martes, 2 de junio de 2015

Intervención de Ernesto Sinatra en la mesa plenaria "El género en cuestión" de la Jornada del VEL

LA IMPLOSIÓN DEL GÉNERO
1 - El empuje al goce: de la cosquilla a la parrilla
            No vamos a hablar del goce así, por las buenas. Ya les he hablado bastante de ello como para que sepan que el goce es el tonel de las Danaides y que, una vez que se entra, no se sabe hasta donde va. Se empieza con las cosquillas y se acaba en la parrilla. Esto también es goce…”
                                                                                                                                      Jacques Lacan
Sigmund Freud interpretó a su época: el malestar era el síntoma que mostraba que la renuncia pulsional -¡hay que dejar de gozar! como mandato paterno de la civilización- no (re)instalaba la felicidad, sino que, por el contrario, reforzaba el circuito infernal del super-yo reintroduciendo la ferocidad del goce por medio de la prohibición.
Si consideramos ahora -siguiendo la orientación de Jacques-Alain Miller- el malestar de la civilización en la época freudiana a partir de las coordenadas de la sexuación, encontramos que ella obedecía a la lógica que Jacques Lacan adjudicó a la posición masculina: el conjunto sostenido en el Todo, a partir de la culpa y el castigo, de los pecados y su expiación: de ese modo el imperativo proscriptivo de la civilización reforzaba el super-yo en el nombre del Buen Padre que vigilaba.
Al respecto, conviene acentuar el modo por el que la iglesia florecía hasta allí con su negocio: ‘¡hay que dejar de gozar!pero si has pecado, puedes expiar tus pecados; pero entonces vuelves a gozar, y entonces vuelves a la Iglesia para volver a expiaretc.
El imperativo actual de la civilización ha devenido “¡hay que gozar!, en una época que sabe demasiado de la inexistencia de la relación sexual. La porno-cultura muestra lo que hasta ayer se velaba: la multiplicación de cuerpos gozando pero incluyendo ahora- el coito exhibido y sus desinencias.
El espectro hiper-moderno del goce renueva sus desplazamientos de la cosquilla a la parrilla. De un lado la cosquilla: el avance mediático del goce sexual el todo para verde la pantalla omnivoyeur recaptura la implosión del género en sus variaciones (gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, inter-sexuales...) transformando en comedia la desigual lucha por los derechos de las minorías sexuales, ridiculizando sus demandas de reconocimiento social, a partir del panóptico chismorreo de la sociedad del espectáculo.
Por el otro, la parrilla: desde la agresividad urbana, cotidiana; el ascenso de la criminalidad; la degradación creciente de los caídos del mercadoY nos interesa especialmente remarcar dos fenómenos: en el primero de ellos comprobamos la mostración estructural de lo insoportable de la diferencia sexual, rechazada de un modo criminal en los fenómenos de la denominada violencia de género’, que evidencian hasta donde puede llegar el rechazo a lo heteros, al Otro sexo. Violencia de género que hace pareja con las cada vez más frecuentes- muertes por sobredosis adictivas de jóvenes  producidas por las más sofisticadas drogas de diseño combinadas con alcohol (producidas hasta en las previas).
Estos acontecimientos son frecuentemente acompañados por la hipocresía del Otro social, que suele ofrecer soluciones cosméticas a un problema que involucra lo real mismo de la política: la disgregación de la autoridad y sus consecuencias.

2- La implosión del género en la feminización del mundo
En este estado de cosas, el estado debe regular en el campo del goce, lo que hasta ayer  era considerado un derecho divino, no tan sólo natural: el matrimonio adviene igualitario y la identidad de género deja de soldar cuerpo y sexo.
Desprendemos así una secuencia que hemos despejado en otro lugar: de la caída del padre -se sigue- el declive de lo viril -a lo que responde- la feminización del mundo.
