Según Lacan, el odio – al igual que las demás pasiones
relativas a lo simbólico – debe distinguirse con claridad de la cólera como
irrupción de lo real que surge cuando, en una trama simbólica bien establecida,
las clavijas dejan de entrar en los agujeritos (según la expresión de Péguy).
Ello no significa que odio y cólera carezcan de relación – se puede pasar de
uno a otro. ¿Pero cuál es la especificidad de la cólera? Este afecto no fue
objeto de una atención especial por parte de Freud, pero en los Estudios sobre
la histeria (Tomo II, pág 212-214) Breuer lo vinculó con la ruptura de la asociación y con la pérdida
del sentido – algo que hoy caracterizaríamos como un quiebre en el enlace
entre S1 y S2. De hecho, Lacan considera que ningún afecto y ninguna
pasión, de la angustia a la cólera, puede comprenderse sino en relación con el
significante.
Luego, resaltamos que si la cólera, como irrupción de un
real, está necesariamente vinculada al significante, diferenciarla de la
violencia nos lleva a constatar que ésta puede ser la consecuencia de aquella,
en la medida en que la separación respecto del Otro puede llevar a un
cortocircuito donde la palabra falta al discurso.
(argumento del Enapol 2019)
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