sábado, 5 de enero de 2019

Indignación



De la triada que nos ocupa en este Encuentro Americano, la indignación fue la última en interesar a los psicoanalistas, a pesar de que ella se define en referencia a la dignidad, que desde siempre ha sido objeto del interés analítico.

Lacan entiende la indignación como respuesta ante una afrenta a la dignidad, tal como lo indica al comentar el choque, sufrido por Hamlet , entre la iniquidad del goce materno y el ideal encarnado por el padre asesinado.

Pensemos las pasiones del ser como pasiones del lazo con el Otro: amar al Otro, odiar al Otro,ignorar al Otro. De las tres, la ignorancia es la más próxima a la indignación, ya que ignorar al Otro puede ser el ataque más radical a su ser y debido a ello, indigna. Por otro lado alguien indignado no necesariamente es violento, u odia,o monta en cólera, de modo que la indignación tiene una especificidad que merece ser interrogada.

Lacan destaca que la raíz de agalma se vincula con el verbo agaíomai  , que significa estar indignado, y lo hace en un momento en que la agalma caracteriza a la singularidad; más aún, observa que la singularidad es la relación erótica privilegiada con un objeto que salva nuestra dignidad al hacer de nosotros una cosa única, incomparable y tempranamente hace mención de intervenciones capaces de restablecer el sentimiento de la propia dignidad. En consecuencia la indignación ha de estudiarse en su doble relación con  la dignidad y con su reverso, la indignidad.

En efecto, sabemos que la pérdida de la dignidad suele ser, desde siempre, motivo de análisis, y de hecho la indignidad puede caracterizar la posición inicial del sujeto en sus lazos sintomáticos. En nuestra práctica, podemos encontrar individuos que llegan al análisis a partir de la ruptura provocada en sus vidas por ciertas posiciones indignas desencadenadas por la violencia de la segregación u otras causas.

Hemos dicho que la indignación es el afecto que nos embarga cuando nuestra singularidad es cuestionada, desconocida o rechazada, por lo tanto hay que interrogar la relación entre la dignidad y esa singularidad que Freud llamó der Kern unseres Wesens, el núcleo de nuestro ser.

Correlativamente, el carácter digno o indigno de la posición del sujeto en las relaciones amorosas se torna un indicador del progreso de su análisis, un indice  ético-clínico del punto al cual llegó en él. Si el sujeto soporta su singularidad con dignidad y ya no precisa sacrificarla en el altar de sus lazos amorosos, puede decirse que su análisis valió la pena. Interrogar la indignación, cuando esta denuncia una afrenta a la dignidad, es entonces un modo de interrogar el análisis mismo.

Para concluir, la trama formada por estos tres significantes debe ser explorada en sus relaciones, así como en sus puntos firmes. Se plantea una cuestión ética que va desde la caracterización de la dimensión del odio, pasando por la irrupción del real del goce que caracteriza a la cólera, hasta lo que aquí llamaríamos la conquista, por parte del sujeto, de la dignidad de su síntoma.   
 

Argumento presentado por la Comisión Científica del IX Enapol, formada por:

Luiz Fernando Carrijo da Cunha (EBP) Coordinador
Gerardo Arenas (EOL)
Gustavo A. Zapata Machín (NEL)

Referencias bibliográficas:
Lacan J. El Seminario Libro 8, La transferencia , Buenos Aires : Paidós 2003 pp:167 y199
Lacan J. "La psiquiatría inglesa y la guerra" Otros escritos. p. 122
Arenas G. En búsqueda de lo singular. Buenos Aires: Grama 2010. p.140
Arenas G. La flecha de Eros. Buenos Aires: Grama 2012 p.150

martes, 1 de enero de 2019

Bassols Miquel. Sobre el Odio

El odio como vínculo y ruptura 
                                                     

                                                                                                          Miquel Bassols
                         
El odio aparece de entrada como una ruptura del vinculo social. si el amor une, el odio desune, separa.
Pero esta apreciación es sólo un primer acercamiento a las múltiples paradojas que debemos estudiar en la clínica y la pragmática de los modos de desinserción en psicoanálisis. De inmediato se hace patente que el odio es también uno de los vínculos más fuertes que el sujeto pueda mantener con el otro y sus objetos. De hecho, tal como Freud señalo en su texto princeps sobre "Las pulsiones y sus destinos", el odio es,como relación con el objeto, más antiguo que el amor, nace de la repulsa primitiva del mundo exterior. El odio llega a ser incluso el principio activo que genera ese "exterior"a partir de un rechazo original que trazará las fronteras, siempre vacilantes, con lo interior. Así, el amor y odio se muestran indisociables en su principioy no se opondrán el uno al otro sino ambos a la indiferencia. Jacques Lacan creo un neologismo, la "hainamouration", para indicar ese punto crucial de reversibilidad del amor y el odio.
Entonces el odio es también un vinculo con el objeto. Hay que precisar cuál.
En todo caso, si puede hablarse hoy de "odio social" incluso de "grupos de odio", para describir los vínculos grupales fundados en el rechazo de lo Otro es porque el odio mismo puede funcionar como un significante del vinculo social. Los grupos racistas y xenófobos, las respuestas de grupos sociales fundados en el rechazo a la inmigración o a la religión del Otro, son buenos ejemplos de ello.Es el lado  significante del odio, el que encuentra una representación en múltiples fenómenos subjetivos y sociales.
Del lado pulsional, la cuestión parece más abstrusa. Recordemos de nuevo el texto de Freud donde  afirma que la pulsión ni ama ni odia, solo se satisface.Y se satisface a expensas del amor y del odio, rodeando el objeto para volver de forma autoerótica sobre su fuente. En realidad, hace falta la aleación de la pulsión con el narcisismo, con la relación libidinal, con la imagen del propio cuerpo, para que surja el metal del amor y del odio. La satisfacción de la pulsión, que traducimos con el  término de "goce" (jouissance) puede ser entonces, ella misma, objeto del odio, del rechazo más radical del sujeto cuando lo experimenta como un goce del Otro.
Situamos en esta vertiente toda una serie de fenómenos que el término "desinserción" puede muy bien agrupar por los efectos que produce como formas de vínculo y de ruptura. Son los fenómenos subjetivos más paradójicos que encontramos en el odio a lo más querido, en el pasaje al acto de la violencia dirigida a lo más próximo, incluso a una parte del propio sujeto: la violencia llamada de modo tan inapropiado "violencia de género", la violencia ejercida voluntaria o involuntariamente hacia los niños, hacia los locos, hacia los sujetos que son objeto de la exclusión social, pero también el acto suicida que apunta a tocar la raíz de ese odio en el propio sujeto...
En esta vertiente , es cierto, no se promueven grupos o asociaciones fundadas en el odio dirigidos  estos objetos. El goce, en su vertiente más intolerable, no promueve el vinculo social sino su ruptura en el retorno más puro de la pulsión sobre el propio sujeto.
Quedan por ver entonces las formas que toman este retorno cuando el objeto del odio se revela como inseparable del propio sujeto.   

Contribución a la preparación del Encuentro Pipol 4 sobre "Clinica y pragmática de la desinserción en psicoanálisis". Barcelona 11 y 12 de Julio de 2008