Se verifica hasta qué punto la época actual --la de la feminización del mundo que leemos: No-Todo­­-- es coherente con un nuevo malestar determinado por el empuje de la no-relación sexual: la no-naturalidad de la sexuación se hace evidente no sólo con la ley del matrimonio igualitario y la ley de la identidad de género, sino además a partir del estallido de las clasificaciones producido por las demandas subjetivas de reconocimiento del derecho al goce.
Luego de los homosexuales, ahora van por sus derechos bisexuales; travestis; transexuales; intersexuales; hasta los metro-sexuales (hombres heterosexuales que cuidan su imagen, embellecen su figura y producen sus cuerpos siguiendo métodos que sólo las mujeres utilizaban hasta ayer nomás, inscribiendo una página más en los fenómenos de la feminización del mundopara participar en la guerra de los sexos); últimamente han llegado los cross-dresser a las tapas de las revistas —hombres heterosexuales que gustan del encuentro con otros hombres, trasvestidos como ellos, simplemente para hacer uso del goce de la palabra vestidos de mujeres, hablando en armonía y libertad de cosas de mujeres.
Tal vez uno de los casos más interesantes, por su vinculación directa con el fenómeno de la globalización, y por la argumentación de sus pensadores, la constituye la teoría queer. Pero si bien sus partidarios se encuentran en torno de la hipótesis que la orientación sexual y la identidad sexual es resultado de una construcción social, razón por la cual llegan a rechazar el género como concepto que organice sus modalidades del ser, existen a su vezdistintos sub-conjuntos, los que suelen agruparse en torno de las sexualidades periféricasdistribuyéndose ¡también ellos! en otras categorías que imponen al conjunto del género una dispersión fenomenal.
Desde esta perspectiva, para nosotros, la teoría Queer es un producto más de la feminización del mundo, consignando aquí que feminización no quiere decir atributos femeninossino No-Todo, lo que indica que el fundamento del Todo: la excepción, ya no cumple su función y que por ello el conjunto universal masculino-femenino ha estallado en la pluralización del género. ¡A cada uno su singularidad! ¡A cada uno su modo de gozar!
Es por ello que hemos denominado a este estado de cosas: la implosión del género, pulverización del género en múltiples categorías configurando micro-totalidades[1] que exigen su derecho a ser consideradas en sus particularidades de goce[2]
Para decirlo de una vez: la implosión del género es una consecuencia mayor de la época del No-Todo, en su empuje a la proliferación de nuevas categorías sexuales; mostrando en el estado actual de la civilización hasta qué punto inexiste el Universal que permitiría agrupar al Todo de LA Mujer.
Al respecto, vale considerar como verificación de nuestras hipótesis una nota reciente de un periódico tradicional es decir: conservadorde nuestro país, en la que los directivos de Facebook anuncian que ofrecerán en su portal a sus usuarios, para ser identificados a partir de…¡cincuenta y cuatro opciones diferentes de identificación de género! Sí: ¡54!
Fa­ce­book aca­ba de anun­ciar que ofre­ce­rá a sus usua­rios 50 op­cio­nes de iden­ti­fi­ca­ción de gé­ne­ro. En la ca­te­go­ría que fi­gu­ra den­tro de In­for­ma­ción Bá­si­ca, el des­ple­ga­ble aho­ra in­clu­ye op­cio­nes per­so­na­li­za­das y no bi­na­rias, co­mo in­ter­se­xo, neu­tro, an­dró­gino, sin gé­ne­ro, gé­ne­ro du­do­so, gé­ne­ro flui­do, va­rian­te de gé­ne­ro, queer o nin­guno.”

Para agregar, la misma nota, al dar la palabra a uno de los directivos de Facebook:
“…la­men­ta­ble­men­te, en mu­chos idio­mas no exis­te la ma­ne­ra de re­fe­rir­se a un ser hu­mano sin in­cluir su gé­ne­ro – plan­tea alex Schultz, vi­ce­pre­si­den­te de cre­ci­mien­to de Fa­ce­book, pun­ta de lan­za de es­te em­pren­di­mien­to–. Pe­ro lo que no­so­tros que­re­mos es dar­le a la gen­te op­cio­nes pa­ra ex­pre­sar quié­nes son real­men­te, pa­ra per­mi­tir­les ser quie­nes au­tén­ti­ca­men­te son.”

