro simbólico que va adquiriendo una gran importancia en su enseñanza. Pero más precisamente, nos centraremos, en el debilitamiento de la cadena simbólica, momento en el cual emerge el goce imaginario, en ocasiones bajo la forma de violencia.

“¿No sabemos acaso que en los confines donde la palabra dimite empieza el dominio de la violencia, y que reina ya allí, incluso sin que se la provoque?” (Introducción al comentario de Jean Hyppolite, Lacan 1954) Escritos 1 pág. 360.

Tal como lo indica J.-A. Miller, Lacan, en este momento de su enseñanza, retoma los términos imaginarios por el registro simbólico, esta operatoria va introduciendo la “significación del goce”. Un goce ligado a articulaciones simbólicas, el fantasma es una expresión paradigmática de esto. “Pegan a un niño” es la expresión fantasmática que concentra un goce íntimo del sujeto que no trasciende necesariamente en fenómenos de violencia. 

Así avanzamos hacia  la significantización del goce,  que nos aleja de las posibilidades de  agresión manifiesta. Aunque es bueno recordar la cualidad del goce, no siempre se sabe exactamente cuándo cesa en su ejercicio, cuando el “suficiente” deja al sujeto en el plano del placer o cuando lo arrastra hasta el más allá.

Son varios las formas de interpretar esta ruptura de la cadena simbólica, por ejemplo, la forclusión….. una desafortunada interpretación analítica, se trata de formas en la que algo se sustrae a la elaboración simbólica.  También son variadas las forma de emergencia de ese goce imaginario: acting out, pasaje al acto, transferencia negativa, alucinación…Es en estas diversas formas de emergencia donde encontraremos los fenómenos de violencia.

Al mismo tiempo que haremos el comentario de estos textos clásicos de la enseñanza de Lacan, sostendremos la pregunta sobre el orden simbólico en el siglo XXI y sus consecuencias en los fenómenos de violencia. Recordemos lo que escribe Marcelo Marotta en ocasión del Congreso de la AMP que convoco sobre este tema.

“Que el psicoanálisis vincule los fenómenos de violencia con las fallas de lo simbólico, con los impasses de la civilización, es que juegue su partida “con relación a los nuevos reales que testimonian el discurso de la civilización hipermoderna”, para ello el analista deberá estar advertido que su intervención no solo podrá tener efectos en la cura, sino también en lo social.”[2]

¿Esos nuevos reales?, ¿como caractrizarlos? Hay algunas respuestas, por ejemplo el papel preponderante de  la femineidad, su protagonismo político y sus efectos subjetivos.
La tecno ciencia,  lo que se mide, lo que se medica, la deriva de las clasificaciones. 






Bibliografía orientativa:
Seminario 1 “Los escritos técnicos de Freud”, capítulos 4, 7, 10 y 11.
“Introducción al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud- Escritos 1, pág. 360.
Seminario 4 “Las relaciones de objeto”, capítulo 7.
Seminario 5 “Las formaciones del inconsciente”, capítulo 26, págs. 467 a 469.




[1] Miller J.-A. La experiencia de lo real en la cura analítica. Clase XIII, Paradigmas del goce. pág. 221 Paidós, 2003, Bs. As.  
[2] Marotta Marcelo. El orden simbólico en el siglo XXI. Scilicet. Violencia Pág.360. Ed. Grama. 2011. BS.As. en el párrafo se cita a J.A. Miller “Una fantasía” pág 15.

La imagen que ilustra este espacio es de la artista plástica Patricia Pellegrini.

jueves, 11 de enero de 2018

Nos preparamos así para este año 2018

Departamento de Estudios Psicoanalíticos sobre la Violencia- VEL: Violencia Estudios Lacanianos
Responsables: Ernesto Derezensky, Marcelo Marotta y Graciela Ruiz
Duración anual. Frecuencia quincenal. 2º y 4º lunes de 13:30 a 15 hs.

La violencia y el cuerpo en la enseñanza de Jacques Lacan
Considerando las últimas conceptualizaciones de Lacan acerca del cuerpo, nos hemos propuesto realizar una lectura retroactiva a través de los distintos períodos de su enseñanza para circunscribir y esclarecer la relación entre la violencia y el cuerpo.
Nuestro Seminario además de dedicarse a dilucidar las elaboraciones teóricas y las articulaciones conceptuales, también se orienta hacia las indicaciones clínicas de cada caso y las distintas propuestas que puedan surgir ante los obstáculos que se  presentan cuando la práctica se  ejerce en diferentes ámbitos de la ciudad.
Los períodos de la enseñanza de Lacan la hemos dividido según la propuesta de Jacques- Alain Miller:
1-      Período imaginario: estadio del espejo o período pre-estructuralista.
2-      Período simbólico:
Estructura matemática-significante articulado
Estructura lingüística: Metáfora-grafo-estructura significante.
Estructura lógica: cuatro discursos y fórmulas cuánticas.
3-      Período topológico: nudo borromeo y toro
4-      Período de la “ultimísima enseñanza”: silencio y poesía

Como nuestra propuesta es además y sobre todo una orientación de investigación, excede el marco temporal del Seminario. Por lo tanto, así como el año pasado nos dedicamos al Período Imaginario, en el año 2018 abordaremos el Período Simbólico.

Bibliografía orientativa:
Seminario 1 “Los escritos técnicos de Freud”, capítulos 4, 7, 10 y 11.
“Introducción al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud- Escritos 1, pág. 360.
Seminario 4 “Las relaciones de objeto”, capítulo 7.
Seminario 5 “Las formaciones del inconsciente”, capítulo 26, págs. 467 a 469.
“Observaciones sobre el informe de Daniel Lagache” Escritos 1.
“La subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”- Escritos 2.
Seminario 10 “La angustia” Capítulos 2, pág. 33 y 11 pág. 167.
Seminario 11 “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”. Capítulos 14, 16 y 17.
Seminario 17 “El envés del psicoanálisis”, capítulo 9.
Seminario 20 “Aún”, capítulo 7.

“El atolondradicho”- Otros Escritos.