sábado, 16 de mayo de 2009

"La intolerancia de los hombres a la pérdida está detrás del malatrato"






Lean esta entrevista junto con nuestra entrada "Eva nos ayuda a pensar". Verán que ambos textos cuestionan la explicación del maltrato a las mujeres a través del masoquismo femenino. Lo interesante es que en este caso el abordaje psicoanalitico nos aporta una perspectiva totalmente diferente.


Manuel Fernandéz Blanco: "Las mujeres que rechazan protección no son masoquistas, muestran un ansia de amor permanentemente decepcionada"

-¿El machismo es la única causa de la violencia de género?

-El año pasado hubo los mismos asesinatos que el año anterior y hay un aumento respecto al 2000. Sin llegar a estos casos, las denuncias por malos tratos se han disparado y aumentaron más del 14 por ciento. Esto nos indica que existe un cierto fracaso de las medidas judiciales y policiales y también de la prevención. Si a esto añadimos que muchos países con mayor índice de asesinatos son algunos de los países nórdicos (Finlandia tiene 10,32 asesinadas por cada millón de mujeres de más de 14 años, Dinamarca, 5,85 y España 3,81) donde las políticas de igualdad están más desarrolladas creo que debemos de huir de explicaciones simples. El machismo es un factor, pero además el lugar de la mujer ha variado en las sociedades occidentales y este cambio no ha ido en paralelo de cambios sustanciales en el varón. La mayoría de las personas que piden el divorcio son mujeres y muchas veces no lo hacen tanto pensando en lo sufrido como en buscar una vida más satisfactoria. Lo ha dicho Alain Touraine, las mujeres están utilizando más la sexualidad como elemento de construcción de su identidad. La mujer ha sido más capaz de combinar sexualidad y placer con la vida pública y para el hombre es más difícil separar placer y responsabilidades. Tiene mayor rigidez, lo que hace que la relación de dependencia sea mayor en el hombre.


-Sin embargo, se cree que las mujeres tienen más dependencia del hombre.

-El hombre orienta más su ser en el tener, el tener pareja. La dependencia mayor de la mujer, fuera de lo económico, se da en que espera tener un signo de amor de su pareja, lo que en ocasiones la aboca a situaciones de maltrato: le hace creer las palabras de amor y de arrepentimiento o interpretar que los celos son signos de interés. Cuando una mujer se instala en una posición de amor permanentemente decepcionada siempre espera que en la siguiente ocasión sea diferente. Esto tiene que ver con su historia infantil.

-¿Cómo explica la reacción aparentemente irracional de las mujeres que retiran denuncias?

-A menudo se constata el rechazo de mujeres a las órdenes de protección, hay quienes piden visitar en la prisión a sus agresores, incluso con orden de alejamiento, y en una ocasión un juez negó el derecho a a casarse a una mujer con el novio, porque estaba en prisión por maltrato lo que fue interpretado por la mujer como un atentado a sus derechos. Esto da lugar a muchas interpretaciones, la más malévola es un pretendido masoquismo de estas mujeres. En estos casos las campañas de información son poco eficaces porque la reacción de las mujeres tiene que ver la subjetividad y con lo más íntimo. El supuesto masoquismo femenino es una fantasía sexual masculina. No es un goce masoquista, sino una demanda de amor permanentemente decepcionada. Por eso insiste.

-¿Y la dependencia del hombre qué consecuencias tiene?

-Hay una infantilización generalizada de la sociedad y tal vez del hombre en particular. Es difícil encontrar a un adulto de verdad, como padre, como persona que se responsabilice de su vida. Esta dependencia conlleva un auge de determinadas patologías y nuevas adicciones, unido al declive de los valores tradicionales. La dependencia se acentúa en las relaciones de pareja y se manifiesta de forma extrema en la imposibilidad de aceptar perder a esa persona. Para estos tos hombres-niño la pérdida es absolutamente intolerable. Tal vez este fenómeno contribuirá a explicar que al asesinato de mujeres siga, en casi un 30 por ciento de los casos, el suicidio del agresor como expresión de la dependencia más radical: no pueden vivir sin ellas en el sentido literal, porque una vez destruida esa persona ya no tienen con qué sostenerse en la vida. Es posible que el asesinato sea calculado y premeditado -”la considera su propiedad y la destruye cuando ya no puede poseerla-” pero la mayoría de los actos de suicidios se producen en forma de cortocircuito. Más allá del machismo hay que ahondar en los cambios de la civilización actual y la psicopatología.
-¿Qué tipo de tratamientos faltan frente a la violencia machista?