Curiosa respuesta, para no incluir el género ¡ofrecen más de 50 posibilidades de identificación de género! Ya lejos del binarismo tradicional que los usuarios del non-gender rechazan, Facebook se sube a la ola de la desnaturalización del sexo ofreciendo en su portal más acá de la cuestión del género- algo que debe ser destacado, el ideal que alberga cada clasificación: ofrecer un ser que realmente nombre la singularidad de cada cual. 
La sexuación, hueso real de la sexualidad en los humanos está a la orden del día subida ella también- al cenit de la civilización emplazando las variaciones de los modos de gozar.

3 - Nuestra orientación : lo real de la sexuación vs. la Identidad de género 
La ley de identidad de género desde hace ya tres años está vigente en la Argentina; antes de su promulgación efectuamos en un espacio del ICDEBA (Ateneo de Psicoanálisis y Género) algunas puntualizaciones que ahora, para finalizar, retomaremos.
Ø  A la elección del sexo la llamamos: sexuación
Con una escritura que parodia la lógica matemática, el doctor Lacan indicó que la sexualidad humana no puede ser reducida a la distribución de los cuerpos entre hombres y mujeres a partir de un binarismo natural o cultural. Esta inadecuación hombre-mujer la formuló de un modo provocador al afirmar que no hay relación sexual, indicando de este modo la falta de complementariedad en las formas de gozar de un lado y del otro de lo que denominó- la sexuación
En este punto la ley de identidad del género, al permitir que cada quien pueda corregir su identidad sexual contrariando a la que recibió en su organismo, se orienta (hasta podríamos decir: ¡se autoriza!) en la premisa psicoanalítica según la cual hay determinación del sexo, elección sexuada. s allá de la clasificación de la sexualidad que implosiona en las variedades del género, se trata de dos y sólo dos posiciones sexuales, las que localizamos a partir de la barra vertical: lado macho y lado femenino (o No-Todo). A ellas las caracterizamos con el predominio del falo en el nombre del padre -del lado macho-; y en el más allá de los semblantes paternos del Otro lado, el femenino, el del No-Todo. Es éste el principio que nos rige, nuestra brújula.
Ø  La ‘rectificación registral del sexo’ no es equivalente a la elección inconsciente del sexo
La identidad de géneropermite una reasignación sexual´, una rectificación de géneromediante operaciones de cambio de sexo. Pero el debate va más allá de lo real de la anatomía, ya que introduce otra cuestión: la nueva identidad sexual puede tramitarse ante el Registro Nacional de las Personas expresando el sujeto ser de un sexo diferente del biológico. De este modo se separa (se vuelve a separar) el cuerpo del nombre; el sexo de la identidad, ya que incluso no es necesaria la cirugía para transformar la identidad sexual sino que basta tan sólo con una declaración jurada para dejar de ser hombre-mujer.
El aspecto progresivo de esta ley es evidente, en principio porque implica el reconocimiento de derecho de las minorías sexuales al ofrecerles un amparo jurídico desde la cuestión identitaria, poniendo un freno legal a la violencia discriminatoria ejercida sobre transexuales, travestis, gays, lesbianas, etc. que incluye, especialmente, las asiduas intimidaciones por parte de personeros de las fuerzas públicas.  Pero hay un aspecto de la ley que es, al menos, inquietante. A partir de la inexistencia de una bipartición natural, el sexo se construye por una compleja trama de identificaciones de las que el Otro de la referencia socio-familiar participa necesariamente, y el psicoanálisis ha descubierto que las coordenadas significantes de la identificación se hallan siempre encausadas por las singulares marcas producidas en cada Uno por el traumatismo de la no relación sexual. Es así que las ficciones de los fantasmas hacen existir ahí mismo (en esas marcas) una relación donde no la hay (donde no la había), apoyándose en los bordes del cuerpo para extraer de allí goce. La paradoja que encuentra el psicoanálisis es que la elección de sexo siempre es inconsciente -determinada por el modo singular de satisfacción pulsional- pero que requiere del consentimiento de cada parlêtre para ratificarla o rectificarla.
