por Gustavo Kroitor
Por un lado los movimientos feministas
luchan contra lo que suponen instalado en la sociedad, el patriarcado. Por otro
lado, y siguiendo a J. Lacan podemos verificar que el siglo XX, en especial en
su segunda mitad, estuvo marcado por la declinación del Nombre del padre.
En este marco, en el VEL tomamos el tema
“Caída del patriarcado y otras formas del discurso amo”
En la clase del lunes 8 de abril comentamos
en nuestro seminario el libro de Ricardo Coler. “El reino de las mujeres”
Coler nos comenta lo que es la sociedad
matriarcal más pura del mundo, “Los Mosuo”. Una comunidad que habita en una
región de China a 1300 km de Pekín.
Se trata de una organización matriarcal
donde las mujeres mandan. No existe el matrimonio y no hay padre. Las mujeres
al cumplir 13 años obtienen un cuarto propio donde podrán recibir a sus
amantes.
Las mujeres mandan y sus frases son
performativas.
Los hombres viven en la casa de sus madres
en una habitación común y pueden visitar mujeres sólo por la noche.
Las mujeres son dueñas de la propiedad y
las principales trabajadoras. Los hombres pueden trabajar pero les dan el
dinero a sus madres y les piden a ellas en caso de necesitar.
Hombres y mujeres pueden cambiar de amante
cuantas veces lo deseen o pueden tener relaciones duraderas, pero jamás vivirán
juntos.
Dadas estas condiciones, los hijos son
siempre de las mujeres y nunca se sabrá a ciencia cierta quien es el
progenitor. El apellido y la herencia
van siempre por vía materna. De esta
manera, no hay noción de padre posible, sin embargo se trata de una sociedad
llena de reglas, es decir de significantes amo que regulas la convivencia en
sociedad, sobre todo en lo tocante al
encuentro entre los sexos. Concluimos así que el Nombre del padre como
carretera principal tiene absoluta vigencia.
Lacan nos advierte en su texto “ La tercera”
que el hecho de que la mujer sea un objeto a para el hombre no quiere decir que
sea de su gusto serlo, sin embargo entre los Mosuo pareciera que sí es de su
gusto, ya que cuando un visitante viene de lejos para estar con una mujer, ella
está orgullosa de que sus atributos de belleza se hallan esparcido.
Para las mujeres en esta cultura son muy
importantes todos los atributos que tengan como función la seducción, razón por
la cual está muy vigente el valor fálico
y agalmático.
En cuanto a la prohibición del incesto
recae sobre todos los parientes consanguíneos de la madre. Si bien no puede
pensarse el Edipo en términos freudianos con el padre como interdictor, quien
cumple está función de palo en la boca del cocodrilo, es la abuela (Materna, la
única que existe). Es ella quien separa a la madre del niño al cumplir este un
año de vida.
Parece tratarse de una sociedad con bajo
nivel de conflicto y muy pocos episodios de violencia. Más bien la violencia
avergüenza y es motivo de burla.
Puede atribuirse esto al matriarcado, pero
en mi opinión se debe más a la relación con la propiedad. Cuando una pareja
deja de verse, no tienen nada en común que repartirse, ya que no viven juntos y
no tienen hijos en común.
Por otro lado, las reglas sobre la herencia
y la trasmisión de bienes es tan clara que se evitan los conflictos.
Y en última instancia siempre está la
matriarca para mediar en caso de conflicto.
Como conclusión final, se puede decir:
1)
No hay simetría entre
patriarcado y matriarcado.
2)
Ambos, Matriarcado y
Patriarcado están reglados por significantes amos.
3)
En ambos es clara la diferencia
sexual, con reglas claras de cómo debe comportarse cada sexo.
4)
La diferencia más fuerte entre
ambos está dada por la propiedad. Entre los Mosuo no es posible decir Mi mujer
o Mi marido. No existe posesión posible. Así, una frase tan escuchada en
occidente “La maté porque era mía” no sería jamás posible entre los Mosuo.