-Las medidas judiciales y policiales son necesarias, al igual que las denuncias. No es una crítica a ese tipo de política pero creemos que insuficiente porque lo pulsional no es educable. Hay que prestar atención individualizada a las mujeres en ese tipo de situaciones, hay experiencias con los hombres maltratadores... Pero el problema de este tipo de abordaje es que se hacen en base a protocolos universales que no toman en cuenta que detrás de cada mujer maltratada hay una historia, al igual que de un hombre maltratador y que sin abordar esa historia no es posible salir. Hay que buscar una alternativa más allá de las respuestas estandarizadas y dar una respuesta a lo que está en el sujeto.
-¿Cuál es la respuesta del psicoanálisis?

-Apunta a lo que no apunta ningún otro tipo de abordaje terapéutico. El psicoanálisis va al origen de por qué una mujer va buscando siempre el mismo tipo de pareja, no ignora la vertiente personal y biográfica.
-¿Es un obstáculo a su aplicación el que sea largo?

-Este es uno de los prejuicios que existen contra el psicoanálisis: es cierto que es más largo, pero no hay que esperar al final para ver los efectos. La Escuela Lacaniana de Psicoanálisis está abriendo centros asistenciales gratuitos para consulta y tratamientos breves para mujeres víctimas de malos tratos. Estos centros cuentan con el respaldo de la Secretaría de Estado de Servicios Sociales.
-¿Hay alguno en León?

-En Castilla y León aún no.
-¿Quién necesita más cura: la mujer maltratada o el hombre maltratador?

-Posiblemente no lo necesiten ellas más que ellos. Lo que ocurre es que las mujeres están más dispuestas a pedir ayuda, en todos los terrenos. La mujer tiene una relación con la falta menos problemática que el hombre, para quien reconocer un problema y pedir ayuda supone a veces un atentado contra su virilidad y una herida narcisista.
-¿Hay que replantear la educación sentimental desde la infancia?

-Las ideas sobre el amor dependen de la cultura de cada momento, pero la dependencia tiene que ver más con la biografía y la historia personal. Tuve el caso de un niño de un centro de menores que se metía siempre en conflictos y acababan pegándole. En la consulta me contó que procedía de una familia de varios hermanos en la que el padre no hacía caso a ninguno, excepto a él, para pegarle.Algo en su inconsciente le hacía pensar que el modo de reconocimiento que tenía del padre era pegarle y eso hacía que lo llevara a todos sus vínculos: hazme caso aunque sea para pegarme, venía a decir este chico. Lo que está fijado en la subjetividad se repite sin saberlo. El encuentro con el analista le permitió aislarlo y verlo. Es por eso que para las cuestiones del amor no interviene mucho la educación, igual que para la sexualidad, depende de las fijaciones de cada uno. No basta con saber algo para tomar la decisión adecuada (sabemos que el tabaco, el alcohol causan enfermedades...) porque hay cierta ceguera del saber frente a la pulsión. Pasa con los abortos: no ha habido una generación tan informada y sin embargo se han multiplicado.

Psicoanalista, columnista de La Voz de Galicia y psicólogo clínico en el Hospital Juan Canalejo de La Coruña, Manuel Fernández Blanco es miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y dirige la clínica del Campo Freudiano en La Coruña.

http://www.elp-debates.com/e-textos/M_Fdez_Blanco_la_intolerancia.doc

viernes, 15 de mayo de 2009

Nada es más humano que el crimen (II)