Llegados a este punto es preciso interrogar las condiciones de este consentimiento cuando el cambio de la identidad sexual se realiza sin más soporte- en una oficina administrativa de la burocracia de los estados con el único requisito de la mayoría de edad y la manifestación de que la inscripción del ciudadano en el nacimiento no coincida con con su identidad de género autopercibida” , lo que “siente en el cuerpo”.
No se trata de introducir en esta hiancia entre lo natural y lo real de la sexuación nuestros prejuicios, sino de ofrecer a cada parlêtre el espacio analítico para reconsiderar lo que se ha producido entre su nacimiento en manos del Otro y la localización inconsciente del sexo, para reconsiderar a partir de allí su demanda de rectificación registral del sexo.
Las consecuencias de las transformaciones de la intimidad nunca son gratuitas y una intervención en el plano simbólico para reasignar el sexo puede producir efectos indelebles y sobre todos- irreversibles en la subjetividad.
Ø  No ceder en los principios: ni el cuerpo es el organismo, ni el género lo real del sexo
Revisemos ahora nuestras clasificaciones. Hasta hace muy poco tiempo una repartición parecía organizar nuestra casuística: el travesti, considerado como aquel transformista que no tocaba lo real del organismo, sino que acudía a los semblantes femeninos para ofrecerse a la mirada del Otro, parodiando a la mujer fálica para obtener de allí un goce particular; mientras que por la otra orilla transitaba el transexual, aquél que por haber transformado su cuerpo interviniendo en lo real de su organismo, se lo pre-clasificaba en el campo de las psicosis. Pero hoy que los travestis transexualizansus cuerpos al implantarse prótesis en sus organismos, ¿han devenido por ello transexuales? ¿O sólo lo serían si se implantaran genitales (mujeres) o si se los amputaran (hombres)? ¿Deberíamos por ello pre-clasificarlos, entonces, también a ellos de psicóticos?
De hacerlo así, mecánicamente, inscribiríamos nuestros prejuicios en la nosología, aplastando lo singular de cada caso en la generalidad clasificatoria que ofrecen los fenómenos. Aquí –una vez más- el buen sentido podría perdernos, buscando en las conductas la norma-padre de la desviación: retrocediendo por ejemplo- a los degeneradosfreudianos de 1905 catalogados todos de perversos. De hecho, se trata de leer de otro modo la casuística a partir de la apertura de los modos de goce que la época promueve, modos de goce que determinan formas de vida e impregnan con sus vestimentas la variedad de los fenómenos del género. 
Hoy -más que nunca- debemos estar advertidos de que los síntomas contemporáneos responden a las manipulaciones realizadas sobre el organismo: en ellos el cuerpo se muestra como superficie de inscripción de sucesivos goces (en cortes, tatuajes, piercings, ablaciones, implantes, intervenciones).
Por ello es preciso inventariar las consecuencias que las tecno-ciencias producen de la mano del mercado: Impossible is nothing!- al ofrecer el sueño de hacer posible lo imposible. Aclaremos: esas transformaciones operan sobre lo real de los organismos (implantes, ablaciones), pero nada asegura que con la manipulación realizada se produzca la modificación concomitante en los cuerpos (al menos no en la dirección pretendida). Que los organismos se conviertan según lo esperado por medio de la cirugía, no implica que los cuerpos respondan satisfactoriamentea esa transformación.
