viernes, 1 de febrero de 2019

La cólera


Según Lacan, el odio – al igual que las demás pasiones relativas a lo simbólico – debe distinguirse con claridad de la cólera como irrupción de lo real que surge cuando, en una trama simbólica bien establecida, las clavijas dejan de entrar en los agujeritos (según la expresión de Péguy). Ello no significa que odio y cólera carezcan de relación – se puede pasar de uno a otro. ¿Pero cuál es la especificidad de la cólera? Este afecto no fue objeto de una atención especial por parte de Freud, pero en los Estudios sobre la histeria (Tomo II, pág 212-214) Breuer lo vinculó con la ruptura de la asociación y con la pérdida del sentido – algo que hoy caracterizaríamos como un quiebre en el enlace entre S1 y S2. De hecho, Lacan considera que ningún afecto y ninguna pasión, de la angustia a la cólera, puede comprenderse sino en relación con el significante.
Luego, resaltamos que si la cólera, como irrupción de un real, está necesariamente vinculada al significante, diferenciarla de la violencia nos lleva a constatar que ésta puede ser la consecuencia de aquella, en la medida en que la separación respecto del Otro puede llevar a un cortocircuito donde la palabra falta al discurso.



(argumento del Enapol 2019)

El Odio



A partir de Freud, podemos resumirlo como sigue. En el complejo de Edipo, el odio corresponde al deseo de muerte alimentado por el sujeto hacia el rival en el amor.(Lacan, Los complejos familiares, Otros escritos p.49) 
Si la libido se enlaza con la crueldad, el odio puede derivarse del amor.(Freud, Tres ensayos de teoría sexual, Vol VII p.151-152)
 Reprimido, el odio puede reforzar un amor intenso, o bien constituir la fuente de una hipermoral o de síntomas obsesivos. (El hombre de las ratas, Tomo X  143, 186,188 y Predisposición a la Neurosis obsesiva. Contribución al problema de la elección de la neurosis Vol XII p.345)
Un enamoramiento incipiente suele ser percibido como odio, un amor al que se deniega satisfacción se traspone fácilmente en odio, y en ciertos estadios del enamoramiento ambos sentimientos pueden coexistir. (Freud, El Yo y el ello, Vol. XIX p.43-45)
Lo que Freud llama ambivalencia tiene su fuente en el complejo paterno vinculado al crimen primordial. Pero amor y odio no tienen un origen común, sino desarrollos diversos antes de devenir opuestos bajo el influjo de la polaridad placer-displacer y de la organización genital.(Freud, Pulsiones y destino de pulsión p.131-134)
 El odio es más antiguo que el amor: es rechazo, expulsión del Otro, y se remonta a la Ausstoßung aus dem Ich (expulsión fuera del sujeto) que constituye a lo real como lo que subsiste fuera de la simbolización. (Freud La negación, vol XIX p.256-257. Lacan, Respuesta al Comentario de Jean Hyppolite Escrito 1, p.369)
 Ese aspecto original del odio es relevante, no sólo en lo que dice de la vida amorosa de un sujeto (incluida la transferencia analítica), sino también en relación con los fenómenos de masa. (Freud, Psicología de las masas, vol XVIII y Moises y la religión..vol XXIII p.87-88)
Lacan propone leer el odio como una pasión del ser, al mismo título que el amor y la ignorancia. (Lacan,Variantes de la Cura tipo Escrito p.341)
 En efecto, el odio es, al igual que los otros dos, una vía en la que el ser puede formarse negando el ser del otro.(Lacan, La dirección de la cura. Escrito p.597-599)
 Al insertar el odio en este triángulo, Lacan inaugura su crítica de la noción freudiana de ambivalencia, reconociendo el par amor-odio como la cara única de una banda de Moebius, (Lacan, El Atolondradicho, Otros escritos, p.500) pero tomando en cuenta que Freud demostró que sus dos aspectos no tienen soporte común.
 Los tres registros (imaginario, simbólico y real) permitieron situar en lo imaginario el odio nacido del interés que en los celos manifiesta el sujeto por la imagen del rival, y también la destrucción del otro situada en un polo de la relación intersubjetiva. (Lacan Seminario 1, p.403-404)
La crítica de la ambivalencia culminará en la noción de odioamoramiento, neologismo acuñado por Lacan (Seminario XX pág 118) como un modo de poner en su lugar el odio –que se dirige al ser– y el amor –que no implica el bienestar del otro.
J.-A. Miller enlaza la castración femenina con el odio a la feminidad (Miller, El Otro que no xiste...p.420) y, de manera similar, el goce del Otro al odio racista. (Miller Extimidad. p.53)
 Ambas fórmulas podrían reducirse a una sola: se odia la manera particular en que el Otro goza, justamente porque no es la propia o porque sustrae la propia. Pero ese Otro es Otro en mí, o sea que la raíz del racismo es el odio al propio goce. Sin embargo, ¿cómo entender la violencia que ese racismo puede suscitar? Hay aquí algo en lo que debemos detenernos: la distinción entre odio y violencia. El odio al goce del Otro es lo que Lacan refiere al kakón.(Lacan, La agresividad en psicoanalisis. Escrito p.115-119 y Acerca de la causalidad psíquica, p. 173)
 ¿Es entonces el odio un modo de constituir al Otro, aunque más no sea mediante su exclusión?
Aquí afrontamos una cuestión crucial: el crecimiento del racismo en el mundo ¿obedece acaso a la tentativa de restituir al Otro? El avance del pensamiento xenófobo, junto al aumento de los movimientos de extrema derecha cuya consigna gira en torno al odio, ¿no están al servicio de eso mismo?
También nos interesará profundizar en la distinción entre las formas de racismo, con sus correspondientes modalidades de odio.

(argumento del Enapol 2019)