Jacques Alain Miller

Pequeños monstruos fascinados
Cuando se lee ¿A quién mata el asesino? uno se identifica con la víctima. Las cuatro páginas del Prólogo son para hacer pensar acerca de qué significa "¡todos asesinos!". Por lo menos, todos somos sospechosos. Si se plantea la pregunta sobre si debemos asumir la responsabilidad de los sueños inmorales, Freud responde que sí. Analíticamente lo inmoral es una parte de nuestro ser. Nuestro ser incluye no solo la parte de la que estamos orgullosos, que mostramos en la tribuna o en el tribunal, la parte admirable, que constituye el honor de la humanidad, sino también la parte horrible. No solamente "honor" sino también "horror". Al menos esto es lo que el psicoanálisis ha agregado a la idea de nuestro ser.
La interpretación de los sueños por parte de Freud ha modificado la idea que teníamos sobre nuestro ser. El psicoanálisis ha mostrado que nuestro ser incluye esa parte desconocida, el inconsciente reprimido, que está dentro de mí, que me mueve y actúa habitualmente a través de mí y aunque Freud la llama "ello", está en continuidad con el "yo". Somos criminales inconscientes y eso aflora en la conciencia –principalmente en la conciencia obsesiva– como sentimiento de culpa. Freud considera que toda conciencia moral y la elaboración teórica y práctica del discurso del derecho son reacciones al mal que cada uno percibe en su ello. El derecho es una formación reactiva que resulta del mal presente en cada uno, es decir, primero hay en cada uno ese mal. Eso implica aquello que se puso en evidencia a partir del siglo XVIII y sobre todo desde el siglo XIX: la fascinación hacia el gran criminal.
Existe una gran literatura sobre la fascinación hacia el gran criminal y una parte de este libro también recoge trabajos sobre este tema. El último capítulo, el de los serial killers, realmente es insoportable de leer. El último caso es el de Dahmer, el caníbal, que ha inspirado el personaje de Haníbal Lecter. Pienso que esa fascinación por el gran criminal tiene como razón de ser que en cierto modo él realiza un deseo presente en cada uno de nosotros. Aunque sea insoportable pensarlo, de alguna manera son sujetos que no han retrocedido frente a su deseo. Así, puedo entender por qué se utiliza la palabra "monstruo" para calificarlos. Por supuesto nosotros mismos también somos en cierta medida pequeños monstruos o monstruos tímidos.
Me gustaría plantear la paradoja que nada es más humano que el crimen. Lo que parece más inhumano, ha sido reintroducido en lo humano por Freud. En ese sentido el crimen desenmascara algo propio de la naturaleza humana, aunque por supuesto exista en nosotros la simpatía, la compasión y la piedad. Lo humano puede ser, precisamente, lo conflictivo entre estas dos vertientes de la Ley y del goce. El serial killer está desprovisto de conflicto, eso es muy claro, en eso sale de lo común. Para terminar el libro hay que soportar la lectura de las descripciones que contiene, aunque ninguna sea obscena se han mantenido ciertos velos.