La delicada cuestión que aquí nos interpela es que además de respetar los derechos a la elección de una identidad sexual se abre la responsabilidad ética de ofrecer a la comunidad nuestra práctica para que aquél o aquella- que así lo deseare reflexione sobre la rectificación sexual que ha decidido, evaluando sus posibilidades reales de efectuación y advertir sobre lo que se pone en juego en tal decisión y los riesgos reales que se corren en cada caso.
No es poca cosa ofrecerle al sujeto transexual un tiempo de comprender -el tiempo de poner a prueba los fundamentos y consecuencias de su decisión- que le permita aliviar la urgencia que se instauró entre la angustia del instante de ver -cuando tempranamente comprobó que su sexo no se correspondía con su nombre- y la presión del momento de concluir -que lo empuja a consumar la decisión cuanto antes, sin ningún tipo de consideración, en ocasiones, acerca de lo irreversible de tal decisión.
La cuestión es muy compleja, pues, por ejemplo, el empuje a la mujer’ (irrupción deslocalizada del goce en el cuerpo que -para ser nombrada, situada- impulsa a un hombre a transformarse en mujer) ya se tramita por la vía quirúrgica y existen casos comprobados de desencadenamientos de psicosis producidos luego de la intervención ablativa. Se constata que no es lo mismo el anudamiento que podría producir en ciertos casos el sentimiento del empuje a la mujer, que el desanudamiento desencadenado por su realización efectiva.
Por lo pronto no se trata de producir una intervención clasificatoria de los trastornos y desviaciones de conductas a partir de una supuesta norma sexual que habría sido transgredida[3], sino de intentar un uso lógico del síntomaque nos permita evaluar en cada caso cómo se ha producido la pura percusión del significante en el cuerpo.  Y es en tanto que el psicoanálisis comprueba que no hay una justicia distributiva en relación con los sexos, que nos corresponde advertir a la comunidad y al Estado sobre los riesgos de impulsar una justicia compensatoria que pudiera transformarse en un (nuevo) empuje generalizado  al goce.
Y para dejar este punto, respecto de la práctica analítica que sostenemos, restan al menos- dos verificaciones por efectuar, las que declinan en interrogaciones:
La primera, ¿cuál será el destino del amor en el siglo XXI a partir de las transformaciones del género y de la intimidad? La segunda, un problema crucial para nuestras Escuelas: ¿hasta qué punto sostenemos nuestros principios, más acá del empuje del mercado de consumo hípermoderno? 



[1]Siempre se puede explicar que la estructura del no-todo es abstracta y que, de hecho, en la realidad las cosas no funcionan así. Y es que esta máquina implica la constitución insistente  de micro-totalidades que, al ofrecer nichos, abrigos, cierto grado de sistematicidad, estabilidad, codificación, permiten restituir cierto dominio. Sin embargo, esto es a costa de una especialización extrema de los sujetos allí atrapados, que traduce la presencia de dicha máquina.  Así para restituir un dominio, es preciso elegir un campo muy restringido de significantes, un campo muy restringido de saber
[2] Las micro-totalidades encuentran en las tribus urbanas una modalidad paradigmática de su manifestación. Ellas, desde la coalescencia saber + goce, anudan a sus integrantes en torno de un rasgo diferencial; se nombra un goce, se lo aísla, se lo asocia con un saber bien delimitado, se inventa una clase a partir de destacar esa coalescencia goce/saber ¡y ya está!, se ha constituido una micro-totalidad: Skaters; Grunges; Góticos; Heavies; Hard Cores; Skin Heads; Emos; Raperos,Floggers...la lista no cierra, mostrando su inconsistencia estructural. El elemento aglutinante de las tribus parece ser lo que llamaré- un goce éxtimo: exclusión del universo social con inclusión solidaria en la banda; marginación de las leyes del Otro con inserción fuertemente normativa en su micro-totalidad. Las substancias tóxicas suelen ser coadyuvantes del lazo asociativo, y en ocasiones advienen rasgos determinantes del accionar compartido, como sucede en una modalidad de ciertas tribus urbanas: el rito del botellón.
[3] Realizada, siempre, en el nombre del padre

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