miércoles, 27 de mayo de 2009

Sobre las familias en la actualidad. Del Antiedipo al poliedipo.


Miquel Bassols

De hecho, no hacía falta ningún "Anti-Edipo" para quien hubiera leído correctamente el diagnóstico que Jacques Lacan había hecho ya en 1960, en ese hoy conocido párrafo de su texto "Subversión del sujeto…" donde leemos: "El Edipo sin embargo no podría conservar indefinidamente el estrellato en unas formas de sociedad donde se pierde cada vez más el sentido de la tragedia".¿Para qué un antídoto si la epidemia misma revelaba ya las razones de su debilidad, la fractura de su apariencia monolítica? De hecho, el Anti-Edipo como objeción a un standard, al standard del Edipo como estructura normalizadora en la orientación del deseo del sujeto, hacía patente que la falla del padre y del Edipo no era decirlo todo, no era decir lo más importante de ese estrellato perdido. Anunciaba algo que era más difícil de conceptualizar y que era la multiplicación de las funciones de los Nombres del Padre en los nuevos fenómenos clínicos.Vemos hoy que no se trata de oponer un "anti" al mono-Edipo freudiano. La constelación de los "Poli-Edipos" parece, sin duda, más acorde con lo que las nuevas formas de familia ponen hoy de relieve, las formas llamadas "monoparentales" y que agrupan una gran diversidad de configuraciones. Lejos de terminar con el Edipo, estas formas suelen multiplicarlo. Digamos más bien que cuanto más monoparentales son las familias en su descripción, más poliedípicas se revelan en su estructura. Así, un niño de siete años le decía al analista que tenía tres casas: la casa del padre y su pareja, la casa de la madre y su pareja y la casa de su padre y su madre. Esta última, la más enigmática, es la casa ya vacía pero que coexiste en la misma temporalidad con las otras dos. El sujeto puede localizarse entonces en un poliedipismo con la condición de mantener una casilla vacía.Un conocido humorista español daba cuenta hace unas semanas de otra vertiente de este hecho de estructura en una viñeta en la que jugaba con el equívoco de "los padres" de un modo ejemplar. Dos muchachos van por la calle cargados con sus mochilas rumbo a la escuela. Uno le pregunta: "Tus padres ¿se llevan bien?". El otro le responde: "Casi todos, sí".Subrayemos el "casi todos" que marca en el equívoco de "los padres" lo que los pluraliza sin totalizarlos. No es que falte uno para completar la serie, es que por mucho que se multiplique esa serie siempre será no-toda.El "no-todo", que está en el fundamento de la pluralización de los Nombres del Padre no es, como ha indicado Jacques-Alain Miller, "un todo que comporte una falta sino por el contrario una serie en desarrollo sin límite y sin totalización; es por ello — seguía deciendo Miller — que el término de globalización es para nosotros un término vacilante porque se trata precisamente de que ya no hay todo y que en el proceso actual lo que hace todo y lo que hace límite está amenazado, vacila". Esta precariedad es lo que detecta el diagnóstico dado a gran escala de "patología de desorientación" del sujeto contemporáneo.

La pluralización de los Nombres-del-Padre da cuenta del nuevo momento para el sujeto en su patología de desorientación y de la constelación de significantes que se proponen para orientarlo en lo que el propio Lacan designó en la década siguiente como la aletosfera, el espacio donde el sujeto debe localizar sus objetos de goce.La aletosfera ve hoy proliferar buen número de sistemas de posicionamiento psíquico. En realidad, el mundo psi de las psicoterapias se propone hoy como el GPS del sujeto moderno enfermo de desorientación, es un sistema de psicoterapia global que propone al sujeto nuevos significantes, ya sean edípicos o anti-edípicos, para orientarlo en el campo de un Otro que existe cada vez menos.

El efecto producido por el uso sistemático del GPS psíquico lleva en realidad a una nueva patología, la del sujeto absolutamente localizado, evaluado e identificado por el significante amo, ese sujeto que el humor de los Marx ponía en escena en el diálogo de Chico: "they’ve found us; we are lost" — nos han encontrado, estamos perdidos", y de Groucho señalando la paradoja: "¿cómo vamos a estar perdidos si nos han encontrado?"Y, en efecto, cuanto más identificado, cuanto más localizado por los significantes está el sujeto, cuanto menos "dupe", cuanto menos equivocado está en los "nombres del padre", más yerra, más perdido se encuentra en el campo de su goce. Es así como podemos entender el equívoco que Lacan introduce con la pluralización de los nombres-del-padre, "les-non-dupes-errent", donde el sujeto yerra más en la medida en que es encontrado por sus significantes. Los poli-edipos no bastan entonces para orientar al sujeto en su goce, un sujeto que tiene una respuesta privilegiada en la clínica actual: la respuesta de la angustia. En el mar de los poli-edipos, la única señal certera es la de la angustia y es la contrapartida necesaria al no-todo en la proliferación de los poli-edipos.
¿Pero hay realmente un GPS posible para orientar la posición del sujeto en la aletosfera lacaniana? Solemos situar esa orientación en el "más allá del Edipo freudiano" o también con la conocida frase de Lacan: "pasar del padre a condición de servirse de él". Es nuestro modo de responder a la estructura de los poli-edipos de otra manera que con la lógica del "anti-" que sigue el principio de su proliferación politeísta.Es aquí donde cobra para nosotros especial importancia el momento subrayado recientemente por Jacques-Alain Miller en la enseñanza de Lacan, ese momento final del Seminario sobre la Angustia, diez años antes de cualquier Anti-Edipo, en el capítulo que ha titulado "Del ‘a’ a los Nombres-del-Padre". En el mar de los Nombres-del-padre, y gracias sin duda a haber intuido ya su pluralización en la estructura del no-todo, aparece allí, con su brillo particular, ese objeto que no tiene nombre, cuya estructura se muestra irreductible a la constelación significante y que Lacan escribe con el objeto "a", objeto producido por una pura y simple separación de goce.Señalemos de inmediato que la estructura de ese objeto lo descubre precisamente como "no orientable" en el campo visual. Todo el encanto de la topología de esa banda de Moebius que Lacan construye para dar cuenta de la estructura del objeto es que no tiene norte ni sur, ni este ni oeste, que define un espacio sin anverso ni reverso distinguibles, sin un horizonte, o mejor dicho, con un único horizonte que es el propio camino que el sujeto hace por su anverso y reverso.El objeto "a" como aquello que hace presente para cada sujeto "su existencia más radical" es, en efecto, un objeto no orientable por ningún sistema GPS. Sin embargo, es lo mejor que tenemos para la orientación en la experiencia analítica que Lacan define en esas últimas páginas como el modo de situar ese objeto como tal en el campo del Otro a través de la transferencia. Y es su estructura y su función lo que tal vez pueda permitirnos hacer el único uso no religioso del Nombre-del-Padre en el sujeto.

Trabajo presentado en Comandatuba. Congreso de la AMP
"Poli-edipos"
(Edipo y Antigona, Fulchran-Jean Harriet, 1799)

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