Formas de matar
Freud decía que el analista no puede asumir, en el lugar del jurista, la tarea de decidir la capacidad de asumir responsabilidades con fines sociales. La definición de responsabilidad para el bien de la sociedad no conviene al analista. Freud solamente podía ver la capacidad jurídica como una limitación del yo metapsicológico, situaba a la responsabilidad del jurista como una simple construcción social. Lo que se llama el "post-estructuralismo" relativiza, "semblantiza" los discursos: eso se encuentra ya en Freud. Con respecto a la responsabilidad analítica, la responsabilidad jurídica es como una construcción específica que depende de las circunstancias, de las épocas, de las tradiciones. Persiste una inquietud sobre lo que se puede considerar como la responsabilidad jurídica de las personas con trastornos de la personalidad, asociados a una enfermedad mental. En la página 165 del libro se dice que el psicoanálisis, después de haber retomado la clínica criminológica, busca acercarse mucho más a la posición subjetiva de esos individuos. No es fácil. Hay que ver cómo podemos sostener esta orientación.
El matar, en la tapa de este libro, está referido a un asesino, pero eso no es el todo del matar. Hay un matar del ser humano que es legal. La civilización supone un derecho de matar al ser humano. Matar legalmente supone agregar algunas palabras al matar salvaje, un encuadre institucional, una red significante, que transforme el matar, la significación misma de la acción mortífera. Si se hace de la buena forma, si se introducen los buenos semblantes, "matar" no es más un asesinato sino un acto legal. Los significantes, las palabras, los encuadres, el ritual, transforman la acción mortífera.
Un gran escritor de la época de la Revolución Francesa, que quiero mucho, y que es realmente la fuente de la corriente antirrevolucionaria francesa que tuvo repercusiones en otros países, que fue el embajador elegido por el rey de la Cerdeña y por Luis XVI durante su exilio en Rusia, Joseph De Maistre, dice en su obra más leída hoy, Las noches de San Petersburgo [3] –son dos o tres páginas, escritas en un estilo incandescente–, que para él la figura máxima de la civilización era el verdugo: el hombre que podía matar en nombre de la ley y de la humanidad. Ese era el personaje central en el conjunto de la civilización.
En la época de las Luces, tan dulces, para Maistre la sangre humana tenía un valor esencial. La ley divina dice explícitamente que no se debe matar –lo dice San Juan [4]– en oposición a la idea de que la sangre humana es necesaria para pacificar a los dioses irritados. Para Maistre el Dios cristiano mismo quiere la sangre, la necesita. En un pequeño texto que se llama Ensayos sobre los sacrificios [5] demuestra que esta exigencia llega hasta la sangre de Cristo, necesaria para satisfacer el deseo de Dios. Así, interpretaba a Dios: Dios tenía un deseo y la sangre humana responde a ese deseo. Esto pasaba a la sociedad a través de la persona del verdugo.
Se puede decir que la sociedad requiere la eliminación de cierta cantidad de seres humanos. Ya sea a través de una teorización o de otra, el conjunto social no se puede constituir sin la eliminación de seres humanos, el en-más de la población, ya sea a través de las guerras o en el orden interno. Esto continúa hasta en lo que hemos visto en el último siglo, ya sea la destrucción de clases sociales enteras o del genocidio de los judíos. Cuando el acto criminal produce un gran número muertos, sale del dominio del derecho y entra en el de la política. Cuando Harry Truman decide tirar la bomba atómica sobre Hiroshima no entra en el ámbito del libro ¿A quién mata el asesino?, es solamente "¿A quién mata la bomba atómica?". La respuesta es "A algunos miles de japoneses. Estamos en guerra con Japón, es preferible que mueran algunos japoneses que los americanos". Es un cálculo utilitarista. Estamos tranquilos porque no hay crueldad en esta decisión. No se encuentra allí el goce de la sangre humana sino más bien cierta frialdad.
Ha aparecido como nuevo un "significante amo", según la invención de Lacan, que se impone a todos sin discusión: lo "útil" para el mayor número, como decía Bentham. Ahora se hace todo en nombre de lo útil, eso limpia el matar de toda crueldad, allí donde antes había un gozar del castigo. Las ejecuciones de delincuentes, de criminales, eran fiestas populares. La gente iba a verla y a gozar. Se entendía que la sociedad necesitaba sangre y gozaba de ella como en una fiesta. La ruptura se produjo con Beccaria y Voltaire, quienes concibieron un castigo en nombre de una Ley abstracta, de un Otro de la ley que ya no goza. En nuestra época, la tendencia es hacer del no matar un absoluto.
En Argentina, así como en Francia y en otros países, se abolió la pena de muerte aunque todavía no en los Estados Unidos. La consecuencia es que el criminal, que era agalmático, encarnación del goce, o el delincuente, aparece como un desecho y se recupera como los desechos. En cierto modo –Lacan aludió a eso y este libro también– la evolución utilitarista no va sin cierto rebajamiento de la dignidad humana del criminal, no va sin la pretensión científica de objetivizar el crimen y el criminal destituyéndolo de su subjetividad. De alguna manera, este libro trata de recuperar, en nombre del psicoanálisis, la significación subjetiva del acto criminal. No es fácil porque usualmente el acto criminal no lleva al sujeto a pedir análisis, tanto menos a un serial killer.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Nada es más humano que el crimen




Jacques-Alain Miller
EL 29 de abril de 2008, en el Anfiteatro de la Facultad de Derecho de Buenos Aires, en presencia del Decano de la Facultad. Se trata de la presentación del libro de Silvia Elena Tendlarz y Carlos Dante García ¿A quién mata el asesino? Psicoanálisis y Criminología (Grama, 2008).


Tomo la palabra para celebrar la aparición de este libro, cuyos méritos son deslumbrantes: es claro y está bien ordenado; la amplitud de su información no es solo para los especialistas, sino que se dirige a un público amplio. Está escrito en una lengua común, y cada vez que introduce palabras propias del vocabulario del psicoanálisis o del derecho da una explicación. Esto no es común en los trabajos de los psicoanalistas. Encontrarán referencias y nombres propios que no conocen y que testimonian del esfuerzo por parte de los autores por ir más allá de la biblioteca habitual de los analistas.
En mi opinión, este trabajo será útil tanto para los analistas como para los agentes del aparato jurídico. Vamos a tratar de imaginar qué uso puede tener para ellos.
La clínica presentada en este libro resulta de una intersección entre el psicoanálisis y el derecho. Al leerlo pareciera que hay dos clínicas. Junto a la clínica psiquiátrica y freudiana, el propio discurso del derecho ha producido su propia clínica seleccionado los elementos que podía incorporar. Es a la vez, o sucesivamente, una clínica policial y jurídica. Por ejemplo, en los casos de asesinatos en serie, después de los primeros asesinatos resulta necesario diseñar un retrato psicológico, patológico del criminal, a fin de tratar de anticipar sus movimientos y capturarlo. En estas situaciones la clínica es un imperativo de seguridad pública.
A la clínica policial se le agrega una clínica jurídica. Ella debe, por ejemplo, evaluar la posibilidad de que el sospechoso, para la satisfacción de las familias de las víctimas, pueda sostener su presencia y responder ante un tribunal. En Francia se requiere hacer comparecer a los psicóticos gravemente enfermos. Continúa una polémica hasta nuestros días para dilucidar si el diagnóstico clínico debe impedir que comparezca o no ante un tribunal.
Entonces, hay dos clínicas, una clínica de los clínicos y una clínica de los policías y de los jueces. Silvia Elena Tendlarz y Carlos Dante García han intentado introducir la primera en la segunda. No es fácil. En este libro vemos que la clínica psicoanalítica trata de introducirse en la clínica policial y jurídica, sin megalomanía, de manera modesta, como una rata simpática que muerde los cables que sostienen la clínica policial y jurídica, y sin otra pretensión más que la de producir una pequeña preocupación en los profesores de derecho, en los jueces y en los abogados. No sé si lo van a lograr.

Soñar contra la Ley
Me pregunté, al leer este libro, qué texto psicoanalítico se le podría recomendar a los profesores de derecho y a los jueces de buena voluntad, qué orientación podríamos atrevernos a ofrecerles en relación al psicoanálisis. Pienso que la segunda parte del texto de Freud de 1925, al cual me he referido hace algunos años a propósito de un tema sugerido por Javier Aramburu, a quien recordamos, psicoanalista porteño, fallecido demasiado pronto. Se llama "Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto" [2], y particularmente su segunda parte, ‘La responsabilidad moral por el contenido de los sueños’, que escribió después de la Traumdeutung. Es una reflexión de Freud sobre los sueños de naturaleza inmoral.
A estos sueños inmorales Freud se niega a llamarlos criminales porque dice que la calificación de crimen no pertenece al psicoanálisis propiamente dicho. ¡Incluso un juez tiene derecho a tener sueños inmorales! Nadie le puede castigar por eso, aunque él mismo se pueda cuestionar, reprochar por eso. Freud se pregunta sobre la implicación del sujeto en el contenido del sueño: ¿el sujeto debe sentirse responsable? En el sueño ocurre que uno es un asesino, mata, viola, hace cosas que en el mundo de la realidad merecerían castigos severos previstos por la ley.
Freud considera que su descubrimiento de la interpretación de los sueños desplazó el problema. La Traumdeutung muestra cómo descifrar el contenido supuestamente escondido de los sueños. Lo que se manifiesta en el sueño, su contenido consciente que puede ser inocente, moral, correcto, también puede disimular un contenido más inmoral. Desde el punto de vista de Freud –y no creo que los analistas de hoy difieran sobre este punto–, el contenido latente de la mayoría de los sueños está hecho de la realización de deseos inmorales. Todos los sueños, si se sueña, son fundamentalmente sueños de trasgresión. Uno sueña siempre, según Freud, en contra del derecho. El núcleo del sueño es una trasgresión de la Ley. Los contenidos son de egoísmo, de sadismo, de crueldad, de perversión, de incesto. Se sueña contra la Ley. Y no estoy exagerando el punto de vista freudiano: en la formulación de Freud los soñadores son criminales enmascarados. De manera tal que, cuando se habla de un crimen, de un asesinato, lo primero que desde el punto de vista analítico se podría decir con seguridad es que en esta historia se trata de si mismo y no del otro.

martes, 12 de mayo de 2009

La violencia en el discurso de la época



Ernesto Derezensky, Carlos Dante García, Marcelo Marotta, Graciela Ruíz


La cumbre política internacional realizada en Tegucigalpa, Honduras entre los presidentes de El Salvador, Honduras, Guatemala, Costa Rica y Nicaragua prueba que la violencia forma parte de la preocupación de los gobernantes, porque las políticas represivas y sociales ante el fenómeno de las “maras” han fracasado. Las “maras” son una especie de hermandad, constituida, según se estima, entre 40 y 250 mil jóvenes que se dedican a la delincuencia, la droga y la violencia. Hay diversas “maras” como la “Mara Salvatrucha” o la “Mara 18”. Todos sus integrantes andan tatuados, con la cabeza rapada y ropa holgada. Reciben el nombre de maras, como contracción del término marabunta, una colonia de hormigas depredadoras de las selvas de Sudamérica. Se dice también, que mara, es un término salvadoreño que es sinónimo de pandilla juvenil. Mara, neologismo del discurso de la época. Se iniciaron en los años 90 como barras juveniles de diversos barrios que, poco a poco se transnacionalizaron convirtiéndose en organizaciones. Los estudios de los expertos, atribuyen como causa de las maras a la pobreza y a la “mano dura”. Cuerpos casi totalmente tatuados. Calaveras, dragones, cruces gamadas o tumbas cinceladas, representan supuestamente sus códigos secretos. Isabel Muñoz, fotógrafa española que se dedicó a fotografiar a las maras, considera que es sorprendente que aún en el siglo XXI se utilice el cuerpo como medio de lenguaje, como un libro que habla de ellos mismos. Por el contrario nosotros, interpretamos que los tatuajes y las escarificaciones son el índice de la ineficacia de la incidencia del significante en la extracción del goce. Por lo tanto se trata de cuerpos holofraseados, que el lenguaje no ha logrado marcar.
Los sociólogos oscilan en sostener que están organizadas a partir de jefes o como hermandades. Lo que orienta su accionar sin embargo, es el secuestrar y el matar. Las mujeres, en estos relatos son presentadas como más duras y sanguinarias.
Ese accionar va acompañado por símbolos que les dan a ellos mismos su identidad, que no implican la presencia del Ideal del yo, sino la proliferación de un imaginario mortificante: la concepción de la muerte muy presente se refleja en un profusa imaginería en la que conviven el demonio, la propia muerte, escenas de sexo, retratos familiares, nombres de la persona amada. Testimonian del fracaso en la constitución de una identificación soportada en el rasgo. Se trata del ejercicio de una violencia sin regulación simbólica, sin sentido ni razón.

¿Por qué las maras son un caso? Del universal de la violencia, las barras bravas, los pibes chorros y las maras, como muchos otros fenómenos de violencia, son cada una, una parte, un elemento, un caso particular de la clase violencia. No hay acontecimiento ni fenómeno que no sea un hecho de discurso. El pasaje del universal a lo particular se realiza cuando podemos reconocer la máquina discursiva que pone en escena al sujeto con su particularidad de goce. No identificamos el caso con el individuo, se trata del sujeto de un discurso.

Pasajes del trabajo presentado en Belo Horizonte, en el último encuentro del Campo Freudiano, por los responsables del VEL.

"Siempre hemos sido agresivos, pero han variado las forma de expresión"


Mario Elkin Ramirez colega y amigo participó en nuestro Seminario el año pasado. Compartió con nosotros su investigación sobre el problema de la violencia en su país Colombia.
Una entrevista quedo como testimonio de su visita a Rosario.
Fernando Botero (Medellín, 1932)

lunes, 11 de mayo de 2009

La violencia, el niño y la familia



Entrevista a Eric Laurent

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P-Esta imposibilidad de acceder al consumo genera violencia. ¿Cree que esta sociedad es más violenta que las anteriores?
R-No es que haya más violencia, sino más tecnología de la violencia. Se ha construido una sociedad de vigilancia generalizada; entonces, se genera más violencia, para superar esas defensas. Es una cuestión de tecnología. Nos rodea un mundo tecnológico donde la violencia se vuelve más eficaz en su carácter destructivo. Es una eficacia negativa, es pulsión de muerte, la parte maldita...
P-Entre las víctimas de esta violencia, los más débiles son los niños. ¿Dónde quedan ubicados en este escenario?
R-Los chicos pueden sentirse abandonados a sí mismos y a su propia violencia. Hay algo vinculado a la condición humana en esta violencia. El hombre es un animal violento. Los niños se sienten abandonados a la violencia que tienen en ellos. Antes se los mandaba a la guerra; ahora se los manda a las escuelas, pero esas escuelas tienen problemas de autoridad. Hay que encontrar nuevos modelos que ayuden a la juventud a atravesar la adolescencia. La culpa es nuestra, no de los niños. No hemos sabido inventar los rituales apropiados que puedan ayudar a un joven violento a encontrar salidas que no sean autodestructivas o destructivas para los demás.
P-Por ejemplo..
R-En el siglo XIX, los ingleses, cuando tuvieron que pasar a la educación de masas, inventaron el deporte de masas, el fútbol. En ese sentido, deberíamos inventar el nuevo deporte del siglo XXI, un nuevo ritual que al mismo tiempo fuera una práctica del cuerpo y que permitiera la socialización.
P-Uno de los refugios que parecían irreductibles eran las familias. ¿No lo son ya?
R-Hoy tenemos familias recompuestas, monoparentales y de personas sueltas. Tenemos también las familias compuestas por parejas del mismo sexo. Son modos de mantener un deseo de familia. No se puede decir que la familia no es más un objeto de deseo: más bien es un objeto de deseo sobre formas múltiples, que no está regulado por la tradición.
P-Y en esas familias, ¿qué lugar ocupa esta figura que siempre fue central para el psicoanálisis, el padre?
R-Un cambio de esta época es la desautorización de las prohibiciones. Recuerdo el famoso eslogan de fines de los años 60: 'prohibido prohibir'. Hoy hay una desautorización de la autoridad, del modelo tradicional de la autoridad. La figura del padre fue trastrocada: hoy su función es cargarse de la culpa de prohibir. Esto lo vemos en la extensión de los trastornos de atención, en las adicciones. Lo que parece estar extendiéndose son las patologías de acciones, no las patologías derivadas de la prohibición.
P-¿Cuáles son estas patologías de acciones?
R-Vemos cada día más gente desaforada en los shoppings, gente que no puede parar de comprar. Si la felicidad es tener tanto como los demás, hay que endeudarse de manera excesiva para tener más, sin pensar, sin tener en cuenta las consecuencias.
Recordamos estas respuestas de Eric Laurent, publicadas en La Nación, el año pasado, por tener afinidad con nuestro tema del Seminario.

La violencia a la que nadie pone nombre


Beatriz Sarlo, en el último número de la revista Viva, se pregunta porque no existe una movilización semejante a la que despierta el asesinato en el caso de las muertes por accidentes de tráfico. Hay mucho más muertos en las carreteras que aquellos que mueren en ocasión de un robo, secuestro o violación. Los números: durante el 2008 murieron 8.025 personas en accidentes automovilísticos, por cada muerto tres personas quedaron discapacitadas permanentes. Las estadísticas de muerte violenta del 2007: los homicidios en hechos de tránsito alcanzan el 58% del total, los homicidios en ocasion de delitos el 32%, quedan 10% sin causa mencionada. Sobre las explicaciones posibles, Sarlo argumenta que en el caso de los asesinatos por la delicuencia existe una diferencia entre la victima y el victimario a nivel moral, económico y racial. En los accidentes de tránsito la cosa es más confusa, cualquiera podría estar en la escena. No se coloca a los responsables del lado del Mal, de lo radicalmente distinto. Los delicuentes son "ellos" mientras que los que provocan muertes por accidentes de tránsito podrían ser uno de "nosotros". Alcohol tomamos casi todos pero la palabra "paco" dibuja un paisaje de villa y delito.
Interesante reflexión, cuál será el sentido que alcanza el lector medio de la revista Viva, al leer esta nota. ¿Se hará evidente la importancia que tiene el odio segregativo frente a la forma de goce del Otro, en la subjetivización de la realidad? ¿Se hará evidente la importancia de lo radicalmente distinto como fundamento de la intolerancia?

El encierro en la imposibilidad

Seguramente cuando Freud pensó en lo imposible de educar estaba muy lejos de captar hasta donde esta imposibilidad podía encarnarse.En la película se agregan a los efectos del discurso comandado por el saber, los desencuentros producidos por la inmigración y las diferentes lenguas.
La exclusión del sujeto (el autoretrato es un intento de incluirlo) se patentiza sobre el final cuando no se puede escuchar el "no entiendo nada", "no aprendi nada", "no quiero seguir". Se observa la infatigable lucha del profesor de "lengua" contra el rechazo a la alienación y la ausencia de recursos simbólicos que son su consecuencia. La tensión que sobrevuela toda la pelicula anuncia una salida fallida, aunque no totalmente.